. Y no es que hoy exista menos inseguridad pública
porque los asaltos, los “carjacking”, las extorsiones, los secuestros exprés
siguen casi en sus mismos índices e incluso, en algunos casos, han aumentado.
Todo es que, prácticamente, han cesado las espeluznantes y sangrientas
ejecuciones públicas.
De acuerdo
con la nota publicada en El Diario ayer sábado, "La cobertura educativa y
la aprobación de leyes más rígidas para combatir la impunidad fueron los
factores que le permitieron a Chihuahua y Ciudad Juárez salir del listado de
las primeras 10 ciudades más violentas del mundo, coincidieron el gobernador,
el fiscal general y diputados de la Comisión de Seguridad Pública."
"En el
mismo tenor se manifestaron en Juárez, el alcalde Héctor Murguía, el secretario
de Seguridad Pública, Julián Leyzaola y el fiscal de la zona Norte, Jorge
González Nicolás. Estos dos últimos no obstante coincidieron en que aún no se
pueden 'echar campanas al vuelo'."
“Nos alienta
la manera en que Chihuahua y particularmente la ciudad que había sido decretada
en dos ocasiones como la más violenta del mundo, hoy pasa a ser la ciudad
número 19”, expresó el gobernador, acerca del reciente informe del Consejo
Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal. Fin de la cita a nota de
El Diario.
Para
empezar, es de señalar que los mentados Consejos Ciudadanos no están integrados
con una representatividad real porque, si bien están conformados por personajes
del mundo empresarial, académico y social, lo cierto es que obedecen más a otro
tipo de intereses que a los realmente ciudadanos. Es decir, se dedican a
complacer las pretensiones de protagonismo de los gobernantes en turno, a
despecho de lo que realmente piensa la ciudadanía.
Del anterior
razonamiento se deriva en consecuencia que, tales eventos, no son más que
golpes mediáticos premeditados y totalmente infundados que, ante la coyuntura
electoral del momento, pretenden fijar en la mente de los juarenses votantes
que los resultados son fruto del trabajo realizado, pero solo el que realizaron
las autoridades locales, como si en esa estrategia de los tres o cuatro años
anteriores no hubiese participado el gobierno federal, y como si ese trabajo no
tuviera que ver con los resultados que hoy presumen el Gobernador y el Alcalde
de Juárez. Este acto "impresionista" fue avalado por liderazgos
locales que simpatizan con el partidos de nuestros gobernantes o que pretenden
congraciarse con ellos, por diversos fines, menos los de buscar un real
beneficio para los juarenses, para la ciudad.
El Diario
digital inició una consulta el pasado viernes, en la que preguntó: "Ciudad
Juárez pasó del primer lugar al sitio 19 en el ranking mundial de ciudades
violentas ¿A qué atribuyes ese cambio?"
Y lo que
piensan los juarenses lectores de El Diario, echa por tierra el triunfalismo y
protagonismo de nuestras autoridades, porque con 1 mil 396 votos hasta la
madrugada de este sábado, 788 lectores (56.42 por ciento) piensan que esa
disminución se debe a que los cárteles del crimen organizado ya se arreglaron;
en segunda posición, y muy en la tónica de la primera, 413 lectores (29.61 por
ciento) opinan que es porque los sicarios ya acabaron a los “ejecutables“. Es
decir, casi 87 por ciento de los encuestados no atribuyen a la autoridad la
mejora en el índice de asesinatos violentos. Casi 9 de cada 10.
Luego, pero
ya muy lejos de los porcentajes anteriores, 87 votantes (6.24 por ciento) creen
que se debe a la acción de la Policía Municipal; 67 (4.8 por ciento) creen que
es por la coordinación entre Federación, Estado y Municipio; 27 usuarios (1.94
por ciento) de la versión digital de El Diario creen que se debe a la
persecución de los delincuentes por la Fiscalía del Estado y, finalmente solo
14 (1 por ciento) dijeron que no les importa, que les da igual. Resumiendo,
apenas 1 de cada 10 juarenses -según este sondeo realizado por El Diario-
piensa que la criminalidad bajó por efecto de la acción de algún nivel de
gobierno, o por la acción coordinada de todos.
De dónde
sale pues, razonadamente fundado, ese protagonismo con el que pretenden
arrogarse los funcionarios locales un resultado que, bien a bien, aún no se sabe
cómo es que llegamos al mismo. La verdad es que en trasfondo de todo esto hay
algo peor. Que huele feo por lo que implica y por la vergonzosa complacencia de
quienes deberían estar exigiendo resultados en otros temas de gran sensibilidad
y urgencia para los juarenses, como por ejemplo, las flagrantes y cada vez más
frecuentes violaciones a los derechos humanos que cometen los policías
municipales, y que en su mayoría quedan impunes, así como los casos en los que
los mismos efectivos policíacos han sido señalados como extorsionadores y
asaltantes.
Pues no, la
verdad es que no hay forma de creer lo que nos dijeron en su fastuoso y
faraónico evento del viernes, en el que además de los mencionados gobernantes
una serie de personeros y aplaudidores profesionales, tanto integrantes de sus
propios gabinetes como “destacados liderazgos” de la frontera, hicieron eco de
las afirmaciones que aseguran que el “caso Juárez” es emblemático de un buen
trabajo de contención de la violencia realizado, claro, por los que dicen que
lo hicieron.
Y no hay
forma de creerles no porque uno sea desconfiado, o porque milite en otro
partido distinto al de ellos, o porque nos caigan mal y siempre estemos viendo
la forma de molestar. No, por nada de eso. Simple y sencillamente no hay forma
de creerles porque el tema de la seguridad pública en Ciudad Juárez no solo se
retrotrae a las ejecuciones del narco en las calles. Sí, ese fue por tres años
consecutivos el índice –escandaloso y sobresaliente- que colocó a la Ciudad
como la más violenta del mundo, pero específicamente en el tema de los
asesinatos con violencia, las ejecuciones pues. Índice que se mide en un
determinado número de asesinatos por cada 100 mil habitantes y que, en el caso
de nuestra ciudad, llegó a ser hasta de 226 por cada 100 mil en la cúspide de
la ola delictiva que vivimos.
Sin embargo,
las ejecuciones o asesinatos violentos no son toda la seguridad pública, sin
bien generaban una mayor sensación de incertidumbre y, sobre todo, temor por lo
aparatoso e impactante de sus efectos, así como por el número de los mismos que
se llegó a dar en un mismo día. La seguridad pública se compone o se mide
también con otros índices. El robo de autos, por ejemplo, en el que si bien el
Teniente Coronel Julián Leyzaola afirma que se ha reducido, no presenta cifras
concretas, ni estadística confiable. Habrá que creerle solo porque él nos lo
dice, no obstante que la AMIS (Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros)
en su reporte de 2012, consigna que Ciudad Juárez se mantiene en índices altos
(muy por encima del promedio nacional) del robo de autos.
Tampoco nos
dicen las autoridades en sus pomposos reportes, cuántas denuncias hay contra
elementos policiacos municipales por tortura, por allanamientos de morada, por
secuestros y por extorsiones. Eso sin considerar los cientos de denuncias
públicas que ha realizado la gente a través de diversos medios de comunicación,
porque no se atreven a realizarlas ante las autoridades competentes por temor.
Sí, por temor a las brutales y criminales represalias de esos que juraron
cumplir la Ley y hacerla cumplir.
Lo cierto es
que las cosas hoy, están un poco mejor, sí. Pero ha sido por el clima, o porque
ya nos tocaba, o por simple destino. Por lo que quieran. Pero que no nos vengan
a decir que es porque alguien hizo bien su trabajo y menos que fue por reformas
legales que cambiaron la tipificación o penalidades de algunos delitos, porque
después de las enormes pifias que ha cometido el aparato estatal de administración
y procuración de justicia, ha quedado en evidencia su incompetencia y
negligencia en muchos de sus casos. Negligencia que en muchos de ellos podría
ser vil corrupción.
Es
decepcionante y frustrante ver que a un extorsionador se le aplica la pena vitalicia
(cadena perpetua), mientras que a un grupo de policías municipales que violaron
y torturaron a un detenido, se les pone en libertad a unos y se les sentencia a
ridículas penas de 4 años a otros. ¿Eso es justicia? ¡Por supuesto que no!
Pero mas allá
de sus afanes protagónicos y de colgarse medallas ajenas, preocupa algo que
está empezando a suceder, quizá igual o peor que como sucedió hace 60 años. Un
aparente estado de bienestar económico generado ahora por la inusitada apertura
de nuevos restaurantes, antros, bares o salones de baile que de alguna forma
han reactivado la maltrecha economía juarense, pero sin ningún balance o
equilibrio que brinde a los jóvenes otra clase de divertimento que no sea,
necesariamente, embriagarse como motivo central de la diversión de fin semana.
Porque ese fue el camino que nos trajo hasta las terribles circunstancias que
vivimos, y es el mismo que nos llevará de vuelta a esa terrible pesadilla de
sangre y fuego. Ojalá que sociedad y gobiernos comprendamos la enorme necesidad
de construir un nuevo tejido social, una nueva relación de respeto y
reconocimiento entre gobierno y gobernados, digo, si es que no queremos volver
a vivir de nuevo ese fatídico primer lugar de las ciudades más violentas.