. Lo primero, es que en esto de ser buenos vecinos no basta solo con sonrisas ni palabras de ocasión. Exige trabajo, esfuerzos por un real acercamiento. Somos un mundo cada vez “más pequeño”: más lleno, distancias más cortas, interdependencia mayor. Nadie puede “escaparse con los tarros” y montar su fiesta aparte, prescindiendo del otro. Lo que pierde uno, redunda en lo que realice el vecino. Todos ganamos o perdemos en esto del juego mundial. Nada de lo que realice el vecino deja de repercutir en la vida cotidiana del vecino.La segunda lección que deja esto de la cumbre es que “conversando se entiende la gente”. Debemos siempre apostar por el diálogo, entre las personas y los pueblos. No hay problema – salvo la muerte, que no es un problema, sino puerta a la verdadera vida – que no encuentre una solución. Pero esto exige una disposición positiva ante el otro. No verlo como enemigo sino como amigo, cooperador en un plan común.Junto con ello, se revela cuán importante es la generosidad y capacidad de renuncia. Apostar a ceder en legítimas pretenciones, en pos del bien común y uno mayor que es la paz. El imperio del derecho, el respeto a los tratados y acuerdos, son presupusto clave para ello.Lo que se vive a escala mundial, debe vivirse a escala doméstica. Tiramos la toalla con facilidad ante cualquier dificultad humana: laboral, matrimonial, familiar, vecinal. La convivencia entre los chilenos se mueve entre la UTI y la UCI, pinta de café oscuro a rojo violento. Algo destaca el trato en la calle, el cual, curiosamente, es relativamente respetuoso. Pienso en parques públicos, cines o el mismo metro. Pero, saliendo de allí y entrando a los hogares, oficinas, y colegios, el trato se malogra rápidamente.Benedicto XVI en una alocución reciente señaló “Compete ante todo a las autoridades civiles y políticas la grave responsabilidad de trabajar por la paz. Ellas son las primeras que tienen la obligación de resolver los numerosos conflictos que siguen ensangrentando a la humanidad”. “La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad” dice Juan Pablo II. En efecto, solo construyendo paz, se logra la paz. Le preguntaron a Albert Einstein sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica. Respondió: La paz. La paz es una virtud activa. Supone apostar por ella siempre de nuevo, no descansar hasta verla realizada. La buena vecindad no es una paz fría e indiferente; no es “tolerar” al otro como un mal menor, sino que construir y valorarlo como tal. A los amigos se los elige, a los hermanos no. Es de esperar que cada cual haga su “cumbre” para mejorar en trato y paz vecinal.Hugo Tagletwitter: @hugotagle