Luego de la sorpresa, emoción y alegría viene la comprensible pregunta ¿Qué traerá de nuevo el Papa Francisco? Los dones son tareas. Y el hecho significativo de que el Papa Francisco sea latinoamericano constituye un gran regalo pero, a su vez, un desafío y misión.Sus palabras nos plantean una carta de navegación meridianamente clara.La primera lección y desafío es la elección del nombre, que en sí es ya una gran catequesis. San Francisco de Asis es una figura provocadora para quienes se sienten demasiado cómodos en lo suyo; para quienes no miran a su lado y menos al Cristo pobre y desvalido que camina entre nosotros. El Papa Francisco – así, en sencillo - nos indica con ello el tipo de Iglesia y sociedad que quiere construir; el sello que desea imprimir a su pontificado.Su lema papal también plantea desafiantes tareas. “Miserando atque eligendo”. “Y mirando al publicano, lo vio con misericordia y lo eligió”, texto tomado de san Mateo, en el momento de la elección de Levi, el publicano (Mt 9,9). Es tarea de los católicos “mirar con misericordia y comprensión al hombre y mujer de hoy” como lo señaló en una de sus primeras homilías. Su vida como sacerdote, luego obispo y cardenal es un ejemplo vivo de concreción de ese anhelo: recorría su ciudad, la diócesis y las parroquias con una sencillez extraordinaria. Muchas veces se le vió en el bus o en el metro, lo que le permitió conocer de cerca la realidad de su gente.San Francisco de Asís fue un gran reformador de la Iglesia pero no desde el discurso o denuncia de sus errores, que los tenía, sino desde la humildad y cercanía. Más que hablar mucho, hizo mucho. Acogió, se hizo uno con los más pobres. Provocó desde la renuncia. El Papa Francisco quizá emprenda grandes reformas. Posiblemente. Pero la primera de todas es la que nos invitó en sus primeras intervenciones. Una reforma del corazón, una conversión a Cristo.El Papa Francisco nos invita a renovarnos en la fraternidad humana; reconocernos hijos de un padre común, hermanos en el destino humano. Sus gestos develan lo que es común a todos: es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. El Santo Padre nos recuerda desde su prestancia y humildad que no hay nada que temer. Todo católico es Iglesia. La servimos desde distintos carismas pero somos corresponsables en su generación, crecimiento y servicio fecundo. Y la mejor contribución de ella al mundo es, desde la diversidad en la unidad, ser constructores de paz, familia y justicia; mostrarle al hombre el rostro de Cristo, acercarlo a Dios y hacer posible el rostro de Dios para los hombres: dignificar a todo hombre por el simple hecho de serlo.El Papa anhela una “Iglesia de pobres para los pobres”. El desafío constante de dirigir la mirada y atención a quienes se encuentran desvalidos, solos, sufren hambre, frío, soledad es de siempre. El Papa Francisco nos recuerda simplemente que hay que renovar este comprimiso constantemente, yaqu es facil olvidarlo o relegarlo. El peligro de que el mensaje evangélico se disuelva y pierda consistencia esta siempre latente.En su homilia de Domingo de Ramos regaló una nueva pista de comprensión de lo que quiere ser su pontificado: la alegra esperanza cristiana. “No sean hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. No se dejen vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables”. Es a partir de Cristo, con Él y en Él, desde donde nace la gran reforma humanizadora que requiere el mundo. Así lo subrayó el pasado domingo de ramos a los jóvenes: “Ellos deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes”.El Papa Francisco es un regalo para la Iglesia y la humanidad. Una carta de ruta para todos los hombres de buena voluntad.