Sir Ken Robinson, cita en el video de su
conferencia, la que puede verse en “youtube”, una frase expresada aparentemente
por el gran Pablo Picasso: “Todos los
niños nacen artistas, el desafío es que lo sigan siendo”. A partir de esta
teoría, Sir Ken Robinson plantea si el currículo debe incluir sólo áreas
científicas o acaso debería prever un mayor abordaje orientado a rescatar “el
artista” que todo niño trae desde la cuna. Para él, la escuela se encarga de
matar la sensibilidad artística de los educandos.
Si bien la sentencia de Picasso no debe
considerarse de manera literal, creo que es cierto que los niños tienen más
aguzadas las percepciones sensoriales, ya que es ese su primer lenguaje con el
que aprenden a conocer al mundo y a relacionarse con su grupo familiar. Esta
sensibilidad y su imaginación, les permite, por ejemplo, extasiarse con objetos
muy coloridos, mover su cuerpo al son de una música que le resulta agradable o
crear historias con sus juguetes como personajes. A medida que empiezan a
crecer, crean un personaje imaginario con el que socializan, inventan nuevos
juegos con sus correspondientes reglas, con amigos, o expresan el intenso amor
a su mamá con un “cuadro”, cargado de emoción, impulsos y una variada gama de
colores que se esparcen por una zona que excede largamente el papel dispuesto
al efecto. El niño expresa sus emociones con pasión artística, pero… ¿Qué
sucede después?
Llega esa nueva etapa que es la escolarización y
con ella, devienen las responsabilidades, el aprendizaje simbólico y un nuevo
desafío intelectual al que debe abordar. Si bien el currículo dista de ser el
que cada padre, devenido en pedagogo, propondría, no creo que esté diseñado
para “matar” el sentido artístico del alumnado, aunque personalmente, me
gustaría que se le diera más cabida expresiva a quienes, innegablemente,
muestran un potencial creativo desarrollado de manera natural. Mientras tanto,
la escuela debe formarlo con los elementos existentes y son los padres, quienes
deben captar y desarrollar ese potencial.
En mi experiencia personal, siempre me incliné
por la literatura y la creación literaria, y no fue precisamente la escuela
quien retrasó esa pasión ni mucho menos logró disuadirla. Mis tiempos llegaron
y si bien me formé en otra área, nada impidió que un día, comenzara mi camino
profesional por la senda de lo que hasta entonces, fuera mi pasión.
La escuela tiene mucho por revisar y corregir,
pero no creo atinado cargarla de culpas ajenas, ya que sería imposible pensar
en una escuela a la medida de cada niño. Me conformaría llegar a ver una escuela
que promueva el pensamiento autónomo y el espíritu crítico de los niños. La faz
creativa se desarrollará en él, en la medida de la intensidad de su
intususcepción.