. Lo hizo con la misma sencillez con que asumió su
cargo hace ya casi 8 años. “Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el
ministerio petrino” señaló. Y reconoce humildemente su “incapacidad para
ejercer bien el ministerio”. El 28 de este mes a las 20 horas, se hará efectiva
su renuncia, como el mismo lo aclaró. Para Pascua de Resurrección, fines de
marzo, habrá nuevo Papa.
La
decisión papal fue madurada en la oración, decantada al pie de la cruz,
reflexionada en la Eucaristía diaria y en conversación con sus más íntimos
colaboradores. Podemos tener la absoluta certeza y tranquilidad que ha sido lo
correcto. Es fruto de un profundo amor a la Iglesia, auscultando lo que la
Providencia quiere de ella para este siglo XXI.
El Papa
confirmó lo que ha sido su gran motivo de vida: el amor a la Iglesia, a Dios y
a los hombres ¿Qué es lo mejor para ella en este tiempo? se preguntó. Dejar que
savia nueva conduzca la barca de Pedro. Con esto muestra su profunda fe, la
convicción absoluta que Dios conduce a su Iglesia y que toda su estructrura no
es más que un servicio a la gran causa que es llevar el Evangelio, la vida, la
verdad y justicia, a todos los hombres. La Iglesia, en primer lugar pastores y
consagrados, no está ahí para servirse a sí misma sino para servir a los
hombres.
Nadie
es imprescindible. Con los años constato que aquellos que se sienten
imprescindibles son los más prescindibles de todos. Hay que ser muy valiente y
generoso para reconocer la hora de hacer cambios y, con su decisión, Benedicto
XVI no solo lo dice sino que lo realiza ejemplarmente. Su grandeza y libertad
interior se muestran en todo su esplendor con esta decisión. Una lección tan
grande como sus tres encícilicas, a la altura de toda su gran teología, que ya
abarca varios volúmenes.
Pero no
nos debe sorprender tanto. El Papa ha vivido renunciando: a una familia, a su
país, a su docencia, a darse gustos y lujos. Su vida ha sido pura gratuidad y
entrega abnegada a la Iglesia. Esta última renuncia corona una cadena de
postergaciones por su gran amor de la vida: Jesús, Cristo y su Iglesia.
Decisión
valiente que interpela a un mundo exitísta, a quienes se apegan al poder,
aplausos, influencias; en que son pocos los que “se hacen a un lado” cuando la
ocasión lo requiere ¡Gracias por el notable ejemplo! La Iglesia ha ganado mucho
con esta decisión.
Ahora,
los católicos están invitados a rezar por el nuevo Papa, cuyos desafíos son muy
grandes: nos adentramos en el año de la fe, en julio es el encuentro mundial de
jóvenes en Rio de Janeiro y varios puntos más en una apretada y fascinante
agenda. El nuevo Papa será el mejor y el más apropiado para este nuevo tiempo. Eso
lo sabe Benedicto XVI. Ya que ha sabido siempre que es Dios quien conduce a su
Iglesia.
P.Hugo Tagle
twitter: @hugotagle