. Asistimos, por fin, al fin
de la historia que promoviera Fukuyama hace ahora 23 años, pocos meses antes de
la caída del sistema soviético y la supuesta victoria de la democracia
capitalista. Nadie podrá acusarme de celebrarlo, pues lo he criticado por todos
los medios posibles, hasta con un libro sobre el tema. Pero ahora que adviene
casi he de decir, en plan maoísta, que me alegro. En fin, cuanto antes llegue
el fin, antes saldremos de todo esto. Lo malo es todo el mal que tendremos que
padecer antes de que todo esto pase. Van a ser años muy duros para mucha gente,
especialmente para los que defendemos la bondad natural de la humanidad y de la
Creación entera; nuestra fe se va a poner a prueba, una dura prueba. Somos
pocos, pero seguimos creyendo que el Universo no es fruto de una casualidad,
sino que hay un proyecto de Amor tras su origen y que, por tanto, el Amor es la
meta. Eso no quiere decir que estemos exentos de sufrimiento, al
contrario, cuanto más amor, más sufrimiento viviremos, pero esa es la condición
de la contingencia y finitud de todo lo existente.
La
historia de la humanidad está cargada de sufrimiento, "un baño de
sangre" en dolorida expresión de William James, pero no lo es porque la
esencia del hombre. No me resigno a caer en el pesimismo antropológico. Las
pruebas de las sociedades primitivas demuestran que siempre se busca evitar el
conflicto, que las instituciones sociales, los mitos y ritos, están para evitar
el derramamiento de sangre y la violencia. Como estudiara René Girard en varios
de sus grandes libros, la violencia está inscrita en nuestros genes como
instinto de supervivencia, pero la humanidad surge cuando la violencia es
controlada, sea mediante las normas, sea mediante instituciones como el chivo
expiatorio y los sacrificios. En todo caso, siempre se intenta controlar la
violencia. Por lo tanto, ser humano no es usar la guerra y la violencia
contra los otros, sino poner coto al uso de la misma. Vivir en grupo, en
comunidad, en sociedad, es crear condiciones para evitar el conflicto. Sin
embargo, tras los cinco milenios de sociedades agrarias simples y complejas,
con la llegada de los grandes imperios, surge la guerra como medio para la
obtención de recursos y el sometimiento de los otros. La guerra es una
invención de los imperios para extenderse, antes de su advenimiento no podemos
hablar propiamente de guerra, a lo sumo de puntuales conflictos violentos
ocasionados por la escasez de recursos principalmente. Creo que las pruebas
aducidas por Frans de Waal sobre la existencia de una generalizada
"paz" entre los grupos de primates, son de mayor peso que las
aducidas por Edward O. Wilson en el sentido opuesto, es decir, no habría
ninguna "tendencia natural" a la violencia superior a una
"tendencia natural" a la concordia.
Desde
que el mercenario del pensamiento de origen japonés formulara su propuesta del
fin de la historia, no hemos dejado de avanzar hacia ella. Más que una análisis
de la realidad social y política era un desideratum del modelo
social imperante, el capitalismo senil finisecular. Y lo ha conseguido, porque
el capitalismo no puede morir sin matar y la única manera que tiene de avanzar
es hacerlo hacia el abismo. La carrera inútil por la creación de capital, por
la reproducción ampliada, le lleva a la destrucción sistemática de todo lo que
existe. El capitalismo es el estado del alma (kafka dixit)
humana corrupta por el lucro, el egoísmo, la avaricia, la gula y la mendacidad
instituida, todo eso llevado al orden social. El capitalismo debe acabar con la
naturaleza, para convertirla en mercancía, con el hombre, para transformarlo en
obrero, con el orden social, para constituir el caos de la "libertad"
absoluta de convertir todo en capital. El capitalismo es la Bestia que
quiere devorar al niño recién nacido, un santo decir sí; es el Molok que
requiere sacrificios humanos constantes; es la máquina perfecta de
autoconsumición social.
El
último paso que ha dado este nefasta sistema ha sido la desconstrucción de su
máscara final: el Estado de Bienestar. Creado para evitar la revolución
bolchevique en Europa, el Estado Social Europeo ha dejado de ser útil al
capitalismo. Muerto el fiero lobo soviético, qué razón hay para seguir dejando
las migajas a las clases trabajadoras. Todo lo existente es necesario para la
autorreproducción del capital. Sanidad, Educación, Servicios Sociales,
Pensiones... todo eso ya no es necesario, pues nadie hay ya que pueda
rebelarse. Con sumisión aceptaremos que no tenemos derecho a disfrutar de las
riquezas que el capitalismo produce. Aceptaremos que el rico lo es por
derecho propio, que el trabajo es una dádiva del capitalista que hay que
agradecer; que la Salud o la Educación no son derechos sino mercancías a las
que unos pueden acceder y otros no; que el Estado es el brazo policial del
capital y que las Instituciones son sombras chinescas tras la función que nos
han dejado representar los últimos sesenta años.
En
fin, que no me gusta nada el mundo que nos viene encima y que no veo otra
manera de evitarlo que utilizar, de forma legítima, el mismo nivel de violencia
que se está usando para imponerlo. La familia de Nazaret, perseguida por las
tropas colaboracionistas, desahuciada de su hogar, buscando donde guarecerse,
puede ser una buena imagen de la sociedad que viene.