. Nos reímos el año pasado de las predicciones en torno al fin
del mundo. Yo mismo hice bromas sobre eso. Es que no daba para mucho más. Pero
hay algunos que parece que se lo tomaron en serio. Y demasiado. Y eso no solo es
triste sino preocupante.
Cuando desaparece el Dios
vivo y verdadero, el Dios de amor revelado en Cristo de la vida del hombre, la existencia
puede transformarse fácilmente en un cúmulo siniestro de ansiedades sin norte; desvaríos
tras experiencias exóticas, aislamiento, obnubilación, demencia.
Es cierto que lo de Colliguay
y su secta es un caso extremo. Pero hay ya demasiados grupos extraños que
pululan por ahí, gurúes que engañan a la gente, que lucran a costa de venderles
ilusiones, le sacan dinero, aprovechan su fragilidad, su falta de consistencia
existencial. Y lo peor, nadie dice ni hace nada ¿Vergüenza? ¿Temor? De todo un
poco. No se trata de perseguir o prohibir estos grupos o a estas personas. El
remedio sería peor que la enfermedad. Justamente ellos buscan ser perseguidos,
estigmatizados, para justificar así su demencia apocalíptica. Pero sí hay que
prestar mayor atención a lo que hace el vecino, interesarse por sus hábitos y
convicciones. Es tarea de la sociedad en su conjunto desenmascarar la farsa,
tal como lo hemos hecho con otro tipo de denuncias en el ámbito económico,
religioso y social. Una labor especial tiene la prensa que puede denunciar con
anticipación las malas prácticas de grupos marginales.
Por otra parte, lo de
Colliguay ha dejado en evidencia que se ha abandonado a un sector de la
juventud – en la secta todos eran jóvenes – y no se ha sabido responder a sus anhelos.
Será tarea de las comunidades juveniles de parroquias, escuelas y movimientos hacerles
un espacio, invitarlos a sus grupos, escuchar sus preocupaciones. La verdadera
fe lleva al equilibrio, a la paz, la mesura y racionalidad. El Amor lleva a pensar
en el otro, buscar su bien. Dios es amor, no odio. Nada más ajeno a lo que Él es
que aquello que se vivía en Colliguay.
Y me pregunto por los familiares
y amigos de los jóvenes de esa secta ¿Dónde estaban? Estoy consciente que algunos
jóvenes no son de trato fácil, pero ahí están los amigos para dialogar,
interesarse por ellos. Más grave que el odio o revancha entre personas es la
indiferencia: el que nos importemos cada vez menos. Y una oración por el alma
de este pobre joven de vida tan miserable. Y por su hijo, que nació para sufrir
su triste locura.
Hugo TagleTwitter: @hugotagle