“El paso más
rudimentario hacia la libertad es liberarse de toda servidumbre política” (Ernst Jünger)
Un anarca no es un anarquista. Es alguien que
rescata la soberanía individual. Citando a Benjamin Tucker, pensador del siglo
XIX: Si uno tiene el derecho de
gobernarse a sí mismo, todo gobierno del entorno es una tiranía, es decir,
aunque tiene muchas variantes, la concepción del anarca preconiza un equilibrio
entre libertad y orden. El
pensamiento anarca (que se opone al de anarquismo) influyó grandemente en otros
pensadores, entre ellos Friedrich Nietszche. De allí lo toma y lo modifica
Ernst Jünger, en su magnífica novela Eumeswill,
publicada en 1977.
El asunto de la novela es muy claro: en un futuro sin fecha, el viejo orden
mundial ha estallado en millares de ciudades-estado. Eumeswil, situada en algún lugar del Norte de África, está
gobernada por un tirano llamado el Cóndor, que dirige los destinos de todos desde
la alcazaba que domina la ciudad. El nombre deriva de Eumenes, diádoco de
Alejandro Magno, y es posible que Jünger lo utilizara como metáfora de su
propia biografía, pues, como él, Eumenes fue escribano y soldado.
En esta novela, un
historiador, Venator, entra al servicio del tirano como servidor de la mesa, lo
que le permite observar de cerca la conducta, los vaivenes ideológicos, las
represiones y las angustias del mismo. Es preciso resaltar el carácter
amo-siervo que preside la relación entre ambos personajes, pues esa servidumbre
es lo que permite al sirviente resaltar su libertad de espíritu. Estar cerca
del poder le permite observarlo, reflexionar sobre su condición y buscar la
forma de sobrevivir bajo su dominio.
Jünger, como muchos intelectuales de su tiempo, fue
afecto al nacionalsocialismo, y defendió muchas de sus posiciones. A partir de
1939, sin embargo, y viendo el uso que estaban haciendo los nazis de los
planteamientos de sus obras, procuró marcar una distancia, que no fue
suficiente para salvarlo del ostracismo que imponen, a veces, los que escriben
las historias. En ese año publica Sobre los acantilados: una intensa
narración en la que manifiesta su repulsa por los regímenes dictatoriales.
A diferencia de lo que les ocurrió a muchos miles de
intelectuales de la época, su condición de militar profesional, y la protección
que le brindó la Wermacht en los
momentos más delicados, le permitieron permanecer en Alemania y salir relativamente
indemne de la barbarie hitleriana. Personalmente, él evolucionó
hacia un nihilismo a ultranza, manifestado en un exilio interior que se prolongó
una vez finalizada la II Guerra Mundial, cuando fue sometido al humillante proceso
de desnazificación. Hasta el fin de
sus días vivió en Alemania del Este, bajo otra tiranía: la del comunismo.
En Eumeswill se prevé una época en la que el igualitarismo y los
logros económicos del Estado, las variantes del socialismo, se van a imponer
(por la fuerza si es necesario) sobre los derechos ciudadanos: va a imperar la
inmemorial política del palo y la zanahoria en la que el palo estará forrado de
seda y la zanahoria premiará a quienes vivan de acuerdo con lo que quienes
mandan consideren políticamente correcto. En ese contexto, Eumeswill funciona como un tratado de filosofía política y un manual
de supervivencia.
Pero es también un agudo análisis
del papel del intelectual ante las tiranías o regímenes dictatoriales. El mismo
Jünger, excelente escritor y claro pensador, tuvo que vivir la experiencia de
estar cerca de un régimen de fuerza y brutalidad. Sin embargo, nada lo ha ubicado
en el rol de perseguidor fundamentalista o policía ideológico. Es cierto que
tampoco se le conocen actitudes en contrario. De hecho, se inventó una isla, se
declaró anarca, y desde allí elaboró su pensamiento y su obra. Fue hasta el fin
de sus días un hombre escéptico y sin ilusiones, un hombre distanciado de su
sociedad, lo que le permitió mirar el mundo y mirarse a sí mismo. Fue un
cazador de fenómenos sociales, como lo fue Manuel Venator (de allí el nombre)
en la torre del Cóndor.
En la página que le dedican: www.ernst-juenger.org dice que la
obra de Jünger puede servir como hoja de ruta hacia la libertad y el sentido en
el paisaje social y espiritual de hoy, especialmente por medio de la figura del
anarca: autónomo, pacífico e interiormente libre, a diferencia del anarquista.
Ciertamente, todas las personas
tenemos que escoger en alguna oportunidad de la vida, cuál posición es la ética
y moralmente correcta en política. Y en los intelectuales esta escogencia está
potenciada por el ámbito de influencia que pueden ejercer. Es posible que el
aislamiento no sea la mejor posición, pero es una, y es respetable. Lo que sí
es preciso evitar es convertirse en perseguidores de todos los que piensan
distinto. Y es en este sentido donde encaja la recomendación de la novela de
Jünger (si la encuentran)