Desde posiciones propias de una perspectiva etnológica o del materialismo histórico más vulgarizado (el materialismo cultural de Marvin Harris, pero también el economicismo más vulgar) se ha considerado que el papel del individuo en la Historia es puramente marginal: la Historia sería una disciplina sólo comprensible desde los factores económicos o sociales meramente objetivos, dejando de lado perspectivas idealistas como la de Thomas Carlyle en su obra Los héroes (1841). Cabría a lo sumo realizar una historia de los grupos humanos, ya sea una historia de los mujeres o historia de los negros en Estados Unidos, pero no una historia de las grandes personalidades: los protagonistas de la Historia serían así sustituibles unos por otros, irrelevantes. Como diría Engels, si el lugarteniente Napoleón hubiera sido asesinado en Tolón, otro lugarteniente habría llegado a ser primer cónsul.



