. Dudé si llamarla nueva caridad, o nueva beneficencia, o
nueva solidaridad... He dudado en el título y he dudado en el contenido.
Se perfectamente lo que quiero decir, pero no se si voy a saber
expresarlo bien en estas líneas.
Y
es que es un tema polémico, y no quisiera levantar susceptibilidades.
Ultimamente anda el personal bastante ocupado en paliar (en sus propias
carnes y en las ajenas) los efectos de la crisis como para que venga yo a
cuestionar algunas prácticas.
Juro
que no es mi intención hacerlo, pero como cada vez que algo me incomoda
prefiero ponerle palabras (es algo que voy aprendiendo con la edad),
voy a intentar explicaros lo que pienso y lo que siento.Lo
que siento y lo que pienso ante la gran proliferación de iniciativas
solidarias y prácticas de ayuda mútua entre ciudadanos que intentan
paliar los efectos de la oleada neoliberal que a modo de tsunami, (ahora
que están más de moda en los cines que en la realidad,) está
destruyendo nuestro bienestar.No
puedo evitarlo, pero cada vez que surge una noticia en la que desde la
iniciativa social o ciudadana se organiza una actividad para hacer
frente a algún aspecto de la crisis, me asaltan sentimientos
encontrados. Por un lado me reconcilia con el ser humano, que todavía
puede desarrollar formas de solidaridad y ayuda mútua ante congéneres en
situación de necesidad. Por otro, me queda un regusto amargo, porque
siento que este camino, aún siendo una buena noticia, no es más que un
retroceso. En este artículo que os enlazo se apuntan algunas cuestiones al respecto.Es
un hecho que el Estado está abdicando de proteger a los desfavorecidos.
Lenta, pero inexorablemente, se va desmantelando nuestro Estado de
Bienestar. El nuevo lema viene a ser un "sálvese quien pueda" y quien no
lo haga es por su torpeza y falta de iniciativa. Ya hemos reflexionado
en alguna ocasión sobre la ideología que hay detrás de todo esto. El
caso es que toda la tarea de protección a los débiles queda en manos de
la Sociedad Civil. Y aquí surgen dos caminos: uno son las oportunidades
de negocio. Hace poco asistí a unas jornadas sobre economía social y se
presentaron datos en los que el volumen de negocio para las empresas
sociosanitarias se va a incrementar en los próximos años de una manera
exponencial. Lógico y coherente con el mantra privatizador que promueve
la secta neoliberal.El
otro camino es el de la solidaridad. Asociaciones, grupos, entidades
tendrán que hacerse cargo de lo que no sea rentable en términos
económicos. Y es lo que está sucediendo: asociaciones recogiendo libros
de texto para los niños de familias que no pueden pagarlos, entidades
promoviendo comedores o roperos sociales, consultorios médicos para los
ciudadanos que no tienen asistencia sanitaria... Y todo está empezando
aún. Iniciativas y actuaciones todas ellas loables y necesarias pero...Mientras
tanto los servicios públicos que antes se encargaban de todo ello están
desapareciendo. Lo que en anteriores épocas se presentaba como un
complemento de la iniciativa social a las funciones del Estado, poco a
poco, sin darnos cuenta, se está convirtiendo en una sustitución de
dichas funciones.Y
ahí radica mi malestar. Asociaciones, Fundaciones, ONG´s... están
asumiendo la protección social, en una tarea que lleva camino de
convertirse en exclusiva. Pero... ¿y los derechos sociales? ¿Serán todas
estas entidades las garantes de los derechos de los ciudadanos cuando
se encuentren en situación de necesidad? ¿Con qué criterios? ¿Con qué
capacidad? ¿Veremos satisfechos o no unos derechos u otros en función de
la presencia o no de alguna de estas entidades en nuestro entorno?Personalmente,
me parece un triste camino para la protección social en el siglo XXI
(que por cierto, se escribe igual que el XIX tan sólo cambiando el I un
poco). Pero no me malinterpretéis. No quiero decir con todo esto que
todas estas entidades deban dejar de hacer la función social que
realizan. Convivo a diario con situaciones de malestar y se de primera
mano lo importante de la labor que algunas de estas entidades hacen.Tan
sólo quiero decir que, a mi juicio, cada vez que surge alguna de estas
iniciativas deberíamos vivirlo como un fracaso colectivo, y no como un
éxito.Sé que es duro, pero cuantas más iniciativas de este tipo surgen,
más fracasado me siento.Por
eso creo imprescidible acompañar la iniciativa de una intensa y
mantenida (que a veces se nos olvida pronto), denuncia de los derechos
sociales y de la función social que el Estado ha dejado de garantizar y
por la que esa iniciativa ha tenido que desarrollarse.Sin
esa labor de denuncia, sin esa reivindicación constante, me parece que
no tienen demasiado valor estas actuaciones solidarias, pues nos acercan
más a la beneficencia que a la justicia social.Espero vuestros comentarios.