Las sesiones (Ben Lewin, 2012) es una película difícil de ver. Está trufada diálogos desternillantes, personajes entrañables y una sana comicidad, pero lo que cuenta es algo tan espinoso que tampoco para el director tuvo que ser fácil sumergirse en un terreno tan poco explorado, tan en tierra de nadie, como el mundo del sexo en los discapacitados. Lewin, en un guión firmado por él mismo, se basa en la experiencia del poeta y periodista Mark O´Brien, uno de los máximos paradigmas de superación personal en la historia reciente de América por su afán por vivir a pesar de estar ligado a un pulmón artificial, para poner sobre la mesa un buen puñado de reflexiones y cuestiones morales tan peliagudas como necesarias. En primer lugar: ¿tienen derecho estas personas a tener relaciones sexuales? Si la respuesta es sí, algo que supongo pocos objetarán, automáticamente se deriva la segunda cuestión, mucho más compleja: ante la imposibilidad de que algunas de estas personas, cuya enfermedad les impide incluso movilizarse y establecer vínculos sociales, ¿deberíamos estar más comúnmente aceptado que una prostituta satisfaga estas necesidades a unos seres humanos que no pueden valerse por sí mismos y que, como todos, tienen necesidades fisiológicas? El debate está servido.