.
El mensaje papal para
este año trata de “Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios
para la evangelización”. Ellas no son externas al ser humano: el hombre es
comunicación; su lenguaje crea realidades. “La palabra es el hombre mismo. Sin
ellas, es inasible. El hombre es un ser de palabras” dice Octavio Paz.
Pero
el explosivo, exponencial crecimiento de las redes sociales exige un compromiso:
las personas se sienten implicadas cuando construyen relaciones y encuentran amistades;
cuando encuentran respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también
cuando se sienten estimuladas intelectualmente y pueden compartir competencias
y conocimientos.
Se
habla de los nuevos areópagos, y con razón. Los redes sociales son la nueva
plaza pública, mercado, espacio de discusión, sala de clases y salón familiar.
Todo pasa en y por ellas. Hace años que murió el espectador, lector o
televidente pasivo. Hoy, el usuario de los medios quiere ser parte activa,
creadora de la noticia, información, relato colectivo.
Y
quienes se dedican a “las cosas de la fe” deben saberlo. O corren el grave
peligro de verse marginados por la vorágine de una corriente que no conoce
término.
El
aporte de quienes quieren darle sentido plenamente humano a la comunicación; dejar
hablar a Cristo en ellos es seducir, convencer y presentar un mensaje
atractivo, entrar en sintonía con las necesidades y carencias del hombre
contemporáneo. Y esto no es una alternativa entre otras sino una necesidad
urgente. Aunque suponga riesgos, tropezones y desaciertos. Lo expresó así el
Papa Francisco: “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma
en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que
sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un
accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil
veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma”. El mayor peligro del
mensaje eclesial no es no ser oído: es volverse irrelevante.
Las
redes están en medio nuestro. “El ambiente digital no es un mundo paralelo. Forma
parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Ellas
son fruto de la interacción humana pero, a su vez, “dan nueva forma a las
dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión
atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa
dentro del mismo”.
El
desafío hoy es conectar historias concretas con experiencias y comunidades. Lo
paradojal de las redes sociales es que, entre más nos comunicamos tanto más
podemos aislarnos unos de otros. Asegurar esa comunicación es tarea de quienes
ven en las redes campo y camino de enriquecimiento mutuo, de sentido de vida, de
contacto personal con Cristo y su Iglesia: de unión entre los hombres. “Muchas
personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en
la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad
viva” señala el mensaje.
Del
mundo digital se debe pasar al mundo real, donde las personas vivirán la
riqueza de la oración, las celebraciones litúrgicas, la amistad encarnada, en
lugares concretos como iglesias o capillas.
El
desafío está planteado. Todo invita a que las redes sociales, la comunicación
del siglo XXI sea lugar de encuentro entre los hombres y de éstos con Dios.Hugo Tagletwitter: @hugotagle