. No hay ningún número alentador que
puede hacernos ver una pequeña luz al final del túnel, quizá porque estamos en
todos los parámetros por debajo de la media nacional, y el interruptor que
puede iluminar el futuro, aunque sea levemente, sólo se encuentra a partir de la
mitad de ese túnel. Un déficit disparado, un paro galopante, un PIB en
decrecimiento, una deuda asfixiante, un sector productivo en retroceso, y una
corrupción que al igual que el Caballo de Atila no ha dejado hierba a su
paso, han convertido a la C.V. en un
territorio empobrecido, situándonos por debajo de esa línea imaginaria que
dibuja dos Españas: de Madrid para abajo con unas tasas negativas en todo
insoportables, y de Madrid para arriba con cifras que, aunque golpeadas por la
crisis, en algunos casos son de ensueño para los valencianos.
Uno
se pregunta qué bicho le ha picado a esta Comunidad que ha pasado de ser en
menos de veinte años el mirlo blanco de la economía nacional, a estar casi en
el coche escoba del pelotón del Estado de las Autonomías. Qué tipo de
borrachera hemos tenido todos: sociedad, políticos, agentes sociales, Consell,
instituciones y demás participantes en este delirio de grandeza y
enriquecimiento fácil, que han paseado por el mundo una falta de humildad
absoluta, necesaria para no sacar los pies del tiesto. La sociedad por haber
sido cómplice del despilfarro, la oposición por mirar hacia otro lado cuando la
falsa bonanza llenaba los arcas de Hacienda y los agentes sociales por no poner
freno a un enriquecimiento falso, sustentado en la especulación, los salarios
bajos, el empleo precario y la corrupción. Pero el más responsable de todos es
el Gobierno de la Generalitat, que, no lo olvidemos, está ocupado durante estos
últimos casi veinte años por el Partido Popular, que ha sido el artífice, con
sus políticas de gasto desenfrenado y fomento de la corrupción, de llevarnos a
esta situación de absoluta ingobernabilidad y caos económico, por mucho interés
que quiera poner el actual Consell en enderezar la Comunidad.
Por
fin los expertos empiezan a darse cuenta que el principal problema que tiene la
C.V. es de financiación. Cuando el gasto
per cápita es el 78% de la media nacional, ya un gasto menor desde que se
homogeneizó el sistema en 2002, no se puede pensar que el derroche económico
viene producido por políticas de fomento y desarrollo del estado de bienestar,
sino más bien por otros dos motivos que han resultado letales para los
valencianos. El primero de ellos, la galopante corrupción que anida en el seno
de la sociedad, con un grupo selecto de empresarios y políticos del Partido
Popular a la cabeza, que ha supuesto, según Transparencia Internacional, una
pérdida de 1.200 millones de euros en los últimos tres años; 6.000 MM en los
últimos 18 años, según el Informe por la
transparencia y contra la corrupción, presentado en febrero de este año por
el PSPV. Un gravísimo problema todavía no cerrado ni políticamente ni
judicialmente, que de no haberse producido habría evitado muchos males, y sobre
todo, no tendría situada a la C.V. al borde de la quiebra. El segundo motivo
tiene que ver con la financiación, a todas luces insuficiente e injusta, que ha
abocado a los valencianos a encontrarnos en una situación de agravio comparativo
con respecto a los ciudadanos de otras comunidades. Según datos del catedrático
de la Universidad de Valencia Francisco Pérez, el precio que ha pagado la C.V.
por la deficiente financiación entre el periodo 2002-2010 ha venido a suponer
1.000 MM de euros por año, si se estuviera en la media de financiación
nacional, 3.000 MM, si se estuviera en la cabeza, lo que habría evitado el 90%
de la deuda adicional que se ha producido en estos años, situando el
endeudamiento en un razonable 13% (cuatro puntos por debajo de la media
nacional, sin tener en cuenta el coste económico de la corrupción), en lugar
del 29% actual. Esto habría evitado, según publica el diario Levante el 22 de
Marzo de 2013, que en los próximos tres años el Consell tenga que devolver por
el FLA y el Plan de Pagos 2.629 MM al Gobierno Central entre principal en
intereses, con la consiguiente asfixia de la finanzas valencianas.
Estos
tediosos datos, por los que les pido disculpas, nos hacen ver que sólo hay una
solución para salir del socavón financiero en el que se encuentra la C.V.,
necesario para que los valencianos podamos volver a respirar sin miedo a qué
recorte vendrá mañana. Como el dinero de la corrupción no se va a recuperar, el
camino está en acabar con la discriminación que sufre la Comunidad, que se
dibuja por el rediseño de una nueva fórmula de financiación por parte del
Estado. Una negociación que se antoja urgente, a no ser que el ministro Montoro,
con el visto bueno de Mariano Rajoy, lo que pretenda es cargarse el Estado
Autonómico por la vía de la asfixia económica, que debería pasar por la
condonación inmediata de toda la deuda que tiene la C.V. con el Estado,
mientras se soluciona un nuevo modelo de
financiación, con carácter retroactivo, que salde el déficit financiero sufrido
en estos años y siente las bases del futuro económico de la Comunidad sin
despilfarros ni despilfarradores. Pero para ello sería necesario que los
Partidos dejaran de usar la financiación como arma arrojadiza electoral y
asumieran el compromiso con la
ciudadanía de alcanzar un gran pacto que obligue, con una sola voz, a negociar
al gobierno central. La otra solución es la convocatoria urgente de elecciones
y que los ciudadanos decidan, para que no vuelva a suceder que a un niño con
síndrome de down se le deniegue la ayuda con la excusa de que no es
dependiente, como ha sucedido recientemente en este Comunidad, por poner un ejemplo del absurdo al que estamos
llegando.