. Es el único adjetivo
que se me ocurre para calificar la nueva novela de Luis Rodríguez “novienvre”.
Literatura con todas sus letras y en mayúscula, para un texto que trasciende lo
puramente novelesco, para adentrarnos en un terreno en el que lo anecdótico es
la historia que Luis Rodríguez nos cuenta, porque brilla con luz propia su
capacidad para transmitirnos ideas y un concepto de la escritura que raya la
magistratura de la insubordinación intelectual y gramatical. Porque en “novienvre”
encontramos un ejercicio de concisión mental que no deja lugar a la
interpretación subliminal de la palabra escrita, ni a ningún rodeo semántico;
no hay, ni siquiera, espacio para la subordinación gramatical, mediante la
encadenamiento de oraciones que se subordinan en explicaciones innecesarias de
lo que se quiere decir. Lo dicho se escribe con tal rotundidad, que a veces
pude herir alguna sensibilidad. Una crudeza que ya se pudo leer en su anterior
novela “La soledad del cometa”, que ahora, si es cierto que se suaviza en
beneficio de una historia mejor construida y muy bien narrada, no deja de tirar
para atrás a las mentes bien pensantes y algunas de las políticamente
incorrectas.
Y aquí está la gracia de esta
maravillosa novela, que no por breve desmerece su calidad, al contrario, es
tanta la que tiene que una dosis mayor acabaría dopándonos a una adicción de la
que sería difícil desengancharse. La gracia reside en que una literatura tan
políticamente incorrecta esté tan pegada a la realidad, que nos duele al
situarnos ante el espejo de nuestra hipocresía intelectual. Todavía más cuando
sus personajes nos resultan tan cercanos y familiares, que podríamos ser
cualquiera de nosotros. De hecho somos cualquiera de nosotros al otro lado del
espejo.
No es gratuito que el personaje
principal se llame Luis Rodríguez, igual que el autor, y que el narrador sea un
híbrido entre ambos seres, el real y el ficticio. Porque aun ignorando cuánto
de autobiográfico tiene la novela, los tres están íntimamente ligados en una
simbiosis que les hace entender la vida de la misma manera, con esa mirada que
todo lo disecciona y lo reduce a esencia
mordaz, de quien hace lo que hace sin remordimientos morales. Lo que no
significa que personaje, narrador y autor, sean seres amorales, que viven en un
mundo de libertinaje e indecencia. Simplemente que el libre albedrío está
condicionado por la irremediable huella del destino que cada uno transita, y
así se acepta sin necesidad de remordimiento.
La lectura de “novienvre” no
deja indiferente, pues detrás de una espléndida literatura, se esconde la
irreverencia de la palabra frente a la mojigatería de la sociedad actual.
LITERATURA.