La deriva insolidaria que aqueja a nuestra sociedad tiene su origen, según algunos investigadores, en la propia tendencia de la evolución. Según estos investigadores, hay una propensión de la evolución a seleccionar a los individuos egoístas frente a los altruistas. Se trataría de una ley de hierro, tal como lo dice E. O. Wilson, de la evolución de especies eusociales: los individuos egoístas prevalecen sobre los altruistas, por el contrario, la selección, en estas mismas especies, hace prevalecer a los grupos altruistas, donde la cooperación entre sus miembros es la norma, frente a los grupos egoístas donde los individuos que los conforman tienden a buscar su propio interés. Como se ve, hay una clara paradoja evolutiva en el nivel de los grupos eusociales. De un lado prevalecen los grupos altruistas, de otro siempre vencen los individuos egoístas. ¿Cómo se explica esto? Pues difícilmente. Si tienen razón estos biólogos, y la mayoría piensan así, la evolución sería un medio casi esquizofrénico de adaptación al medio. Si un grupo es altruista debe serlo porque sus miembros lo son. Resulta contradictorio que se seleccionen los grupos altruistas con individuos egoístas. Se podría pensar que el altruismo se reduce a los propios miembros del grupo, pero sigue siendo altruismo.