“ Diablo de
chico! ¡Cuándo acabaré de aprender sus mañas! ¡Cuántas jugarretas como ésta no
me habrá hecho, y aún le hago caso. Parece que adivina hasta dónde puede
atormentarme antes de que llegue a montar en cólera, y sabe, el muy pillo, que
si logra desconcertarme o hacerme reír ya todo se ha acabado y no soy capaz de
pegarle. Cada vez que le dejo sin
castigo me remuerde la conciencia, y cada vez que le pego se me parte el
corazón. “
Este monólogo podría ser uno de los tantos de hoy dia, que provoca la
conducta disruptiva de algún niño o
adolescente de esos, inquietos,
traviesos, que se hamacan en las sillas, que no hacen caso, que hacen papelones
en las reuniones familiares, que no paran de hablar y discutir, que van tirando
todo a su paso, en escenas a veces tragi-cómicas, sacando a sus mayores de las
casillas y que cuando escuchamos sus quejas, hacen que los compadezcamos.
Sin embargo, estas quejas son de la tia Poly, personaje de Las
aventuras de Tom Sawyer novela escrita por el estadounidenseMark Twain en 1876.
Tom Sawyer, el niño terrible de esa novela que ha sido disfrutada por
varias generaciones, bien podríamos diagnosticarlo como un niño con Síndrome de
Déficit atencional con hiperactividad.
Twain, nos revive en
este relato de historia antigua, las mismas que se viven en la actualidad,
porque niños asi, obviamente siempre han estado y están presentes en muchos
hogares de todo el mundo.
Viejos
problemas en nuevos niños.
“La mañana del lunes encontró a Tom
Sawyer afligido. Las mañanas de los lunes le hallaban siempre así, porque eran
el comienzo de otra semana de lento sufrir en la escuela.”
Una de sus áreas conflictivas que tratan de evitar: la escuela, o quedarse en casa y asumir
responsabilidades. Para ello despliegan toda clase de estratagemas, el dolor de
panza, el dolor de cabeza, que se olvido de copiar la tarea y la maestra lo va
a rezongar, que para que va a la escuela?, el clásico, “ya va…” y aparece, con
suerte a la media hora…que es un niño y quiere jugar, entre otras. Actitudes
que “agotan” a los adultos, y los hacen ir acumulando sensaciones de
impotencia, de frustración, de rabia.
Hay una serie de conductas que llevan el sello distintivo del TDAH, y
que se complican cada vez más en la medida que se asocian síntomas de ansiedad
en el niño. La ansiedad se puede ver, en la forma desmedida que actúan respecto
a cosas banales, y que se expresan:
A nivel cognitivo, en
forma de fobias, ideas obsesivas, oposicionismo, terquedad.(realizan travesuras
peligrosas por un lado, y por otro tal vez no pueden dormir sin la luz
prendida).
A nivel somático, en hipertermia,
algias, migrañas, diarreas.; a nivel
inmunológico en alergias respiratorias, dérmicas, intolerancias alimentarias e
incluso algunos autores señalan desequilibrios neurohormonales.
Las “malas compañías”
“Huckleberry
era cordialmente aborrecido y temido por todas las madres, porque era holgazán,
y desobediente, y ordinario, y malo..., y porque los hijos de todas ellas lo
admiraban tanto y se deleitaban en su velada compañía y sentían no atreverse a
ser como él. Tom se parecía a todos los muchachos decentes en que envidiaba a
Huckleberry su no disimulada condición de abandonado y en que había recibido
órdenes terminantes de no jugar con él. Por eso jugaba con él en cuanto tenía
ocasión.”
Debido a sutiles anomalías anatomo-funcionales
especialmente en la corteza orbito-frontal, que determina la presencia de
inestabilidad en todas las dimensiones del temperamento, son muy vulnerables a
dejarse llevar por otros chicos, que los provocan, o los proponen desafíos, y
los “hacen meterse en líos” donde la cara visible “siempre son ellos”, y donde
después reaccionan ante la decepción con desbordes emocionales, que van desde
arranques de cólera, insultos, pegar a otros, hasta oposicionismo, o ataques de
llanto.
Pero también, niños con este trastorno, tienen cierta
habilidad para seducir y manipular a otros, esto lo podemos ejemplificar en la
novela de Twain, cuando relata que la tia Poly mando a Tom a pintar la cerca de
madera de su casa, y cómo Tom se las ingenió, para evitar la tarea,
convenciendo a otros niños, que era un honor hacer ese trabajo, y hasta logro
que le pagaran por hacerlo:
"Para cuando llegó la tarde, de ser literalmente un niño
fastidiado por la mañana Tom había pasado a nadar en la abundancia. tenía doce
canicas, un cristal azul para mirar a través de él, un trozo de tiza, un
soldadito de plomo, seis cohetes sorpresa, un gato con un solo ojo, un collar
de perro, el mango de un cuchillo.... Encima lo había pasado estupendamente, con
mucha compañía, y la valla tenía tres capas de pintura primorosamente puesta!
Si no se hubiera quedado sin pintura, podría haber llevado a la bancarrota a
cada niño del pueblo.
Atención.
“Cuando sus
compañeros se calmaron, Tom hizo un honrado intento de estudiar; pero el
tumulto de su cerebro no se lo permitía. Ocupó después su sitio en la clase de
lectura, y fue aquello un desastre; después en la clase de geografía, convirtió
lagos en montañas, montañas en ríos y ríos en continentes, hasta rehacer el
caos; después, en la de escritura, donde fue «rebajado» por sus infinitas
faltas y colocado el último, y tuvo que entregar la medalla de peltre que había
lucido con ostentación durante algunos meses.”
“Esta en las nubes”.. “es un
despistado”, “pierde cosas”… “se olvida de decirme que hay reunión en el
colegio”.. “Hace zapping con todo ..” son algunas de las quejas frecuentes en
los padres que acuden a la consulta buscando orientación y ayuda. Focalizar su atención y mantenerla es uno de los problemas más
acuciantes de los chicos con TDAH.
“Cuanto más
ahínco ponía Tom en fijar toda su atención en el libro, más se dispersaban sus
ideas. Así es que al fin, con un suspiro y un bostezo, abandonó el empeño. Le
parecía que la salida de mediodía no iba a llegar nunca.”
Aproximación
a la dimensión cognitivo emocional del
TDAH.
“ -, no era lo que se llama malo, sino
enredador y travieso. Nada más que tarambana y atolondrado, sí, señor. No tenía
más reflexión que pudiera tener un potro. Nunca lo hacía con mala idea, y no
había otro de mejor corazón... -y la Tia
Poly empezó a llorar ruidosamente “
La autoestima es un factor nuclear de la autoimagen, y se construye
sobre la base de dos sentimientos: el sentimiento del propio valer, cualidades
y talentos que los demás ver en el, y el
del propio poder, construido sobre la percepción de ser capaz de generar
cambios positivos en si mismo, y en los demás.
La autoestima del niño, se construye a través del “verse” en las
actitudes y comentarios de los otros: “es tan solidario”… “es tan inteligente”
…”es insoportable”… “ya no sabemos que hacer con él”, pero especialmente sobre
la base de la comunicación no verbal, de los gestos que hacemos, de las
actitudes hacia él y toda la variedad de dinámicas comunicacionales no verbales.
Los niños con TDAH, tienden a tener muy baja su autoestima, porque
provocan tantas situaciones conflictivas en la casa, en la escuela, en su
entorno en general, que podemos entender que no provoquen juicio positivo y alentador ni de su entorno
social ni familiar u sean objeto de multiples reproches y golpes: “por que me
haces esto a mi ¿??”… “ te voy a matar , mira lo que hiciste, no servís para
nada!”.
Permaneció
sentado largo rato meditando, con los codos en las rodillas y la barbilla en
las manos. Le parecía que la vida era no más que una carga, y casi envidiaba a
Jimmy Hodges, que hacía poco se había librado de ella. Qué apacible debía de
ser, pensó, yacer y dormir y sonar por siempre jamás, con el viento murmurando
por entre los árboles y meciendo las flores y las hierbas de la tumba, y no
tener ya nunca molestias ni dolores que sufrir.
El
“locus de control externo” del TDAH.
Entre los 7 y los 10 años la familia, la escuela y la
comunidad entregan a los niños un corpus de normas, valores y principios que
gradualmente internalizarán como propios, asi como los limites que apuntan a protegerlos y/o
favorecer su socialización adecuada . Pero, para que todo esto funcione, no
alcanza con la parte de los adultos, sino que depende también de la madurez
socio-emocional del niño. Un niño que no reflexiona, que es impulsivo y que no
lo logra aprender de sus errores y sacar conclusiones, ( “ayer lo puse en
penitencia por lo que hizo, y hoy vuelve
a hacerlo, no le importa nada, ya no hay con que entrarle…”), es un chico que
tardara enormemente en adquirir un corpus valórico firme y consistente.
Permanece si, sujeto al “principio de la obediencia impuesta”, solo se someterá
a las normas y principios éticos por temor a las sanciones, pero va a
trasgredirlos cada vez que crea que no hay riesgo de ser sancionado.
Hay un abanico de
conductas que sacan de quicio a los adultos, como el “no” permanente a cada
cosa que le pedimos, el excesivo egocentrismo, las conductas desafiantes,
transgresoras, e incluso a aquellas que pueden poner en riesgo su integridad
física o la de otros.
En los niños con
TDAH, decimos que su locus de control es externo, pues no ha internalizado los
valores y normas y de este modo no puede regular socialmente su conducta. Y en
general, la conducta altanera y desafiante, es una forma de enmascarar su auto-desvalorización.
“…el terror que le
llevaba cada noche a arrepentirse de sus travesuras y a disponerse a actuar con
rectitud.... disposición que se diluía al amanecer, cuando las sombras dejaban
de parecer amenazadoras.”
También hay un desarrollo insuficiente a nivel del
cíngulo anterior, corteza temporal, dorsolateral y orbito-frontal del cerebro,
que conduce a una pobre capacidad para utilizar la memoria de trabajo, y la
noción de temporalidad , necesaria para la construcción de la memoria
biográfica que consolida nuestra identidad y nuestro autoconocimiento; permitiendo
conceptualizar nuestras emociones, llevando a los chicos a experimentar
sensaciones viscerales molestas, autorreproches, insatisfacción crónica,
apatía, (todos les aburre, parecen indiferentes al esfuerzo y dedicación de sus
padres y maestros), tienen fases de humor
depresivo.
Las grietas
de la relación del niño con su familia llevan a un mal pronóstico del niño con
TDAH que no es tratado a tiempo.
La mayoría de los papas de estos chicos, llegan a la clínica,
relatando episodios de trastornos en alguna esfera de la conducta, ya desde el
primer año de vida: “no nos dejaba dormir”, “no paraba de llorar “, “nadie
sabia que le pasaba, lo tenia que hacer santiguar por el mal de ojo o la pata
de cabra”.
Luego, se suman las quejas de los educadores, en la etapa preescolar y
escolar, todos reconocen que es inteligente, que dice y hace cosas que parecen
de niños superiores a su edad, pero que no logra cumplir con los requerimientos
académicos que se esperan de él según el grado, que se “hace el payaso” en la
clase, que contesta precipitadamente, que cumple con las tareas con el mínimo
esfuerzo.
No faltando por supuesto, el vecino que nos llama para decirnos que le abrió
la jaula a su pájaro, que le tiro una piedra y le rompió un vidrio, que no deja
de molestar a su perro.
Todos estos procesos de quiebre de la relación del niño con su familia
y el entorno familiar llegan a un punto critico a medida que el chico va
llegando a la pubertad y la adolescencia. Esta etapa, provoca en los chicos un
desequilibrio mayor de su autorregulación emocional, aumentando la ansiedad que
los chicos canalizaran a través de la
TV, los videojuegos, el hablar eternamente por teléfono o
chatear, el mal talante, el desafío, el consumo de drogas o alcohol.
Desde el conocimiento científico del tema, y mi experiencia
profesional, siempre recomiendo a los padres, atender al chico con estas características
antes de llegar a esta etapa, que por cierto tiene ya sus complicaciones
normales y propias, que hacen mas difícil aun revertir la problemática del niño
y su entorno y lograr una mejora de la calidad de vida.
“La tía estaba preocupada; empezó a probar
toda clase de medicinas en el muchacho.”
Las preocupaciones de la tía Poly y su “matadolores”, nos brinda un
panorama muy real del angustiante peregrinar de los padres entre maestros, escuelas, psicólogos,
psicopedagogos, medicaciones, sintiéndose frustrados porque no ven buenos
resultados a la brevedad, porque aspectos áridos y reiterativos de la
personalidad de su hijos no cambian sustancialmente.
No hay soluciones mágicas, hay que tener calma, comprensión y sobre
todo mucho conocimiento sobre el tema, para poder ayudar a estas personitas y
su grupo familiar. Hay que trabajar en equipo, profesionales de diferentes
disciplinas, la familia y las instituciones sociales y educativas,
interactuando y consolidando los vínculos necesarios para entender la
problemática del sujeto, e ir logrando
modificaciones de su “mundo interno” que repercutan en el externo y nos
permitan ir encontrando que ese niño, niña, adolescente o adulto con TDAH,
puede recomponer su caleidoscopio y mostrarnos también , las mejores facetas de
si mismo.
No encuentro mejores palabras para dar cierre al artículo
que las del propio Mark Twain, palabras con las que hacen referencia al entramado
social, a nuestros hijos, y a los que cada uno de ellos tiene de nosotros
mismos y de nuestros ancestros:
"La mayoría de las aventuras
que refiero en este libro son reflejo de la realidad; una o dos me han ocurrido
a mi mismo; el resto son anécdotas de otros niños, compañeros míos de la
escuela. Huck Finn ha existido; Tom Sawyer también, si bien no se trata de un
solo individuo; es una combinación de las características de tres chiquillos
amigos. Es pues un trabajo arquitectónico de orden compuesto.
Las raras supersticiones de las que doy fe prevalecían entre los niños y los
esclavos del Oeste en la época de este relato.
A pesar de que destino este libro a pasatiempo de muchachos, espero que no lo
despreciarán los hombres ni las mujeres, ya que en parte está compuesto con la
idea de despertar recuerdos del pasado en los adultos y exponer cómo sentían,
pensaban y hablaban, y en qué raras empresas se embarcaban." MARK TWAIN