Separados. El drama de los hijos.

He visto un par de capítulos de la teleserie chilena “Separados”. Por lo que dicen las cifras, parece ser muy vista. Lo primero que me llamó la atención es el abuso de un lenguaje soez. La televisión ha apostado a “acercarse a la calle”. Y, por lo visto, lo han logrado. Lamento que no se aproveche la pantalla para elevar en algo nuestro alicaído lenguaje, expresarse bien y, sobre todo, tratarse bien. Los dos capítulos que vi fueron discusiones, gritos, maltrato. Entiendo que la televisión busca dramatizar, crear tensión. Extreman los papeles para dar el giro dramático. Así y todo, lamento que no se destaquen aspectos positivos de la vida matrimonial y familiar.

 

. Por lo que dicen las cifras, parece ser muy vista. Lo primero que me llamó la atención es el abuso de un lenguaje soez. La televisión ha apostado a “acercarse a la calle”. Y, por lo visto, lo han logrado. Lamento que no se aproveche la pantalla para elevar en algo nuestro alicaído lenguaje, expresarse bien y, sobre todo, tratarse bien. Los dos capítulos que vi fueron discusiones, gritos, maltrato. Entiendo que la televisión busca dramatizar, crear tensión. Extreman los papeles para dar el giro dramático. Así y todo, lamento que no se destaquen aspectos positivos de la vida matrimonial y familiar.
La serie trata de familias disfuncionales, de separados justamente, que buscan, de una u otra forma, entenderse. Y por ello, quiero destacar un par de aspectos.

La realidad de los matrimonios separados, es pan nuestro de cada día. Me toca tratar con varios regularmente. Siempre un drama, sobre todo para los hijos. Nada jocoso como lo muestra la serie. Algunos de los padres separados han asumido su responsabilidad, tomando en serio sus deberes paternos. Otros se han desentendido por completo de la manutención de los hijos. Y eso lo muestra bien la teleserie. Padres que son una caricatura de tales: sacadores de vuelta, irresponsables, mentirosos. Se dedican a crear falsas expectativas en los hijos, lo que les provoca inseguridad y frustración.

Como la Iglesia lo adelantó en su minuto, la nueva ley de matrimonio civil con la introducción del divorcio vincular, ha dejado a las madres separadas en una creciente indefensión, debiendo cargar solas con la alimentación, educación y cuidado de los hijos. Y no son pocas: son miles. Los arreglos judiciales y buenas intenciones quedan en el papel. Luego de tres o cuatro reclamos, demandas y alegatos, todo termina en nada. Se recurre a más denuncias, pero finalmente terminan en el tarro de la basura. Me consta.

Los deberes naturales de los padres hacia sus hijos no se acaban con la separación. Es más, aumentan, dado el desvalimiento en que se los deja. Dice Juan Pablo II en Familiaris Consortio “El elemento más radical que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida”. Estas palabras valen también para aquellos padres que han llegado a la separación. Sus obligaciones para con los hijos no se pueden limitar a un par de regalos o visitas. Al revés, crecen justamente por el quiebre producido.

Ante este drama, no pueden ser los hijos quienes terminen pagando el costo de un mal matrimonio. Si algo se saca en limpio de series como ésta, es que con ellos no se transa ni se juega.

Hugo TagleTw @hugotagle

UNETE



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