. Por lo que dicen
las cifras, parece ser muy vista. Lo primero que me llamó la atención es el
abuso de un lenguaje soez. La televisión ha apostado a “acercarse a la calle”.
Y, por lo visto, lo han logrado. Lamento que no se aproveche la pantalla para
elevar en algo nuestro alicaído lenguaje, expresarse bien y, sobre todo,
tratarse bien. Los dos capítulos que vi fueron discusiones, gritos, maltrato.
Entiendo que la televisión busca dramatizar, crear tensión. Extreman los
papeles para dar el giro dramático. Así y todo, lamento que no se destaquen
aspectos positivos de la vida matrimonial y familiar.
La
serie trata de familias disfuncionales, de separados justamente, que buscan, de
una u otra forma, entenderse. Y por ello, quiero destacar un par de aspectos.
La
realidad de los matrimonios separados, es pan nuestro de cada día. Me toca
tratar con varios regularmente. Siempre un drama, sobre todo para los hijos.
Nada jocoso como lo muestra la serie. Algunos de los padres separados han
asumido su responsabilidad, tomando en serio sus deberes paternos. Otros se han
desentendido por completo de la manutención de los hijos. Y eso lo muestra bien
la teleserie. Padres que son una caricatura de tales: sacadores de vuelta,
irresponsables, mentirosos. Se dedican a crear falsas expectativas en los
hijos, lo que les provoca inseguridad y frustración.
Como
la Iglesia lo adelantó en su minuto, la nueva ley de matrimonio civil con la introducción
del divorcio vincular, ha dejado a las madres separadas en una creciente
indefensión, debiendo cargar solas con la alimentación, educación y cuidado de
los hijos. Y no son pocas: son miles. Los arreglos judiciales y buenas
intenciones quedan en el papel. Luego de tres o cuatro reclamos, demandas y
alegatos, todo termina en nada. Se recurre a más denuncias, pero finalmente
terminan en el tarro de la basura. Me consta.
Los
deberes naturales de los padres hacia sus hijos no se acaban con la separación.
Es más, aumentan, dado el desvalimiento en que se los deja. Dice Juan Pablo II
en Familiaris Consortio “El elemento más radical que determina el deber
educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la
acción educativa su realización al hacer pleno y perfecto el servicio a la
vida”. Estas palabras valen también para aquellos padres que han llegado a la
separación. Sus obligaciones para con los hijos no se pueden limitar a un par
de regalos o visitas. Al revés, crecen justamente por el quiebre producido.
Ante
este drama, no pueden ser los hijos quienes terminen pagando el costo de un mal
matrimonio. Si algo se saca en limpio de series como ésta, es que con ellos no
se transa ni se juega.Hugo TagleTw @hugotagle