En Quintana Roo, estamos ya inmersos en el proceso de las
campañas políticas para elegir diez presidencias municipales y quince escaños
al Congreso del Estado, aparte de la competencia de posturas y candidatos, el
tema que hoy mas sobresale es el del dinero en las campañas.
Lo es porque independientemente de la popularidad o ausencia
de esta, tanto de los partidos políticos como de forma individual de los
candidatos, lo que mueve las campañas, no es la efervescencia ciudadana sino
los recursos económicos que se consignan para ellas.
El destino del dinero en estos casos, se prorratea en
diversos aspectos que van desde la publicidad, pasando por la organización de
eventos, la entrega de apoyos directos, como de productos utilitarios, hasta
claro la parte más importante, la que se usa para el día de la elección.
La parte mediática ha cobrado una gran importancia en las
últimas décadas, el marketing teóricamente permite llegar hasta sectores de la
población a los cuales por falta de tiempo y tamaño de la población, no es
factible acceder.
También porque bajo esta estrategia se pretende vender a los
candidatos más allá de sus características y virtudes, como productos, lo cual
desde nuestra perspectiva es bastante cuestionable.
Bien se dice que los comicios se ganan el día de la elección
y en las urnas, pero más allá de la lógica que la frase infiere, la esencia de
la misma se refiere a la capacidad de los partidos políticos, para llevar a sus
simpatizantes a votar.
Es en esa parte donde se marcan las diferencias, que mas
allá de los planteamientos ideológicos o propuestas de gobierno, tienen que ver
más con una habilidad estructural y logística, de promoción del voto.
Estamos hablando de la construcción de redes para
identificar los votos propios y los contrarios, para asegurar a los que son
parte del activo e influenciar en los que no lo son.
Esto requiere de un mayúsculo esfuerzo de promoción, que
requiere de una gran movilidad y por ende cuesta mucho dinero, que debe
repartirse entre los promotores tanto como en los posibles votantes.
En esta parte también es importante señalar, el apartado que
corresponde a la suprema importancia que significa contar con representantes de
partido para vigilar las urnas, lo cual también sugiere un enorme esfuerzo de
organización.
En cualquier caso estamos hablando de un millonario
desembolso de recursos, que provienen fundamentalmente de tres fuentes, el
financiamiento oficial que reciben los partidos, los apoyos que otorgan particulares
y por supuesto, los recursos que los gobiernos destinan para apoyar a sus
partidos.
El financiamiento oficial es muy similar para cada fuerza
política, por lo tanto en ese aspecto no habría mayor diferencia, la hay en las
otras dos fuentes, considerando que los apoyos entregados por particulares, no
son en ningún caso una garantía.
Primero porque eso depende de las circunstancias económicas
del momento, de la importancia del cargo y la región por la que se compite, lo
que en esta situación nos remite exclusivamente a las presidencias municipales
de Cancún y Solidaridad.
De tal suerte que es el dinero que proviene de cada
gobierno, el que sustenta el presupuesto para la campaña, bajo esta
consideración hay que tomar en cuenta la propia situación económica de cada uno
de ellos.
Bajo esta lógica, el gobierno perredista de Cancún es
responsable de apoyar a su candidata a la alcaldía Graciela Saldaña, mientras
que el gobierno estatal priista, hará lo propio con su abanderado Paul
Carrillo.
Sin embargo eso por descontado es disyuntiva, aun partiendo
de la base de que ambos gobiernos en sus respectivas medidas afrontan problemas
de liquidez, van a priorizar la atención a sus candidatos, sobre todo en
Cancún, porque ahí se dirime no solo la alcaldía sino la mayor cantidad de
distritos.
Esto sin duda va a representar un contraste, porque mientras
existe una percepción colectiva de recesión del gasto público, el gasto en
campaña puede representar la sensación de derroche.
He ahí una complejidad mayor, la de poder desarrollar una
campaña política eficiente al mismo tiempo que austera, no por falta de dinero,
sino simple y llanamente para no generar sentimientos encontrados con la
población.
Seguramente en los demás municipios, excluyendo por supuesto
a Cancún y Solidaridad, que tienen condiciones muy particulares, las campañas
serán austeras por obligación, incluso los candidatos tendrán que realizar un
esfuerzo inédito por su cuenta, para conseguir mayores recursos.
Ya lo decíamos, porque la prioridad es concentrarlos en
Cancún, porque los gobiernos municipales están en crisis financiera, pero sobre
todo porque no se puede ofender a la sociedad con el derroche.
Adicionalmente hay que apuntar que el reciente escándalo que
se suscito en Veracruz, por el manejo indebido de programas sociales con fines
electorales, obliga a contraer el efecto de los mismos, al menos abiertamente.
Esta perspectiva permite pensar que el plano sobre el cual
tendrían que llevarse a cabo las campañas, debería de transitar por la austeridad
privilegiando el contacto directo y personal, por encima del abuso
publicitario.
En el entendido de que un exceso en el gasto se puede volver
un arma de dos filos, independientemente de las acusaciones por rebasar los
topes de campaña, que materialmente nunca se consignan, esta la sensación
popular.
Este aspecto se convierte de suyo en un argumento adicional
de la oferta política, que será sin duda alguna un importante elemento de
juicio, que además aplica más o menos en la misma medida para cada candidato,
sin distingo del partido político al que pertenezca.
Lo que nos permite establecer en una primera conclusión,
apenas a unas horas de que hayan empezado formalmente las campañas, que los
dineros de y para las campañas políticas, ahora no solo trascienden en el
efecto promocional y logístico.
Los montos de los recursos y la forma en que se ejecuten,
serán también un argumento de juicio para el sufragio, de ahí que la disyuntiva
sea operar en la prudencia, ya lo comentábamos no por falta de dinero, sino simplemente
por congruencia.