Nada pasa porque
sí... Siempre hay una razón que subyace a
toda circunstancia en esta vida... Siempre.
Las casualidades existen,
pero ahondando en la forma en cómo se producen descubriremos la existencia de
una mecánica que las desencadena. La cuestión -si queremos aprovechar y rentabilizar
su potencial- está en descubrir esa fórmula determinante que nos permita
conocer y controlar la situación.
En el mundo de la comunicación
ocurre lo mismo. El desconocimiento en torno a las razones que mueven
los hilos de todo proceso de emisión y recepción de un mensaje, suele derivar
en la adopción de posturas basadas en la desconfianza.
Una desconfianza
alimentada, en muchas ocasiones, por la aparición interesada de discursos
oportunistas cuyo único argumento es la proyección de prejuicios.
Unos prejuicios que sólo sirven para alimentar el miedo, transformándolo en el
terreno abonado para que una nueva saga de agoreros y exorcistas florezcan y
hagan su agosto.
Con la irrupción del fenómeno de los social media pasa algo similar. El miedo a
lo desconocido nos atenaza y no nos deja ver más allá de lo obvio y lo tópico.
Nuestra ignorancia nos sumerge en el demoníaco -y fácil- discurso de estos
nuevos mesías, que únicamente ven el lado oscuro y que nos conducen a una
irrevocable pérdida de oportunidades.
Por este motivo, sigue siendo fundamental 'educar' y 'evangelizar' sobre
las nuevos modelos de comunicación. Hay que trabajar de forma
constante para iluminar el entorno, haciendo visibles y comprensibles
los procesos, las oportunidades, los sistemas de gestión de la conversación. Porque, sólo a través de la formación haremos
posible que, tanto marcas como personas, puedan 'elegir con libertad' su camino
a seguir.
Es un hecho demostrado que la educación aporta valores que dan lugar a nuevas
formas de percibir el mundo que nos rodea. Recuperemos, por un momento, la
visión del mundo que tenían nuestros ancestros, cuando creían que el mundo se
acababa en un horizonte finito. Pensemos en el miedo que atenazaba su razón
cuando daban por hecho que sus barcos podían caer al vacío por esa catarata
apocalíptica... Y no nos riamos de su ignorancia, porque hoy, en pleno siglo
XXI,
seguimos igual de temerosos e igual de irracionales ante aquello que
desconocemos.
Encendamos la luz. Iluminemos el camino hacia la comunicación 2.0... Porque las redes
no las carga el diablo, pero la ignorancia sí.