En la guerra de la
información, tal como ocurre durante las hostilidades reales, hay períodos en que se mantiene una activa
propaganda y hay momentos de
supuesta “calma”. Sin embargo, los objetivos y las tareas de la gestión informativa, tanto para la audiencia externa como para la propia, se mantienen
incólumes. Al primer auditorio se le requiere doblegar moralmente, mientras que
al segundo, mantener en guardia su actitud,
frente un oponente creíble. Ejemplifica
el accionar anterior, la
actividad de los medios
internacionales, durante las pasadas elecciones
presidenciales y parlamentarias en
Rusia.
El papel de los
medios masivos de comunicación occidentales en ese momento, sus metas y objetivos fueron
coherentes, con sus acciones y
publicaciones. Igualmente el
financiamiento externo de la oposición rusa, resultó evidente. Con
todo, la campaña de información
psicológica dirigida, en apoyo a la oposición
rusa no prosperó y hoy
prácticamente no existe. En razón de
ello, el Departamento de Estado norteamericano, se plantea renovar la cruzada
contra el "totalitarismo" mientras
exista un demócrata ruso, al
tiempo que el trabajo paralelo de sus promotores
extranjeros continúa.
De lo anterior se
puede concluir, que la guerra fría no ha
terminado, sino que se ha trasladado y transformado en la lucha por la conquista de las mentes
humanas. Existe la sensación por parte de Occidente de que Rusia no ha
cambiado un ápice desde los tiempos de la Unión
Soviética y por su parte, Rusia es de la opinión de que
Occidente no tiene autoridad moral para
darle lecciones. Occidente sostiene que es imperativo promover
revoluciones liberales en los Estados no aliados, entre
ellos la Federación
de Rusia, pasando por alto, que los
rusos tienen varios valores un tanto diferentes.
Los países
occidentales no admiten que se produzca
la restauración del imperio ruso en Europa, soslayando que en su momento Rusia
derrotó a Napoleón, quien pudo
conquistar toda Europa, mas no a Rusia y posteriormente, expulsó a Hitler de su territorio. Lo más
determinante de todo ello, fue que después
de cada guerra, el país se restauró
y llegó a ser aún más fuerte. Como consecuencia de ello, en la memoria
genética de muchos europeos, estos hechos permanecen imborrables.
Lo cierto es que Rusia, no se puede equiparar con el
resto de los países europeos, es otra realidad, un país muy grande, con sus propias tradiciones, que ha desarrollado un sentido de patriotismo, el
cual en gran parte, ya no existe en Europa. Por lo tanto, a Rusia se le teme,
al menos, a la idea de una Rusia fuerte. Es entendible entonces,
que la superación al temor a Rusia, sea
un asunto de generaciones y deba
pasar mucho tiempo para que las mentes
superen los estereotipos y temores de
la guerra fría.
Es evidente, que Occidente
no cree que desde la desaparición de la
Unión Soviética, Rusia haya cambiado. Muchas personas están convencidas de que
Rusia es un país frío y sombrío, con un régimen totalitario y de prisiones
políticas. Piensan que los rusos aún hacen cola para comprar papel higiénico y
salchicha, que sueñan con un televisor
japonés y alemán, pagar la inflación en monedas no convertibles y que
devotamente adoran a occidente, mismo
que por
sapiencia e ilustración, es el
único con capacidad para dirigir al
pueblo ruso por el camino correcto.
Existen estereotipos occidentales elementales, que ha sido impuesto por propagandistas profesionales.
Entre ellos destaca, la notoria embriaguez, pereza y
criminalidad casi congénita del pueblo ruso. Muchos europeos comunes y
corrientes piensan que cada ruso es
miembro de una pandilla callejera, de la mafia o un terrorista profesional. Como se palpa, la promoción interesada de este distorsionado modo de vida, es lo que
explica, que el común de las personas, de antemano le teman a los rusos.
En consecuencia, no es de extrañar que los temas y cuestionamientos respecto a Rusia, se sigan discutiendo en los medios de comunicación
occidentales, y tal
discusión no se detenga. Una y otra vez, seguirán
apareciendo publicaciones anti-rusas, incluso provocadoras. En otras palabras, la
guerra de la información,
sin tregua, continúa.
Por: Euclides E. Tapia C. Profesor Titular de
Relaciones Internacionales de la
Universidad de Panamá.