El sufrimiento de la población en nuestro país durante los últimos cuatro años es semejante, no más, pero tampoco menos, al de cualquier nación inmersa en una guerra, absurda, como lo son todas las guerras; en la que los inocentes, al margen de los intereses de los poderosos que inventaron esta guerra como han inventado la totalidad de las que ha padecido la humanidad, sometidos al terror inmediato de perder la vida o la de un ser amado, soportamos no sólo el oneroso costo de la misma, sino que hemos perdido el bien necesariamente tutelado del hombre. La libertad.