. Un superviviente que no ha dudado nunca en
ponerse el traje a medida que más le ha convenido para cada ocasión, sin
pestañear ni mostrar, aparentemente, signos de tormento interior generados por
conflictos entre sus ideas y sus actos. Porque, sin embargo, en contra de lo
que aseveró Marx sobre los españoles al decir que somos un pueblo de actos sin
ideas, e ideas sin actos (qué capacidad de análisis psicológico tenía este
hombre tan vilipendiado por el poder neoliberal, para retratarnos a los
españoles, sin apenas conocernos, con tan certera puntería), Rafael Blasco
tiene muy claras sus ideas, y no me refiero a su ideología, que eso en un
darwiniano de la política es un misterio insondable, sino a cuál es su camino
para estar siempre apegado al poder y la forma de recorrerlo. Un camino marcado
por la deslealtad y la traición a los suyos, cuando estos han dejado de servir
a sus intereses de hombre imprescindible, pero también por la desconfianza. JRR
Tolkein el grandísimo escritor de El Señor de los Anillos, decía que los
traicioneros siempre son desconfiados, algo que no nos debe extrañar, porque
este es el principio de cualquier superviviente, para poder mantenerse en su
posición, aunque ésta, o precisamente por esto, sea inestable. Pero todos somos
humanos y, por susceptibles de cometer errores, el mismo Tolkein ya lo avisa:
“Tarde o temprano el crimen sale a la luz, y cuando esto sucede la posición del
traidor se hace vulnerable, porque nadie se fía de quien se ha vendido al mejor
postor, y mucho menos de que no lo vuelva a hacer.
Aunque Blasco es un
superviviente de largo recorrido, que incluso ahora que parece haber perdido el
beneplácito de los suyos (interpreten estos “suyos” como compañeros de viaje,
pues dudo mucho que Blasco haya sido alguna vez de nadie, salvo de sí mismo) y
vuelve a estar acosado por la Justicia, no consiga escabullirse, a base de untarse
el cuerpo escamoso de vaselina, entre algún recoveco del poder, que siempre hay
un agujero sin tapar por el que se pueden escapar o entrar culebras, roedores y
todo tipo de faunas adaptables a las circunstancias. Aunque les rogaría que
entendieran este comentario como una metáfora y no como un intento de
emparentar a nuestro susodicho interpelado con ese tipo de fauna. Esa capacidad
de escabullirse, de sobrevivir a la adversidad cambiando de piel y comérsela
después (otra vez me dejo llevar por los símiles faunísticos), cuando había que
dejar atrás el pasado sin rastro, le viene de lejos, desde los primeros años de
la Transición, en que un joven Rafael Blasco, con el sobrenombre de Víctor (ya
tenía claro que lo suyo iba a ir de victoria en victoria) militaba en el
extinto FRAP (para los más jóvenes Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota, enemigo de la Transición y defensor de la lucha armada como único
camino hacia la” emancipación de los trabajadores”; uno de los muchos grupos
que pretendían sacarnos a los españoles de una dictadura militar, para meternos
en una dictadura del proletariado). Pero no la hacía como un luchador más, de
los que se batían el cobre contras la policía en la calle, él no, Víctor era el
portavoz de la organización (ya apuntaba maneras de estar siempre en el centro
de la cocina), lo que le permitía ausentarse de las manifestaciones, muy
violentas, por cierto, que sus correligionarios organizaban muy a menudo en las
calles de las grandes ciudades. Genio y figura. Blasco/Víctor militando en un
grupo antifascista defensor de la lucha armada no estaba dispuesto a manchar
sus manos, por lo que pudiera pasar en un futuro, que quizá ya tenía diseñado a
grandes rasgos.
Y ese futuro llegó de la mano
del PSPV de Alzira, localidad de la que era alcalde su hermano, que le permitió
empezar a maniobrar con la inteligencia del gran seductor superviviente que ya
era, hasta alcanzar en 1983 una Consellería con el gobierno del socialista Joan
Lerma, consiguiendo no apearse desde entonces del poder, hasta que en 2012 el
TSJCV le imputa por malversación de fondos públicos y otra lindezas más, al
frente de la Consellería de Solidaridad y Ciudadanía. Como ustedes lo están
leyendo: el maestro en supervivencia política ha conseguido mantenerse en el
gobierno de la Generalitat Valenciana desde 1983 hasta 2012 ¡Veintinueve años!
Con todos y cada uno de los presidentes que han pasado por esta institución, ya
fueran del PSPV o del PP: Lerma, Zaplana, Olivas, Camps y Fabra. ¿Quién puede
llegar más alto? ¿Cuánto poder acumula Blasco para que Alberto Fabra tenga un
problema por la negativa de dimitir de aquel, que le está dejando en ridículo? Quizá
el presidente del Generalitat y del PP valenciano, sepa de su capacidad para
sobrevivir a tantos presidentes de la Comunidad, o para escabullirse de la Justicia,
como ya lo hizo en 1989, cuando el primer Caso Blasco salto por la denuncia de
que podía haberse lucrado por la recalificación de unos terrenos, del que salió
absuelto al no reconocer el tribunal la grabación de unas cintas que el
delataban, por considerar que habían sido grabadas sin autorización legal.
Aunque quizá este artículo sea
un error enorme, fruto de la gran representación que Rafael Blasco ha interpretado
durante todos estos años como un actor magnifico, y que realmente nunca haya
dejado de ser Víctor, y todo lo hecho haya sido en beneficio de una cruzada
antifascista iniciada en los años setenta. Lo que nos podría llevar a pensar
que sus problemas ante con la Justicia, por supuestas actuaciones que le han
podido llevar a meter la mano en la caja pública, fueran planificadas para
llenar la caja de resistencia de una futura revolución marxista-leninista, de
la que Rafael Blasco, por supuesto, sería un de sus próceres dirigentes.