¿Puede una película diseccionar una de las etapas más oscuras de la Historia de la España reciente con una autenticidad pasmosa?; ¿Es posible que el reflejo del régimen franquista nos cubra de tanta impotencia que acabe por removernos en el asiento?;¿Realmente la adaptación cinematográfica de una novela puede no sólo estar a la altura de la misma, sino superarla? Se puede, si la película se llama Los santos inocentes (1984) y está dirigida por un intelectual de la talla de Mario Camus, consagrado un año antes con el Oso de Oro en el Festival de Berlín por La Colmena (1982), la otra gran obra maestra de su filmografía y por la que consiguió el reconocimiento nacional e internacional. Ambientada en los latifundios de los años 60, reflejo de España negra y rural de la que habla la acción, estamos ante un nada complaciente retrato de un país sometido por un poder cuya ambición no conocía límites, cuyo afán por pisotear a las clases bajas aún sigue sin casar con el sentido común. Todo ello queda expuesto con suma claridad y de forma nada condescendiente en una joya que pone de relieve el cinismo y la altivez con la que las clases adineradas, muchas comulgantes con el régimen, sometían a un pueblo oprimido y sin futuro.