Ventajas. Sobre los abusos en la sociedad.

El mejor negocio será aquel en que ambas partes resultan satisfechas y contentas. Es más, ambos querrán volver a hacerlos de nuevo. Se recomendarán unos a otros. Harán correr la voz de que el otro no es contrincante, enemigo o timador, sino “socio” en todo el sentido de la palabra. Se acercarán nuevamente con confianza, sin miramientos, sabiendo que una sola palabra bastará para cerrar un buen negocio. Esta vieja máxima de libros elementales de economía parece que nos cuesta entenderla. Son necesarios los costalazos para que recordemos esas frases que repiten los gurús de la de economía en sesudos seminarios de números y comportamientos sociales. Y ella se descubre en el abc de las relaciones humanas, sin mayores reflexiones, simplemente tras ceder a la humana tentación de querer sacar un poco de mayor ventaja que el otro cualquiera sea el negocio. Es curioso no entender esto tan obvio.Nos distinguimos por andar por la vida viendo qué tajada de más podemos sacarle a alguna relación. En todo orden de cosas: familiares, sociales, laborales. Incluso entre “amigos del alma” se termina viendo conductas de aprovechamientos insólitos. Lo escucho siempre de nuevo. Familias rotas, peleadas, porque uno quiso sacar un poquito más de provecho que el resto de los hermanos. Quizá resulte duro pero, la verdad, jugamos a las falsas apariencias, a intereses postizos, a preocupaciones interesadas.Pero lo bueno de este tiempo es que la gente se está cansando de los abusos. Un signo de atención que deben tomar en serio quienes detentan alguna autoridad, cualquiera sea esta – política, religiosa, familiar, académica. Lo lamentable sí, es que hoy hay que partir de prejuicios y desconfianzas que hacen compleja las relaciones humanas. El precio a pagar por tanto abuso cometido en el pasado. No bastan las palabras: se exige probidad e irreprochabilidad. Nadie se salva.Pero, también hay que tomar conciencia de que, quien apunta con el dedo a otro con el ánimo de juzgar, debe saber que hay otros cuatro dedos apuntándolo a él. La primera crítica es a uno mismo. Entre las alabanzas de Jesús a sus discípulos destaca la hecha a Andrés, hermano de Pedro: “he aquí un hombre sin doblez”. O la exigencia: “que tu sí sea sí y tu no, no”. La integridad evangélica adquiere hoy una gran relevancia. Ser honesto, a la larga, es un muy buen negocio.Nos adentramos en una cultura en que las exigencias serán mayores. Como sea, un feliz tiempo, en que la demanda por transparencia nos obligará a ser más prolijos, considerados, justos y responsables. En buenahora.

 

. Es más, ambos querrán volver a hacerlos de nuevo. Se recomendarán unos a otros. Harán correr la voz de que el otro no es contrincante, enemigo o timador, sino “socio” en todo el sentido de la palabra. Se acercarán nuevamente con confianza, sin miramientos, sabiendo que una sola palabra bastará para cerrar un buen negocio. Esta vieja máxima de libros elementales de economía parece que nos cuesta entenderla. Son necesarios los costalazos para que recordemos esas frases que repiten los gurús de la de economía en sesudos seminarios de números y comportamientos sociales. Y ella se descubre en el abc de las relaciones humanas, sin mayores reflexiones, simplemente tras ceder a la humana tentación de querer sacar un poco de mayor ventaja que el otro cualquiera sea el negocio. Es curioso no entender esto tan obvio.Nos distinguimos por andar por la vida viendo qué tajada de más podemos sacarle a alguna relación. En todo orden de cosas: familiares, sociales, laborales. Incluso entre “amigos del alma” se termina viendo conductas de aprovechamientos insólitos. Lo escucho siempre de nuevo. Familias rotas, peleadas, porque uno quiso sacar un poquito más de provecho que el resto de los hermanos. Quizá resulte duro pero, la verdad, jugamos a las falsas apariencias, a intereses postizos, a preocupaciones interesadas.Pero lo bueno de este tiempo es que la gente se está cansando de los abusos. Un signo de atención que deben tomar en serio quienes detentan alguna autoridad, cualquiera sea esta – política, religiosa, familiar, académica. Lo lamentable sí, es que hoy hay que partir de prejuicios y desconfianzas que hacen compleja las relaciones humanas. El precio a pagar por tanto abuso cometido en el pasado. No bastan las palabras: se exige probidad e irreprochabilidad. Nadie se salva.Pero, también hay que tomar conciencia de que, quien apunta con el dedo a otro con el ánimo de juzgar, debe saber que hay otros cuatro dedos apuntándolo a él. La primera crítica es a uno mismo. Entre las alabanzas de Jesús a sus discípulos destaca la hecha a Andrés, hermano de Pedro: “he aquí un hombre sin doblez”. O la exigencia: “que tu sí sea sí y tu no, no”. La integridad evangélica adquiere hoy una gran relevancia. Ser honesto, a la larga, es un muy buen negocio.Nos adentramos en una cultura en que las exigencias serán mayores. Como sea, un feliz tiempo, en que la demanda por transparencia nos obligará a ser más prolijos, considerados, justos y responsables. En buenahora.
Hugo Tagle

twitter: @hugotagle

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