. Primero de todo, a las que están solas, han sido
abandonadas, sacan adelante a sus hijos a punta de trasnoches, cansancios,
renuncias y silencios. Son muchas las mujeres madres que deben lidiar con la
vida en un abandono casi total. Las hacen de padre y madre de familia, jefe de
hogar, proveedor, maestro y profesor. Algunas cuentan con la ayuda de abuelas,
alguna tía y de un padre semi-presente. Hay que decirlo aquí también. Muchos
padres que no tienen la tuición directa de los hijos han sabido ser
responsables, ordenador, proveedores. No les quepa la menor duda que sus hijos
lo sabrán reconocer. Me lo han confidenciado muchas madres solas: a pesar de
todo, el padre de sus hijos es un padre responsable. Otras no. Se resignan a
que progenitor es un ave de paso, intermitente, de grandes promesas y alardes
pero, al final del día, materia de desengaños, más peleas y frustraciones.
Pero estamos ad portas del
día de la madre. Déjese regalonear. Que en Chile regalamos poco y nos hace bien
gastar unos pesos en este tipo de festejos. Que sea día de familia, con el
círculo íntimo: esposo e hijos. Bueno es invitar a los abuelos si están solos.
Y a las viudas, esas que han perdido a buena parte de sus familiares. Pienso en
las madres que han perdido a sus hijos. No hay peor dolor que perder un hijo.
Indescriptible. Se sufre en silencio, se masculla con lágrimas solitarias, al
término del día, en la espera eterna de encontrar algún día a quien se perdió
injustamente. Porque para un padre o madre nada lo hará entender que no se
respete la ley de la vida, en que los mayores parten antes que los hijos. Pero
sucede. Y no cabe más que resignarse a la misteriosa voluntad de Dios, que nos
conduce por sus caminos insondables. Ya tendremos tiempo en el cielo de plantearle
tantos “porqué” que ahora no tienen respuesta.
El corazón de una madre es
un misterio que nos acerca como nada en el mundo al corazón de Dios. Una madre
es capaz de lo impensable por sus hijos. Sobrecoge tanta entrega, tanta
donación de sí. La madre es la única
persona que siempre está presente, aunque no lo sea físicamente, de forma
incondicional. Si la rechazas, te perdona; si te equivocas, te acoge. Si los
demás no pueden contigo, te abre una puerta y te escucha. Si estás feliz, comparte
tu alegría aunque ella tenga cientos de motivos para estar triste. Es quien
primero comparte tu tristeza y la asume como propia. Es la confidente,
compañera y consejera más incondicional. En María, la madre de Jesús, tenemos
un ejemplo de maternidad y entrega incondicional. En tiempos de aflicción,
diríjale unas palabras de petición. No se decepcionará.
Hugo TagleTw: @hugotagle