. Contención del déficit para asegurarse que los
Estados, sobre todo del sur de Europa, puedan pagar la deuda creciente que han
ido acumulando con la banca alemana. Se trata pues de garantizar que sus bancos
van a seguir haciendo caja, asegurándose el cobro de lo prestado, que a la vez
es dinero puesto a su disposición por el Banco Central Europeo. De ahí que el
gobierno alemán se niegue tozudamente a que el BCE puede actuar como un
verdadero banco central, prestando directamente a los Estados, lo que reduciría
notablemente el pago de intereses de esta deuda, eliminando, prácticamente la
prima de riesgo, que ahora sube y baja en función de los intereses del gran
capital y la banca, principalmente alemana. Para ser más explicito, si el BCE
presta a los bancos al 1% de interés y estos prestan a los Estados al 4 ó 5%,
existe un gran negocio que solamente está beneficiando a la banca, a costa del
esfuerzo fiscal de los ciudadanos europeos, que ven como sus impuestos van a
parar, en gran medida, a las arcas de los grandes bancos, mientras se imponen
drásticos recortes en el estado de bienestar y se sume a la población en el
paro, los bajos salarios y la pobreza.
Pero aunque nos suene muy bien la
música de culpabilizar a Alemania de todos nuestros problemas (en una Europa en
descomposición empezar a buscar enemigos externos, o chivos expiatorios de
nuestros males, es el principio lógico del nacionalismo, del que todavía no
hemos sabido desprendernos), no deja de ser un canto de sirena al populismo más
rampante, obediente de intereses que distan mucho de una Europa fuerte y unida.
El Estado alemán no es el gobierno de Merckel, y a pesar de que nos venden
Alemania como el nuevo dorado europeo, la mayoría de su población no está
siendo beneficiaria de la política de nuevo colonialismo financiero que su
gobierno está aplicando. Un ejemplo: los bajos niveles de desempleo en Alemania
tienen que ver con los minijobs, un modelo de explotación capitalista que
supone cobrar como máximo 450 € al mes, que afecta a casi ocho millones de
trabajadores excluidos de cotizar a la Seguridad Social, es decir, expulsados
del sistema de previsión social, lo que supone un mayor empobrecimiento en la
vejez, al no tener derecho a pensión o ver disminuida ésta drásticamente.
Además los minijobs están empezando a sustituir trabajo regular, porque resulta
mucho más económico para el empresario. La Alemania que está explotando Europa
tiene 16 millones de ciudadanos que están por debajo del umbral de la pobreza
(1 de cada cinco alemanes), mientras en los últimos años se ha pasado de un 45%
de alemanes que tenían más de la mitad de los bienes patrimoniales del país, al
10% en la actualidad. Es evidente que mientras la riqueza del país está siendo
acaparada por un grupo cada vez más reducido de población, al pobreza se
extiendo por toda Alemania afectando a un número creciente de personas.
No es Alemania el problema de
Europa. Quienes están destruyendo el estado de bienestar como seña de identidad
de la construcción europea, y sumiendo a su población en la pobreza y la
exclusión, son los nuevos gurús del neoliberalismo capitalista más brutal que
hemos conocido en el continente durante los últimos setenta años. Por eso no
debemos dejarnos embaucar por la nueva derecha europea y sus medios de
comunicación afines, en busca de falsos chivos expiatorios de nuestros
problemas; para nosotros en la soberbia y rapiña alemana, y para ellos en el
despilfarro del sur de Europa. Esto es falso; los que nos han conducido a esta situación son los
gobernantes europeos: los de la Comisión, el BCE, y los de cada uno de sus
países miembros, todos ellos pertenecientes al mismo club ideológico, que están
destruyendo Europa. Unos por acción, otros por omisión y otros por cobardía de
no enojar al gran capital instalado en los consejos de ministros de toda
Europa.
No es posible una UE sin Alemania, ni siquiera si
reducimos el proyecto de una Europa común al euro, porque aún en esta situación
el euro dejaría de serlo, enfrentando, en el mejor de los casos, a dos Europas:
la del norte contra la del sur, con sus sistemas monetarios diferentes, a una lucha económica
sin piedad, de la que sólo saldría beneficiados países como EE.UU., que
eliminaría un competidor serio para el dólar; Gran Bretaña, que sólo tiene
interés en la UE como un gran mercado que facilite la venta de sus productos y
la libre circulación de sus capitales (no olvidemos que el gran centro
financiero del mundo está en Londres); y como siempre el capitalismo
especulativo, gran beneficiario de esta crisis. Este escenario sólo supone más
pobreza y miseria para la mayoría de los europeos, aquellos ciudadanos como
usted y como yo que veríamos como el estado de bienestar sufriría la puntilla
definitiva, mientras la riqueza se iría acumulando en muy pocas manos.
Los ciudadanos europeos debemos plantarnos ante este
ataque frontal que estamos sufriendo a nuestro modelo de vida, que es
perfectamente sostenible si la riqueza se distribuye y se emplea en mantener el
estado de bienestar, la democracia y la economía social de mercado. Y si el
problema hoy está siendo el gobierno alemán, como máximo adalid del capitalismo
depredador europeo, y sus países adláteres, es necesario que los gobiernos se
planten para corregir las reglas del juego, y si no lo hacen habrá que
cambiarlos a ellos ya, por otros que sí estén dispuestos a defender el
bienestar de sus ciudadanos en el marco de una Europa unida y democrática. Hay que hacer ver a los ciudadanos alemanes
que su gobierno no sólo está raptando a Europa, sino que les está raptando a
ellos mismos. La UE sólo puede ser si todos nosotros tomamos conciencia de su
necesidad y cortamos el paso a aquellos que nos quieren dividir,
enfrentándonos, para que puedan seguir enriqueciéndose a costa de nuestra
pobreza.