El PGOU de los 100 años

Una de las mayores dolencias que pueden aquejar a un político son los delirios que le hacen prometer cosas imposibles o simplemente estúpidas, pero que venden muy bien de cara a la galería, como si los que estamos al otro lado del espejo fuéramos necios a los que se pude engañar con cualquier ocurrencia. Porque este majadería sólo pude esconder un populismo de fácil consumo que oculta la voracidad de poder y dinero del político que está detrás de él, o simplemente la falta de ideas que provocan una huida hacia adelante tratando de maquillar la vacuidad política del dirigente de turno. Cualquiera de los dos casos son malos para la democracia y para la ciudadanía, porque acaban distorsionando la realidad, hasta tal punto, que la percepción que tendremos de ella terminará siendo falsa. Tenemos el ejemplo en Castellón del político populista, de carácter autoritario y comportamiento siciliano, en el anterior presidente de la Diputación, Carlos Fabra, que prometía el Dorado para Castellón, cuando lo único que se convertía en oro era su cuenta corriente. Sin embargo durante años tuvo hipnotizada a gran parte de la población castellonense, de tal forma que cuando en un programa de la televisión se preguntó por la calle a castellonenses qué opinión les merecía Carlos Fabra, la mayoría contestó que buena, porque había hecho muchas cosas por Castellón; pero a la pregunta de cuáles, nadie supo decir ni una sola.

 

. Porque este majadería sólo pude esconder un populismo de fácil consumo que oculta la voracidad de poder y dinero del político que está detrás de él, o simplemente la falta de ideas que provocan una huida hacia adelante tratando de maquillar la vacuidad política del dirigente de turno. Cualquiera de los dos casos son malos para la democracia y para la ciudadanía, porque acaban distorsionando la realidad, hasta tal punto, que la percepción que tendremos de ella terminará siendo falsa. Tenemos el ejemplo en Castellón del político populista, de carácter autoritario y comportamiento siciliano, en el anterior presidente de la Diputación, Carlos Fabra, que prometía el Dorado para Castellón, cuando lo único que se convertía en oro era su cuenta corriente. Sin embargo durante años tuvo hipnotizada a gran parte de la población castellonense, de tal forma que cuando en un programa de la televisión se preguntó por la calle a castellonenses qué opinión les merecía Carlos Fabra, la mayoría contestó que buena, porque había hecho muchas cosas por Castellón; pero a la pregunta de cuáles, nadie supo decir ni una sola.
            La experiencia del populista ya la hemos sufrido, y ahora que parece nos vamos librando de ella, aparece el político que para disimular su falta de ideas, promete sandeces sin pensar en el ridículo que pude estar haciendo ante los ciudadanos. Este papel lo acaba de representar el alcalde de Castellón, Alfonso Bataller, al proponer elaborar un PGOU para cien años; como ustedes lo leen: 100 años. El alcalde no es capaz de solucionar los gravísimos problemas que tiene la ciudad y sus habitantes a corto plazo y propone diseñar una ciudad para un siglo. Es decir, como el que mucho abarca poco aprieta, el nuevo PGOU se quedará en un pastiche, alejado de las necesidades de desarrollo sostenible y el bienestar de la ciudad. Eso si antes el Tribunal Supremo no da la razón al equipo de gobierno municipal y acepta el recurso de casación que ha presentado en contra de las resoluciones judiciales que anulan el PGOU anterior.

            Pero más allá de dentro de cien años todos calvos, la propuesta del alcalde tiene aristas que se deberían reflexionar. Primero el tiempo de duración. Un PGOU no debe planificar el desarrollo de la ciudad a más de treinta años vista, para que sea posible su realización, y porque más allá de ese tiempo la realidad social y urbana cambia tanto que es bueno no revisar el PGOU en vigor, sino hacer uno nuevo. Pero claro eso exigiría una celeridad en el cumplimiento de los plazos a la que la  actual derecha gobernante no parece estar preparada, si tenemos en cuenta que el TRAM lleva casi quince años de construcción y todavía no se ha terminado la primera línea. Otra de las aristas cortantes está en la convocatoria. Dijo el alcalde que iba a consultar a todos los colectivos ciudadanos antes de empezar a elaborar el Plan, lo que es una intención loable si se escucha y atienden las propuestas de estos colectivos. Sin embargo: ¡Ay misero de mí!.../ ¿No nacieron los demás?/Pues si los demás nacieron,/ qué privilegios tuvieron/que no yo gocé jamás”, se preguntarán, al igual que  Segismundo lo hizo en su soliloquio de “La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca, aquellas organizaciones que no han sido convocadas a tamaña discusión, sólo porque no son del agrado del alcalde, a pesar de que sean tan importantes como los Sindicatos, las asociaciones ecologistas, o los dueños de aeroclub, lugar donde se quiere levantar la Ciudad de las Lenguas, o dejando ausentes a los colectivos culturales de la ciudad. Mal empiezan los concejales del Partido Popular, si tratan de diseñar una ciudad contando sólo con sus amiguetes, y la oposición por exigencia política.

            Hace unas semanas tuve la oportunidad de reflexionar sobre por dónde debería planificarse el futuro de la ciudad en la serie de artículos que escribí en este mismo diario, bajo el título de: “Castellón la ciudad posible”. No voy a repetir aquí lo que ya expuse, pero me gustaría dejar caer algunas ideas sobre el futuro PGOU. El principal objetivo que debe tener es el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos de Castellón, si ese no es el eje transversal del Plan habrá fracasado desde el punto de vista democrático y será el de intereses ajenos a la mayoría de la sociedad. Para ello, a mi juicio, debería pivotar en torno a varios puntos principales, que se pueden resumir en un urbanismo integrador que haga que cualquier vecino se sienta parte de la ciudad; un transporte público cómodo, barato y eficiente que vertebre la ciudad en torno a esa integración urbana; el desarrollo de políticas medioambientales que pasen por la eficiencia energética, apostando por las energía alternativas, el transporte público, la reducción de los elementos contaminantes de la atmósfera y una gestión del agua basada en el ahorro y no el despilfarro; la creación de una economía sostenible basada en la diversificación industrial, el turismo de calidad, la investigación, la formación y la cultura, como piezas claves para el sostenimiento del resto de las actividades económicas, desarrolladas en el sector servicios o financiero; la inequívoca apuesta por el Corredor Mediterráneo, sin servilismos partidistas; una política fundamentada en el empleo y no en el paro, en la que en Ayuntamiento debe ser actor principal de su aplicación; la construcción de infraestructuras que respondan a las necesidades de la población y la economía sostenible, colocando a Castellón en la senda del siglo XXI.

            De estas ideas, junto a otras que puedan aflorar en el debate, tiene que surgir el Castellón de los próximos años, teniendo en cuenta una cosa importantísima: nos jugamos el futuro. El nuevo PGOU tiene que hacer de Castellón una ciudad honesta, agradable para vivir y preparada para los nuevos retos que van a surgir a lo largo de este siglo. Tiene que darle la capitalidad de su territorio, no en competencia con otras ciudades del Mediterráneo o pueblos de la provincia, sino en colaboración y solidaridad con todos ellos.

UNETE



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