Puede que muchos opinen que la Iglesia católica acepta sin más el modelo social del Capitalismo, pero no es así. La doctrina sobre el Capitalismo se ha ido perfilando durante los últimos pontificados de modo que tenemos un visión muy distinta a la opinión común que, por lo general, no es conocida. Entrando en materia hay que decir que el mal del Capitalismo estriba en haber quedado seducido por las palabras de la serpiente: seréis como dioses. La dignidad humana queda reducida a un mero consumo y gasta más allá de sus límites sin tener presente cuál es su dignidad como ser humano: la transcendencia del orden natural y el sometimiento de lo natural a lo humano. Lo que hace en realidad es crear unas estructuras de pecado que someten a los hombres a la más dura esclavitud, la esclavitud del tener, de las posesiones, por ello “las decisiones, gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pueden crear estructuras concretas de pecado, impidiendo la plena realización de quienes son oprimidos de diversas maneras por las mismas”[1].