Maquivelo en Ponfarrada

En 1531 se publica, póstumamente, en Roma “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, quizá el tratado político más famoso de la historia, por ser un texto que razona cuál deber ser el comportamiento de los gobernantes, más allá de consideraciones religiosas y éticas.  Como texto político que habla del poder y la forma de conseguirlo y mantenerlo resulta muy controvertido, más todavía por el uso que se la ha dado a lo largo de la historia como justificación del gobierno alejado de pueblo; hay que tener en cuenta que Maquiavelo escribió un texto en el que sientan la bases del gobernante renacentista en su lucha por reforzar su posición frente al “primus interpares” del feudalismo medieval. Sin embargo, es un tratado que no se puede sostener desde los fundamentos de la democracia liberal, en donde el gobernante se debe a la sociedad, y la ética debe ser uno de los principios esenciales de gobierno, y ha  acabado convirtiéndose con el devenir de la historia en un manual para dictadores (algunas lenguas dicen que era el libro de cabecera de Stalin), introduciendo en el lenguaje político las palabras de “maquiavélico” o “maquiavelismo” como conceptos que se refieren bien a una manera despiadada de obtener y mantenerse en el poder, en el caso de las dictaduras, bien al comportamiento torticero que se hace del poder entre algunos gobernantes demócratas, poniendo por encima de la ética sus objetivos políticos o personales. La frase, que nunca dijo, pero otorgada a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, que puede resumir parte de sus ideas expuestas en “El Príncipe”, se ajusta perfectamente al modo de entender el poder de algunos políticos en democracia.

 

.  Como texto político que habla del poder y la forma de conseguirlo y mantenerlo resulta muy controvertido, más todavía por el uso que se la ha dado a lo largo de la historia como justificación del gobierno alejado de pueblo; hay que tener en cuenta que Maquiavelo escribió un texto en el que sientan la bases del gobernante renacentista en su lucha por reforzar su posición frente al “primus interpares” del feudalismo medieval. Sin embargo, es un tratado que no se puede sostener desde los fundamentos de la democracia liberal, en donde el gobernante se debe a la sociedad, y la ética debe ser uno de los principios esenciales de gobierno, y ha  acabado convirtiéndose con el devenir de la historia en un manual para dictadores (algunas lenguas dicen que era el libro de cabecera de Stalin), introduciendo en el lenguaje político las palabras de “maquiavélico” o “maquiavelismo” como conceptos que se refieren bien a una manera despiadada de obtener y mantenerse en el poder, en el caso de las dictaduras, bien al comportamiento torticero que se hace del poder entre algunos gobernantes demócratas, poniendo por encima de la ética sus objetivos políticos o personales. La frase, que nunca dijo, pero otorgada a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, que puede resumir parte de sus ideas expuestas en “El Príncipe”, se ajusta perfectamente al modo de entender el poder de algunos políticos en democracia.
            Ejemplos en la reciente historia de España hay muchos, tantos que sacrifican la lógica del buen gobierno a las estrategias políticas de los dirigentes de los Partidos, que harían imposible citarlos todos. Quizá porque según otras lenguas la fuente de inspiración para la obra de Maquiavelo fue el rey Fernando de Aragón, y los españoles  todavía no hemos sabido deshacernos, a pesar de los siglos, de esa forma maquiavélica de entender el poder. Pero para ilustrar el maquiavelismo actual entre nuestra clase política me gustaría fijarme en el problema, tremendamente perverso de la moción de censura en el Ayuntamiento de Ponferrada, y ojo, este es un ejemplo que al haber saltado a las redes sociales y medios de comunicación ha traspasado la barrera de la ignorancia ciudadana, pero casos como este, en el que no importan los aliados siempre que den el poder, existen demasiados para lo que sería deseable en democracia.

            La moción de censura en el Ayuntamiento de Ponferrada, por la cual el PSOE alcanza la alcaldía apoyándose en el Partido y voto de un condenado por acoso sexual, es un absoluto despropósito que tiene que ver con la forma de interpretar el poder de los Partidos en España. Por eso, cuando el PP, que ahora tanto se escandaliza, alcanzó hace dos años la alcaldía con los votos del mismo acosador y el mismo Partido, todo quedó en el más absoluto de los olvidos mediáticos (lo que nos debería hacer reflexionar también sobre quiénes manejan los hilos de las redes sociales, a la hora de introducir campañas). El PSOE lo debió ver bien pues no denunció los hechos a la opinión pública, quizá en un medido cálculo, pero erróneo, de sus intereses electorales en la localidad, o quizá porque realmente les importaba “un pimiento” que un acosador sexual tuviera la llave de la gobernabilidad en el pueblo. Lo que dice bien poco, con los hechos, del grado de interés que les provoca las políticas de igualdad en la práctica. Por un motivo o por otro no parecen haber tenido problema para apoyarse en el exalcalde acosador, una vez que este inicia la vendetta contra sus anteriores correligionarios de Partido,  y alzarse con la alcaldía mediante una moción de censura. Y aquí es donde entra la actitud maquiavélica del PSOE. Podemos pensar que los concejales socialistas de Ponferrada tienen otros intereses muchos más espurios por hacerse con la alcaldía, que los meramente políticos, como así se ha visto tras su abandono en bloque del PSOE, cuando este les ha exigido su renuncia.  Pero no podemos entender el comportamiento de los dirigentes socialistas en todo este caso.

            Los ciudadanos, tristemente, cada vez tenemos más claro que la moción de censura se ha hecho con el visto bueno de la dirección del PSOE y de su secretario general, y las peticiones de perdón (en este país se está pidiendo ya demasiadas veces perdón), caras de inocencia, declaraciones de “no sabíamos el alcance de la moción”, tuits a posteriori, y busca de un chivo expiatorio, ya no cuelan, porque el PSOE, o su dirección federal y regional, sabía perfectamente lo que se estaba cociendo en Ponferrada y lo dieron por bueno. Todos los dirigentes sin excepción; incluso hubo una carta firmada por 350 militantes de Castilla-León, denunciando el caso. ¿Cómo quieren recuperar el pulso de la ciudadanía si se prestan a estos juegos de maquivelismo político y cuando se les pilla, nos tratan como tontos?

            No se puede gobernar ni ser oposición a golpe de encuestas o campañas en las redes sociales, y Rubalcaba y su equipo de dirección socialista, vive preso, como un rehén, de ellas. El asunto de Ponferrada es una gota más en el alejamiento de la ciudadanía. Porque a la izquierda se le debe exigir la ética política que la derecha, por lo menos en España, no tiene, y no sólo eso. Hacen falta definiciones claras de cuáles son sus propuestas e ideas, para sacar a la sociedad española de la crisis económica y política, pero también anímica, para que podamos empezar a mirar el futuro con cierta esperanza de mejorar. Algo para lo que la dirección actual ya se ha mostrado insolvente e incapaz de liderar ese proceso. Los militantes lo saben, y si dejan de enredarse entre ellos en las agrupaciones locales, ha llegado el momento de que tomen el timón de la situación.  Si el socialismo democrático no es capaz de liderar el cambio ordenado que la sociedad española, mayoritariamente, está reclamando, nos quedan muchos años de turbulencias políticas y empobrecimiento, pues las nuevas formaciones políticas que les pueden mandar a la papelera de la historia sino reaccionan, todavía tardarán bastante tiempo en convertirse en opciones solventes de gobierno.

UNETE



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