. Como texto político que habla del poder y la
forma de conseguirlo y mantenerlo resulta muy controvertido, más todavía por el
uso que se la ha dado a lo largo de la historia como justificación del gobierno
alejado de pueblo; hay que tener en cuenta que Maquiavelo escribió un texto en
el que sientan la bases del gobernante renacentista en su lucha por reforzar su
posición frente al “primus interpares” del feudalismo medieval. Sin embargo, es
un tratado que no se puede sostener desde los fundamentos de la democracia
liberal, en donde el gobernante se debe a la sociedad, y la ética debe ser uno
de los principios esenciales de gobierno, y ha
acabado convirtiéndose con el devenir de la historia en un manual para
dictadores (algunas lenguas dicen que era el libro de cabecera de Stalin),
introduciendo en el lenguaje político las palabras de “maquiavélico” o “maquiavelismo”
como conceptos que se refieren bien a una manera despiadada de obtener y
mantenerse en el poder, en el caso de las dictaduras, bien al comportamiento
torticero que se hace del poder entre algunos gobernantes demócratas, poniendo
por encima de la ética sus objetivos políticos o personales. La frase, que
nunca dijo, pero otorgada a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, que
puede resumir parte de sus ideas expuestas en “El Príncipe”, se ajusta
perfectamente al modo de entender el poder de algunos políticos en democracia.
Ejemplos
en la reciente historia de España hay muchos, tantos que sacrifican la lógica
del buen gobierno a las estrategias políticas de los dirigentes de los
Partidos, que harían imposible citarlos todos. Quizá porque según otras lenguas
la fuente de inspiración para la obra de Maquiavelo fue el rey Fernando de
Aragón, y los españoles todavía no hemos
sabido deshacernos, a pesar de los siglos, de esa forma maquiavélica de
entender el poder. Pero para ilustrar el maquiavelismo actual entre nuestra
clase política me gustaría fijarme en el problema, tremendamente perverso de la
moción de censura en el Ayuntamiento de Ponferrada, y ojo, este es un ejemplo que
al haber saltado a las redes sociales y medios de comunicación ha traspasado la
barrera de la ignorancia ciudadana, pero casos como este, en el que no importan
los aliados siempre que den el poder, existen demasiados para lo que sería deseable
en democracia.
La
moción de censura en el Ayuntamiento de Ponferrada, por la cual el PSOE alcanza
la alcaldía apoyándose en el Partido y voto de un condenado por acoso sexual,
es un absoluto despropósito que tiene que ver con la forma de interpretar el
poder de los Partidos en España. Por eso, cuando el PP, que ahora tanto se
escandaliza, alcanzó hace dos años la alcaldía con los votos del mismo acosador
y el mismo Partido, todo quedó en el más absoluto de los olvidos mediáticos (lo
que nos debería hacer reflexionar también sobre quiénes manejan los hilos de
las redes sociales, a la hora de introducir campañas). El PSOE lo debió ver
bien pues no denunció los hechos a la opinión pública, quizá en un medido
cálculo, pero erróneo, de sus intereses electorales en la localidad, o quizá
porque realmente les importaba “un pimiento” que un acosador sexual tuviera la
llave de la gobernabilidad en el pueblo. Lo que dice bien poco, con los hechos,
del grado de interés que les provoca las políticas de igualdad en la práctica.
Por un motivo o por otro no parecen haber tenido problema para apoyarse en el exalcalde
acosador, una vez que este inicia la vendetta contra sus anteriores
correligionarios de Partido, y alzarse
con la alcaldía mediante una moción de censura. Y aquí es donde entra la
actitud maquiavélica del PSOE. Podemos pensar que los concejales socialistas de
Ponferrada tienen otros intereses muchos más espurios por hacerse con la
alcaldía, que los meramente políticos, como así se ha visto tras su abandono en
bloque del PSOE, cuando este les ha exigido su renuncia. Pero no podemos entender el comportamiento de
los dirigentes socialistas en todo este caso.
Los
ciudadanos, tristemente, cada vez tenemos más claro que la moción de censura se
ha hecho con el visto bueno de la dirección del PSOE y de su secretario
general, y las peticiones de perdón (en este país se está pidiendo ya
demasiadas veces perdón), caras de inocencia, declaraciones de “no sabíamos el
alcance de la moción”, tuits a posteriori, y busca de un chivo expiatorio, ya
no cuelan, porque el PSOE, o su dirección federal y regional, sabía
perfectamente lo que se estaba cociendo en Ponferrada y lo dieron por bueno.
Todos los dirigentes sin excepción; incluso hubo una carta firmada por 350
militantes de Castilla-León, denunciando el caso. ¿Cómo quieren recuperar el
pulso de la ciudadanía si se prestan a estos juegos de maquivelismo político y
cuando se les pilla, nos tratan como tontos?
No
se puede gobernar ni ser oposición a golpe de encuestas o campañas en las redes
sociales, y Rubalcaba y su equipo de dirección socialista, vive preso, como un
rehén, de ellas. El asunto de Ponferrada es una gota más en el alejamiento de
la ciudadanía. Porque a la izquierda se le debe exigir la ética política que la
derecha, por lo menos en España, no tiene, y no sólo eso. Hacen falta
definiciones claras de cuáles son sus propuestas e ideas, para sacar a la
sociedad española de la crisis económica y política, pero también anímica, para
que podamos empezar a mirar el futuro con cierta esperanza de mejorar. Algo
para lo que la dirección actual ya se ha mostrado insolvente e incapaz de
liderar ese proceso. Los militantes lo saben, y si dejan de enredarse entre
ellos en las agrupaciones locales, ha llegado el momento de que tomen el timón
de la situación. Si el socialismo
democrático no es capaz de liderar el cambio ordenado que la sociedad española,
mayoritariamente, está reclamando, nos quedan muchos años de turbulencias
políticas y empobrecimiento, pues las nuevas formaciones políticas que les
pueden mandar a la papelera de la historia sino reaccionan, todavía tardarán
bastante tiempo en convertirse en opciones solventes de gobierno.