El superviviente

                Tiene una difícil papeleta Alberto Fabra con el órdago que Rafael Blasco le ha lanzado al no dimitir de su escaño como Diputado en la Cortes Valencianas, porque no se está enfrentando a un diputado cualquiera, de esos del montón que actúan como brazos de madera en los Grupos Parlamentarios, sino a un auténtico superviviente de la política, que ha navegado en procelosos mares, saliendo siempre indemne de los naufragios en los que él solo se ha metido. Un superviviente que no ha dudado nunca en ponerse el traje a medida que más le ha convenido para cada ocasión, sin pestañear ni mostrar, aparentemente, signos de tormento interior generados por conflictos entre sus ideas y sus actos. Porque, sin embargo, en contra de lo que aseveró Marx sobre los españoles al decir que somos un pueblo de actos sin ideas, e ideas sin actos (qué capacidad de análisis psicológico tenía este hombre tan vilipendiado por el poder neoliberal, para retratarnos a los españoles, sin apenas conocernos, con tan certera puntería), Rafael Blasco tiene muy claras sus ideas, y no me refiero a su ideología, que eso en un darwiniano de la política es un misterio insondable, sino a cuál es su camino para estar siempre apegado al poder y la forma de recorrerlo. Un camino marcado por la deslealtad y la traición a los suyos, cuando estos han dejado de servir a sus intereses de hombre imprescindible, pero también por la desconfianza. JRR Tolkein el grandísimo escritor de El Señor de los Anillos, decía que los traicioneros siempre son desconfiados, algo que no nos debe extrañar, porque este es el principio de cualquier superviviente, para poder mantenerse en su posición, aunque ésta, o precisamente por esto, sea inestable. Pero todos somos humanos y, por susceptibles de cometer errores, el mismo Tolkein ya lo avisa: “Tarde o temprano el crimen sale a la luz, y cuando esto sucede la posición del traidor se hace vulnerable, porque nadie se fía de quien se ha vendido al mejor postor, y mucho menos de que no lo vuelva a hacer.

 

. Un superviviente que no ha dudado nunca en ponerse el traje a medida que más le ha convenido para cada ocasión, sin pestañear ni mostrar, aparentemente, signos de tormento interior generados por conflictos entre sus ideas y sus actos. Porque, sin embargo, en contra de lo que aseveró Marx sobre los españoles al decir que somos un pueblo de actos sin ideas, e ideas sin actos (qué capacidad de análisis psicológico tenía este hombre tan vilipendiado por el poder neoliberal, para retratarnos a los españoles, sin apenas conocernos, con tan certera puntería), Rafael Blasco tiene muy claras sus ideas, y no me refiero a su ideología, que eso en un darwiniano de la política es un misterio insondable, sino a cuál es su camino para estar siempre apegado al poder y la forma de recorrerlo. Un camino marcado por la deslealtad y la traición a los suyos, cuando estos han dejado de servir a sus intereses de hombre imprescindible, pero también por la desconfianza. JRR Tolkein el grandísimo escritor de El Señor de los Anillos, decía que los traicioneros siempre son desconfiados, algo que no nos debe extrañar, porque este es el principio de cualquier superviviente, para poder mantenerse en su posición, aunque ésta, o precisamente por esto, sea inestable. Pero todos somos humanos y, por susceptibles de cometer errores, el mismo Tolkein ya lo avisa: “Tarde o temprano el crimen sale a la luz, y cuando esto sucede la posición del traidor se hace vulnerable, porque nadie se fía de quien se ha vendido al mejor postor, y mucho menos de que no lo vuelva a hacer.
                Aunque Blasco es un superviviente de largo recorrido, que incluso ahora que parece haber perdido el beneplácito de los suyos (interpreten estos “suyos” como compañeros de viaje, pues dudo mucho que Blasco haya sido alguna vez de nadie, salvo de sí mismo) y vuelve a estar acosado por la Justicia, no consiga escabullirse, a base de untarse el cuerpo escamoso de vaselina, entre algún recoveco del poder, que siempre hay un agujero sin tapar por el que se pueden escapar o entrar culebras, roedores y todo tipo de faunas adaptables a las circunstancias. Aunque les rogaría que entendieran este comentario como una metáfora y no como un intento de emparentar a nuestro susodicho interpelado con ese tipo de fauna. Esa capacidad de escabullirse, de sobrevivir a la adversidad cambiando de piel y comérsela después (otra vez me dejo llevar por los símiles faunísticos), cuando había que dejar atrás el pasado sin rastro, le viene de lejos, desde los primeros años de la Transición, en que un joven Rafael Blasco, con el sobrenombre de Víctor (ya tenía claro que lo suyo iba a ir de victoria en victoria) militaba en el extinto FRAP (para los más jóvenes Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, enemigo de la Transición y defensor de la lucha armada como único camino hacia la” emancipación de los trabajadores”; uno de los muchos grupos que pretendían sacarnos a los españoles de una dictadura militar, para meternos en una dictadura del proletariado). Pero no la hacía como un luchador más, de los que se batían el cobre contras la policía en la calle, él no, Víctor era el portavoz de la organización (ya apuntaba maneras de estar siempre en el centro de la cocina), lo que le permitía ausentarse de las manifestaciones, muy violentas, por cierto, que sus correligionarios organizaban muy a menudo en las calles de las grandes ciudades. Genio y figura. Blasco/Víctor militando en un grupo antifascista defensor de la lucha armada no estaba dispuesto a manchar sus manos, por lo que pudiera pasar en un futuro, que quizá ya tenía diseñado a grandes rasgos.

                Y ese futuro llegó de la mano del PSPV de Alzira, localidad de la que era alcalde su hermano, que le permitió empezar a maniobrar con la inteligencia del gran seductor superviviente que ya era, hasta alcanzar en 1983 una Consellería con el gobierno del socialista Joan Lerma, consiguiendo no apearse desde entonces del poder, hasta que en 2012 el TSJCV le imputa por malversación de fondos públicos y otra lindezas más, al frente de la Consellería de Solidaridad y Ciudadanía. Como ustedes lo están leyendo: el maestro en supervivencia política ha conseguido mantenerse en el gobierno de la Generalitat Valenciana desde 1983 hasta 2012 ¡Veintinueve años! Con todos y cada uno de los presidentes que han pasado por esta institución, ya fueran del PSPV o del PP: Lerma, Zaplana, Olivas, Camps y Fabra. ¿Quién puede llegar más alto? ¿Cuánto poder acumula Blasco para que Alberto Fabra tenga un problema por la negativa de dimitir de aquel, que le está dejando en ridículo? Quizá el presidente del Generalitat y del PP valenciano, sepa de su capacidad para sobrevivir a tantos presidentes de la Comunidad, o para escabullirse de la Justicia, como ya lo hizo en 1989, cuando el primer Caso Blasco salto por la denuncia de que podía haberse lucrado por la recalificación de unos terrenos, del que salió absuelto al no reconocer el tribunal la grabación de unas cintas que el delataban, por considerar que habían sido grabadas sin autorización legal.

                Aunque quizá este artículo sea un error enorme, fruto de la gran representación que Rafael Blasco ha interpretado durante todos estos años como un actor magnifico, y que realmente nunca haya dejado de ser Víctor, y todo lo hecho haya sido en beneficio de una cruzada antifascista iniciada en los años setenta. Lo que nos podría llevar a pensar que sus problemas ante con la Justicia, por supuestas actuaciones que le han podido llevar a meter la mano en la caja pública, fueran planificadas para llenar la caja de resistencia de una futura revolución marxista-leninista, de la que Rafael Blasco, por supuesto, sería un de sus próceres dirigentes.             
UNETE



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