. “En el Partido Popular el que la
hace la paga”. Palabras huecas que hemos
escuchado a los máximos dirigentes del PP: Marino Rajoy y María Dolores de
Cospedal, para justificar la gran corrupción que está carcomiendo su Partido,
después del ya famoso latiguillo de “no me consta”. En la derecha y el en PP
hacen ahora jaculatorias, incluso es posible que los más meapilas recen algún
rosario pidiendo la intercesión de la Virgen, cuando su pecado de corrupción ha
alcanzado una dimensión tan desproporcionada, que ya no hay penitencia posible,
ni mentira piadosa de la que echar mano para disimularlo. Porque el caso
Bárcenas, no es un caso aislado en el seno de los populares, que de repente
haya caído del cielo como un castigo por ser excesivamente permisivos con las
leyes laicizantes de nuestra democracia.
Es la gota que ha colmado un vaso o la ciclogénesis explosiva que se viene
formando desde hace años en el número 13 de la calle Génova de Madrid, y sedes
provinciales.
“No me temblará la mano”. ¿Significa que antes al presidente
del PP y del Gobierno de España le ha temblado, haciendo la vista gorda ante la
suciedad de la corrupción que se extiende por la sedes de su Partido? ¿Le ha
temblado la mano con el caso Gürtel, Brugal, Fabra, Blasco, Naseiro y Palma
Arena, por no hablar de toda la corrupción municipal que ha consentido al
rebufo del ladrillazo, con el enriquecimiento personal de ediles y familiares? Si con todos estos casos y más que llevan
pudriendo la democracia española en los últimos años, le ha temblado la mano,
por qué abríamos de creerle ahora, cuando el escándalo explota delante de sus
narices, con sobresueldos a altos cargos y sospechosa financiación ilegal de su
Partido. Quizá ya no le tiembla porque la tiene quemada de tanto ponerla en el
fuego por unos y otros. Mariano Rajoy es un político inhabilitado moralmente
para afrontar toda la corrupción que existe en su Partido, porque él ha sido el
gran consentidor durante años.
María Dolores de Cospedal, que ha pasado del “no me consta”
a la amenaza burda y barriobajera de “me las vais a pagar”, debería explicar a
quién le va a pasar factura. ¿Quizá a todos los familiares que ha ido colocando
en las instituciones para que vivan a cargo del dinero público? ¿A los que han
utilizado fondos públicos para espiar a sus enemigos internos y externos del
Partido? ¿A Bárcenas, que hasta antes de ayer ha tenido despacho con personal,
a escasos metros del suyo en la calle Génova? Lo mejor sería que asumiera su
irresponsabilidad en este asunto y dimitiera, dejando paso a alguien menos
manchado por la corrupción, no sabemos si por acción, pero desde luego sí por
omisión, para poner fin y castigo a tanto mangante en el seno de su Partido.
Ahora sacarán el ventilador que acabe despeinando la imagen
de todos los Partidos y de todos los políticos. Antes muertos que sencillos.
Pero han de tener cuidado porque en la calle Quart de Valencia o la calle Génova
de Madrid, el viento se puede convertir
en un huracán que se lleve todo por delante. Caer en la tentación de meter en
el mismo saco toda la clase políticas es muy fácil y simplón. Es cierto que
otros Partidos han caído en la red de la corrupción, incluso que su
comportamiento inicial de defensa del imputado no ha distado mucho del de los ppopulares.
Pero mientras la izquierda ha reaccionado con más o menos diligencia, mediante
la expulsión y baja de militancia del Partido de los corruptos, la derecha con
el PP y CIU a la cabeza, reaccionan defendiendo a sus imputados y repartiendo responsabilidades
sobre todo el mundo. Pero a pesar de que hay un grave problema de corrupción en
este país, al no haber desarrollado leyes de transparencia en los contratos
públicos; o por tener una Ley Electoral
que anima al ocultismo de los ingresos de los Partidos y, por tanto a la
corrupción; o por no tener una legislación penal más dura con los corruptos y
unos procedimientos judiciales más rápidos y ágiles; y por una permisividad
excesiva de la sociedad hacia estos comportamientos, nada tiene que ver la
corrupción existente en el seno de la derecha política más relevante: PP y CIU,
con la habida en la izquierda (¿Nadie ha caído en la cuenta de que los casos de
corrupción que afectan a la derecha catalana nacionalista vienen siendo
recurrentes años tras año desde el caso Banca Catalana a principios de los 80s,
hasta la actualidad, con altos cargos de Convergencia Democrática y Unió
Democrática en la picota de la corrupción?). Solamente en la Comunidad
Valenciana hay más de una docena de diputados autonómicos del Partido Popular
imputados y en posesión de su cargo; no conocemos ninguno de la oposición. Pero
también hay alcaldes, muchos ediles, entre ellos la alcaldesa de Alicante Sonia
Castedo, exconsellers como Milagrosa Martínez o Rafael Blasco, expresidentes de
Diputación, hoy con altos cargos, como José Joaquín Ripoll, en la actualidad
presidente de la Autoridad Portuaria de Alicante y Carlos Fabra, presidente de
la Sociedad Gestora del Aeropuerto de Castellón AEROCAS, y también presidente
de la Cámara de Comercio de Castellón.
Por mucho que intenten hacernos creer que todos los políticos están cortados
por el mismo patrón, no debemos sucumbir
a esos argumentos torticeros que sólo tratan de buscar una justificación letal,
en términos democráticos, a su comportamiento corrupto. Hay que separar el
trigo de la paja y saber que muchos políticos, la mayoría, son honestos, por lo
que no sería justo generalizar el grave problema que tiene este país de
corrupción política, en todos sus representantes. Debemos focalizar quiénes son
los responsables y exigir responsabilidades penales y políticas, y a los que
vengan detrás cambios en la legislación. Y si esto supone la refundación
política de la derecha española, bienvenida sea si es para bien. Pero no
podemos seguir aguantando a tanto corrupto campeando por instituciones y sedes
del PP. Y para finalizar, en democracia los cantos de sirena acaban devorando a
quienes los escuchan; si queremos cambiar las cosas sólo hay un camino: las
urnas y la exigencia de formaciones políticas honestas, leyes transparentes y
políticos bajo control democrático.