La delusión es un concepto
que refiere a una falsa creencia sostenida con absoluta convicción a pesar de
la superior evidencia. Se origina en la palabra latina “deludere”, que también
lo relaciona a una imagen sin verdadera realidad.
¿A qué viene esta
palabra? Pues a lo que sucede con
Bolivia, país vecino a Chile que desde inicios del Siglo XX reclama una
solución a su enclaustramiento marítimo, supuestamente derivado de la Guerra
del Pacífico (1879 a 1883). No se explicará aquí el detalle de porqué se llega
a esta delusión, pues ella se ha difundido lata y extensamente en diversos
artículos y exposiciones, pero es esencial hacer notar que bajo la dominación
de la Corona Española nunca se dictó una cédula real que otorgase litoral a la
Audiencia de Charcas, antecesora de la nación de Bolivia y cuya gestación data
de 1825.
Sin lugar a dudas el Tratado
de 1904[1]
zanjó los límites entre Bolivia y Chile. Firmado tras más de veinte años de
concluida la contienda, le significó a Chile solo reivindicar un territorio que
siempre fue suyo y a Bolivia el renunciar a la pretensión de ser poseedor de
dicho territorio. Años después, en 1920, Bolivia quiso revertir dicho tratado
en la Sociedad de las Naciones pero obtuvo una contundente respuesta negativa por
constituir un tratado territorial intangible y a perpetuidad.
Pero lo fundamental es que
esta tesis es respaldada por un destacado diplomático y jurista peruano, el
doctor Alberto[2]
Ulloa y Sotomayor, quién en 1987 dio a conocer sus investigaciones sobre los
límites de Perú con los países que le son vecinos, dedicando el primero de los
tomos de su Historia Internacional y Diplomática del Perú a los límites concernientes
a Chile, exponiendo en las páginas 76-80 un resumido pero interesante esquema
en el cual prueba con meridiana claridad que, sin lugar a dudas, el Perú desde
la época de la Conquista limitó en su sección meridional (sur) solo con Chile.
Esta obra y sus tesis recibieron desde un comienzo el apoyo irrestricto del
Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, siendo revisado concienzudamente
por una comisión ad hoc de la que formaron parte el diplomático e historiador
peruano don Guillermo Lohmann Villena y el Ex – Embajador en Chile don Arturo
García y García, quien redactó el prólogo.
El Tratado de Paz y Amistad
firmado entre Bolivia y Chile determinó por parte de Chile el cumplimiento de una
serie de concesiones en beneficio del país vecino. Entre ellas las principales estaban
la construcción a su costo de un ferrocarril desde Arica a la Paz y el libre
derecho a tránsito comercial por su territorio y acceso a los puertos en el
Pacífico.
Estos compromisos han sido
cumplidos por Chile, incluyendo importantes inversiones para el almacenamiento
de mercadería boliviana. Una prueba de ello es la noticia publicada en un medio
nacional en marzo del 2012, que daba cuenta de la sorpresa que significó para
una delegación de empresarios bolivianos el conocer la infraestructura
logística financiada por Chile y que actualmente es desaprovechada por Bolivia.
Estas instalaciones, situadas en la localidad de Alto Hospicio, en la Primera
Región, estarían avalando el cumplimiento de las disposiciones contenidas en
dicho Tratado, mientras que su no utilización demostraría incapacidad o desinterés
por parte del país altiplánico por aprovechar esas franquicias para contribuir
a impulsar su desarrollo económico. Estos mismos empresarios bolivianos
celebraron en Arica los avances de la reposición del ferrocarril a La Paz y
conocieron el proyecto que dará vida a una Zona de Extensión de la Actividad
Portuaria en Lluta.
Lo triste de esta delusión
boliviana es que sucesivos gobiernos han impregnado a su pueblo de la creencia que,
al no contar con mar soberano, nunca podrán ser un Estado desarrollado. La
verdad es que solo el desarrollo humano mediante la educación y la formación
llevarán a Bolivia a ser un país moderno y pujante. Ejemplos de ello son países
como Suiza y Austria, los que, pese a ser mediterráneos, han consolidado su desarrollo
y poseen una alta calidad de vida.
Es de lamentar también que
algunos gobernantes sudamericanos apoyen esta delusión boliviana, en gran
medida por las campañas comunicacionales provenientes del Palacio Quemado. Sin
lugar a dudas ellos tienen el legítimo derecho de apoyar las pretensiones
bolivianas, siempre y cuando esa posición se funde en argumentos valederos y
concordantes con la historia y el derecho.
[1] El
tratado fue finalmente firmado en Santiago de Chile el 20 de octubre de 1904.
El gobierno de Bolivia lo aprobó el 11 de noviembre siguiente, durante la
presidencia de Ismael Montes, y sería convertido en ley por el Congreso de
dicho país el 4 de febrero de 1905. La ratificación del tratado sería realizada
por Chile el 5 de febrero de ese año y el 10 de marzo por Bolivia, siendo ese
día canjeadas en La Paz. El tratado fue finalmente promulgado en Chile el 21 de
marzo de 1905 y publicado en el Diario Oficial de la República de Chile el 27
del mismo mes.
[2]
Exposición “A propósito de la pretensión de la Republica de Bolivia de acceder
al litoral del Océano Pacífico. La cuestión del despoblado de Atacama según los
documentos oficiales y la cartografía virreinal (1559-1821)”. Ph.D. Hugo
Ramírez Rivera, profesor de Geografía Histórica en el Instituto de Geografía de
la Pontificia Universidad Católica de Chile. Anuario 2005 de la Revista
Infantes de la Patria, páginas 102 a 123.