Somos gente honrada (2013) no es una película sobre la crisis, por mucho que tome a ésta como telón de fondo. La primera criatura parida por el hasta ahora realizador de cortometrajes Alejandro Marzoa es más bien un retrato de cómo la avaricia o la ambición desmedida -precisamente en este convulso contexto social - corrompe a las personas, ilustrando cómo los hasta los más ejemplares especímenes humanos pueden caer en la tentación cuando ésta se le pone delante, máxime cuando se pinta como la anhelada solución -tan fácil como inmoral- que les permitirá liberarse de una existencia lastrada por las faltas de oportunidades. La cuestión de fondo está en saber si, después de penetrar en las entrañas de lo despreciable -aquellas en las que, repito, hasta el hombre más íntegro podría sucumbir- lograrán redimirse, enmendar su error. Los protagonistas en cuestión son Suso (Paco Tous) y Manuel (Miguel de Lira), dos padres de familia cincuentones en paro que, en una de sus jornadas de pesca, encuentran un fardo con diez kilos de cocaína. La sorpresa inicial se va tornando en lo que Manuel, otrora especulador inmobiliario, se muestra convencido que es el golpe de suerte que necesitaban, ese con el que poner fin a su estrecha situación económica, convirtiéndose junto a su fiel amigo Suso en un singular narcotraficante.