. Pero yo como profesor siempre les he dicho a mis alumnos
que si creo en Santa Claus. Me miran asombrados, algunos se burlan, otros
dicen: Yo también creo que existe, Señor.
Esa
actitud de mis alumnos la aprovecho para decirles algunas verdades de la vida y
de la religión que se deben tener en cuenta. En primer lugar les recuerdo que
Santa Claus es un santo católico antiguo, nacido en Turquía o Anatolia, que se
llamaba Nicolás de Myra. Un famoso obispo, taumaturgo, fallecido en olor de
santidad, el 6 de Diciembre del año 345 D. de C. Cuando su cadaver fue
trasladado a Italia, a la ciudad de Bari, pasó a llamarse San Nicolás de Bari.
Es
el santo patrono de Rusia y de varios paises de Europa Oriental, y se le invoca
ya por unos 1650 años, para hacer llover, sanar enfermos, ayudar a las jóvenes
casaderas a conseguir dote y marido, salvar marinos en peligro, y salvar la
navidad que naufraga en medio de tanto materialismo, ateimo y consumismo, del
siglo XX y XXI.
Este
santo, al ir inculturizándose en los paises del norte de Europa, Inglaterra,
Irlanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, tomo el color rojo de quienes traen el
fuego y el sol a la vida cercana al círculo Artico, y por que la leyenda de
este santo taumaturgo o milagroso cuenta que ya en vida tenía poder sobre el
fuego, apagando incendios con su sola presencia o haciendo llover para
apagarlos.
Durante
su misión como obispo se distinguió por su caridad, sus obras de misericordia
sin límites, caridad que se siguió derramando con abundancia desde su tumba
tras su muerte, pues los santos no dejan de trabajar nunca, menos aún cuando el
umbral de algo tan irrelevante como la muerte ha sido traspasado por ellos. Sus
intervenciones en la vida de los creyentes de la iglesia oriental son famosas y
proverbiales. Y en la de los creyentes italianos tambien.
El
disfraz de Santa Claus le ha servido muchísimo a este santo católico
para poder penetrar en los paises de inspiración protestante como los
Estados Unidos de Norteamérica, donde el dogma de la Comunión de los Santos no
es muy considerado, ni tampoco la liturgia católica. Su fecha de muerte, el 6
de Diciembre, sirve de antesala a toda la liturgia de la navidad y al
ceremonial de los regalos de la tradición antigua, que se entregaban el
día 6 de Enero, en la famosa Pascua de Reyes o Pascua de los
negros, cuando Gaspar, Melchor y Baltasar traen sus regalos al niño Dios.
Esta
celebración de la llamada Epifanía ha sido deformada durante el siglo XX
poniendo la visita de los reyes magos al niño Jesús dentro del pesebre, cuando
en realidad ocurrió cundo ya José había llevado a María y al Niño a vivir
dentro de una casa decente de Belén, y ya no vivian en el famoso pesebre.
(Ver Evangelio de Mateo cap. 2,11).
En
realidad san Nicolás de Myra, ciudad Turca, o de Bari, ciudad italiana, es el
que derrama en los corazones el espíritu de la navidad, el que despierta los
sentimientos piadosos que son necesarios para que el mundo se abra a la
influencia de Jesucristo nacido en Belen de Judea, el año 7 antes de Cristo,
durante la conjunción de Júpiter con Saturno en la Constelación de Picis,
fenómeno que en ese año ocurrió dos veces, el 29 de Mayo, y luego una
conjunción que se mantuvo visible en el cielo por dos meses seguidos, octubre y
noviembre de ese año 7 A. de C.
Desde
este punto de vista rigurosamente cronológico, ya estamos en el año 2019
despues de Cristo, de allí que las profecías mayas no tienen nada que ver con
la Era Cristiana. El monje llamado Dioniso el exiguo, por su corta estatura,
cometió el error de calcular mal la Era Cristiana a partir de un cierto año del
calendario romano, y ya no nos atrevemos a corregirla.