. Una pesadilla que rememoraremos en unos días más pero que,
para la inmensa mayoría de los chilenos, pareciera que sigue fresca y viva. Una
fecha que se vuelve invitación a la reflexión, a repensar nuestro proyecto de
país y, sobre todo, nuestras propias vidas. Recordaremos a quienes fallecieron
en esa trágica noche. Una oración por sus almas une y regala paz al alma.
Un terremoto remece todo,
literalmente. No es solo un asunto de vigas y piso, lo que ya es bastante. Nos
descompone existencialmente, como en efecto ocurrió. Muchos entre nosotros aún
no logran cerrar heridas, siendo que buena parte de lo caído ese día ya se
encuentra en pie.
Somos un país sísmico y
volcánico. Contamos con condiciones climáticas y una naturaleza envidiables,
pero a ello hay que sumar también este lado débil, imperceptible, que cual
espada de Damócles cuelga sobre nuestras vidas. Es bueno asumirlo en forma
realista y convivir de buen ánimo con ello. Una primera invitación es a ser
responsables en las construcciones, precavidos en el trato con el entorno y
vigilantes con las fuerzas de la naturaleza, sobre todo nuestro mar “que
tranquilo nos baña”.
La pregunta que surge es porqué
un mundo tan frágil, tan débil y, sobre todo inestable. Ahí radica justamente
una de las genialidades del Creador. Con ello nos recuerda claramente nuestra
esencial dependencia de Él. Pareciera ser que no podemos mirar más allá del día
a día, proyectarnos a un futuro que se esconde entre tinieblas.
El creyente se aventura en este
mar de incertidumbres con la certeza de la fe. Ella regala luz a un futuro que
no es oscuridad. Dios quiere el bien para el hombre. De ahí que, por misterioso
que sea, toda calamidad, cualquiera sea la dificultad que se nos presente, todo
va para bien de quienes esperan en Él. Y, así y todo, la vida igual es un
claroscuro en que caminamos a tientas. “La fe no elimina las preguntas; es más,
un creyente que no se hiciera preguntas acabaría encorsetándose” dice Benedicto
XVI en un discurso sobre la fe.
El terremoto nos llevó y enseñó
a ser más solidarios. Comprobamos cuan dependientes somos unos de otros. Nadie
camina solo. Nos necesitamos más de lo que creemos.
Una película sobre el terremoto
acierta en este punto. Muestra cómo el trabajo conjunto permite abordar y
superar las dificultades con mayor facilidad. Tender una mano será siempre
fuente de paz, amistad, bienestar.
Somos un país construido a
pulso, a fuerza de vencer dificultades. No nos ha sido fácil. Tanto más debemos
quererlo, apreciarlo y cuidarlo.Hugo Tagletwitter: @hugotagle