Se llemaba Alpha Pam y era de Senegal. Su único crimen fue no tener papeles en un país que por ley ha denegado la asistencia sanitaria a personas que no lo puedan pagar. Si Alpha hubiera sido un jeque saudí no habría tenido ningún problema en ser atendido, habría bastada sacar la tarjeta de crédito y su problema se habría resuelto en una semana. Una tuberculosis, la enfermedad de la que murió Pam, tiene cura, gracias a Dios, en cualquier sitio del llamado primer mundo, sin embargo, una legislación asesina ha establecido una neta separación dentro mismo del mundo desarrollado. Hasta hace un año podías morir de tuberculosis si vivías en países con poco o escaso desarrollo, o bien si tenías la mala suerte de habitar un país de los muchos que ahora están en guerra. Hoy, gracias a una ley criminal, puedes morir de tuberculosis aunque vivas en España. Se trata de una consecuencia querida y buscada por el legislador. Es imposible que el legislador se escude en que el inmigrante puede volver a su país o puede pagar la atención. En la mayoría de los casos, ambas opciones son inviables y el legislador lo sabe. Por tanto, la única opción que queda es pensar que el legislador buscaba el efecto de expulsión que provocaría entre los inmigrantes que empezaran a ver cómo algunos de ellos morían por falta de asistencia sanitaria. Siempre es mejor morir entre los tuyos que lejos de casa.