Hoy es el día elegido para comenzar el cónclave que designará al Papa número 266 de la lista oficial de Papas, excluidos los antipapas. Son 115 cardenales de entre los que deberá salir el nuevo pontífice, por tanto el margen para la sorpresa es bien pequeño. La verdad es que el Espíritu Santo lo tiene difícil con tan menguada libertad para elegir Papa. En primer lugar, no puede elegir a la mitad de los cristianos porque son mujeres y según las normas dadas por la propia Iglesia, que no por Dios, una mujer no puede ser Papa, tampoco puede dirigir una comunidad, ni presidir una Eucaristía, ni dispensar los sacramentos reservados a los varones por la misma Iglesia. Las mujeres, en la actual Iglesia, y por deseo expreso de Juan Pablo II, no revocado por el último Papa, no pueden acceder al sacerdocio ministerial, es decir, al servicio a la comunidad en su grado más alto, aunque sí pueden ser las verdaderas servidoras de las comunidades. No olvidemos que a ellas está casi reservado todo lo relacionado con la limpieza, educación y atención a personas en la Iglesia. Pero no les está permitido presidir esas mismas comunidades a las que sirven con tanto ahínco. Los varones, aunque somos minoría en el quehacer cotidiano de las iglesias, sí podemos acceder a esos puestos de presidencia y decisión, y podemos porque así lo ha decidido la mayoría de varones que siempre han gobernado la Iglesia.