. Aburrido de recibir infinidad de mailes preguntando si efectivamente
se acabaría el mundo en esa fecha, cortó por lo sano y, a través de la NASA, sacó
una nota oficial. “Nuestro planeta ha estado muy bien durante más de 4.000
millones de años y los mensajes sobre el inminente fin del mundo no tienen
ninguna base científica”, reza el comunicado desmintiendo toda una serie de hipótesis
y leyendas sobre la cercanía del Apocalipsis.
Según una
de las teorías, la Tierra chocaría con Niburu, un planeta mítico que viaja a
través del Sistema Solar. Estaba previsto que esta catástrofe ocurriera en mayo
de 2003 pero, al no suceder nada, el choque fue 'pospuesto' por los 'profetas'
apocalípticos para el 21 de diciembre de 2012. Pero tras esta aclaración
oficial, podemos dormir tranquilos.
Bromas
aparte, la idea del fin del mundo acompaña al hombre desde siempre. Dibujos y
textos antiguos dan cuenta de un fin, ya sea inminente o, en el caso de
pronósticos más sobrios, de una fecha perdida en el tiempo. El cristianismo
también lo plantea, unido a la segunda y definitiva venida de Cristo. Pero es
bastante más sobrio y humilde en su presagio. Jesús mismo aclara que “de aquel
día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo
el Padre”.
No hay
nada terrorífico en esto del final: lo que ha tenido un comienzo, tendrá que
tener un término. Pero ello, poca importancia tiene. Lo que sí tiene
importancia es la preocupación por nuestro propio final, del cual sí tenemos
certeza. Es más, es el único dato cierto que tenemos. Usted y yo sabemos que
“tenemos los días contados”. La certidumbre de nuestro fin nos hace vivir más
intensamente el presente, darnos con mayor generosidad, vivir más en plenitud.
Cuenta
una historia de un sabio a quien se quería probar en su confianza. Lo
interrumpieron durante su estudio para preguntarle qué haría si se entera del
minuto en que va a morir. Pensaban que correría a la iglesia a rezar, o
regalaría todos sus bienes a los pobres, o haría duros actos de penitencia.
“Nada”, respondió el viejo sabio. “Seguiría haciendo lo mismo que estoy
haciendo ahora” y continuó en su escritura.
Hay que
vivir con las maletas preparadas, ligeros de equipaje, de cara a la vida
definitiva. Solo así se vive más intensamente, se aprovecha mejor cada segundo
que se nos regala en esta tierra. Poner la vista en la tierra definitiva, tomar
conciencia de nuestra temporalidad, regala fortaleza y sabiduría para vivir el
aquí y ahora con alegría y fe.
P.Hugo Tagletwitter: @hugotagle