Hace algunos año pasé unas vacaciones en la localidad navarra de Beintza-Labaien, lo que me dio la oportunidad de recorrer los Valles Tranquilos, una maravillosa comarca al norte de Navarra, que ahora he tenido la suerte de poder rememorarlos gracias a la novela “Hojas de otoño” del escritorJulio César Cano, que tiene, entre sus virtudes, trasladarnos a aquella geografía de cultura euskaldun, sumergiendo al lector en un ambiente de mística belleza natural, a la vez que lo empapa de la idiosincrasia de sus gentes, en un mundo de relaciones reconocibles hasta la intimidad de sus habitantes. Aquí es donde reside la magia de esta novela, que empieza con la llegada de una joven pareja con niña a la localidad de Zubieta en busca de una oportunidad laboral, que encontrará su destino en la cercana localidad de Donamaría, al cruzarse en su camino un viejo caserón que perteneció a un indiano llamado Miguel Mitxea. A partir de aquí su vida entrará en un torrente de sentimientos, de encuentros y desencuentros, que van a marcar su futuro, sobre todo cuando la historia de Miguel Mitxea les envuelva en un remolino mágico, de misterio y pasiones desenfrenadas, que transcurre paralela a las tortuosas relaciones que establecen con algunos vecinos, igual que ellos foráneos, de la zona.