. Lo estamos viendo en Castellón estos días después
de la borrachera de titulares grandilocuentes que nos ha dado FITUR, (no hay
nada peor que ponerle el micrófono a determinados políticos cuando están
hambrientos de protagonismo), con profusión de autoridades y personalidades, y
propaganda suave y evanescente, sobre las bondades turísticas de este trozo del
mediterráneo. Está bien todo ello si no fuera por el desenfoque que produce la
realidad, que sólo nos habla de una ausencia total de planes integrados de
turismo provincial, asunto que no es el objeto de este artículo y la poca
sensibilidad que tienen las autoridades ante los pequeños detalles, esos que
acaban dando contenido a las grandes intenciones, que tanto llenan la boca en
FITUR a nuestros dirigentes.
Pero
la realidad nos la desayunamos cada día, con una precisión de reloj suizo, y
acaba poniendo a cada uno en su sitio. Un sitio muy gris para los gestores del
Ayuntamiento de Castellón que se están demostrando incapaces para la gestión
del patrimonio cultural de la ciudad, algo que bien conducido es una fuente de
promoción turística y crecimiento
económico. Esto es lo único que cabe pensar después de la confusión generada en
el equipo de gobierno municipal por la caída del monumento de Ripollés:
“Homenaje a las Víctimas del Terrorismo”, que han vivido en la duda diletante
de si levantarlo nuevamente o dejarlo como estaba. Pero lo más triste de esto
es el debate palurdo habido sobre el coste de la reparación, más allá de los
diálogos metafísicos del autor con la obra. ¡Qué a los castellonenses no le
cueste ni un euro! se ha dicho con desparpajo e ignorancia, como si arreglar un
monumento perteneciente al patrimonio cultural de la ciudad fuese un delito
porque tiene coste. Esta mentalidad de aceptar vivir en un país en derribo
porque el imperio del dinero tiene colonizado nuestros actos y pensamientos,
nos está llevando a una ruina material y espiritual de la que va a ser muy
difícil salir. Es el ayuntamiento el responsable de su patrimonio y no puede
hacerse “el longi” sobre la conservación de este. Si tiene que pagar él que
pague, y si tiene que exigir a las aseguradoras o a quién corresponda correr
con ese gasto, que lo haga, pero que dejen de tomarnos el pelo, con un debate
de tinte monetarista, en el que la oposición tampoco debería haber entrado.
Con
estos mimbres de interés por la cultura aparece el vestigio de una torre del
Portal del Migdia del siglo XIV, un hallazgo que tiene una relevancia cultural
e histórica de primer orden para la ciudad de Castellón. Fíjense que ésta se
funda a mediados del siglo XIII, y los restos encontrados pertenecen al siglo
XIV, es decir, como máximo de un siglo después. Estamos, entonces, ante la
primera muralla que tuvo la ciudad, y ante una de las puertas que posiblemente
se cerraron cuando el noble Martín fue a tomar posesión de la villa en 1368, después
de que su padre el rey Pedro IV le otorgara el título de Conde de la Plana, al
negarse la población a volver a ser de señorío, es decir, pertenecer a un
señor. Una rebelión popular que al final consiguió que Castellón volviese a ser
incorporada a la corona, como villa de realengo, algo que en aquella época no
era poco, dado que los señoríos escapaban a las leyes reales, y eran gobernados
al antojo del señor feudal.
Una
ciudad no respetuosa con su pasado, es una ciudad sin raíces en las que
sustentarse, y por tanto al albur incierto del futuro. Las ciudades más
importantes del mundo se sienten orgullosas de su pasado, lo miman y lo ponen
en valor como una seña de identidad y un valor de atracción cultural. Incluso las
ciudades estadounidenses se aferran a su corta historia para dar sentido a su
presente y su futuro. Esta sensibilidad es justo la que no tienen los
dirigentes municipales, que han optado, para no modificar el trazado del
trolebús en construcción, por tapar el hallazgo, con el peregrino argumento de
que así se conservará mejor para las generaciones futuras eso sí, después de
tener que haberlo declarado, por imperativo legal, Bien de Interés Cultural,.
Es tanta su obcecación economicista y de tal tamaño su torpeza, que son
incapaces de escuchar la propuesta de la oposición socialista de desviar unos
metros el trazado del trolebús, para preservar, a la luz pública, unas ruinas
de tanta importancia para la cultura de la ciudad. Menos mal que ni el Consell
ni el Ayuntamiento gobiernan más allá de las tierras valencianas; estos serían
capaces de cubrir con grava el Foro Romano o las Cuevas de Altamira. Y eso que
el Portal del Migdía ahora descubierto va a tener suerte, porque el anterior
lienzo de muralla que se encontró cuando se excavaba para hacer el parking de
la Avda. del Mar, fue directamente derruido por las máquinas, sin que ninguna
autoridad lo impidiese.
El
otro bofetón de realidad tras la resaca de FITUR tiene que ver con los Parajes
Naturales de la provincia de Castellón, como una muestra de la mala gestión de las empresas
públicas, convertidas en agencias de colocación de afines al Partido Popular de
la Comunidad Valenciana. Nos encontramos con el anuncio de que los centros de
interpretación de los parajes naturales provinciales van a cerrarse los fines
de semana, porque VAERSA, la empresa encargada de su gestión, va a despedir al
70% de la plantilla, y no va a tener personal para atenderlos, justo los días
que más afluencia de visitantes tienen, y por tanto más necesarios es que estén
abiertos. Esto es el colmo de la insensatez y la muestra del pozo en el que
está cayendo la gobernanza de esta Comunidad. ¿Cómo se pueden conservar estos
espacios si los centros de interpretación se cierran por falta de personal? ¿Qué
promoción turística se puede hacer de la maravillosa naturaleza de Castellón,
si los días de más visitantes permanecen cerrados los centros de
interpretación? ¿Alguien, después de FITUR, va a empezar a poner orden a tanto
despropósito turístico? ¿Nada tienen que decir los ayuntamientos afectados, o
la Diputación, por el abandono institucional que van a sufrir estos parajes?
“No
hay manera…” canta Coque Malla en su canción “No puedo vivir sin ti”. Nuestro
problema es que no hay manera de vivir con tanto absurdo político. Pero podemos
vivir sin ellos.