La política se ha llenado de metáforas a la par que se vaciaba de contenido real. No podía ser de otra manera. Si no hay contenido habrá que aumentar el continente buscando el efecto "bulto": si es más grande parecerá que contiene más. Sin embargo ha sido justo lo opuesto, ni tan si quiera las metáforas eran acertadas, peor aún, son utilizadas con muy poca propiedad, dejando ver una realidad que se oculta tras la parafernalia del artificio lingüístico enmarañado que se usa para envolver la oquedad del propio discurso y del aparato intelectual que, difícilmente, lo soporta. De esta manera, lo que debería ser un instrumento del lenguaje para expresar lo que resulta difícil y, a veces, imposible, se torna un embozo con el que el perpetrador de proferencias lingüísticas se embosca para establecer la celada y coger desprevenido al incauto escuchante, envuelto ya en la tela que ha tejido la araña política de Mallarmé.