Increíble el aumento de gastos hacia
fin de año. Así me lo hace saber un amigo. El comercio hace lo suyo y busca, razonablemente
terminar el año con números más que buenos. Se comprende, pero también se debe dar
una mirada crítica ante el exceso de gastos, que finalmente se vuelven contra
nosotros mismos.
Somos meros administradores de la
creación, como lo señala el Génesis, no dueños de ella. De ahí que los bienes
deben ser empleados atendiendo a las necesidades de las personas y el cuidado
de la naturaleza. Ya no hay gasto indiferente. Lo que yo haga repercute en el
otro, en el entorno, en la naturaleza. Dice Benedicto XVI que “La ecología
humana es un imperativo. Adoptar un estilo de vida que respete el medio ambiente
debe ser prioridad política y económica”. Es necesario un cambio de mentalidad
para “llegar a un estilo de vida global que respete la alianza entre el hombre
y la naturaleza, sin la cual la familia humana corre peligro”.
El recurrido argumento de que “yo
hago lo que quiero con mi dinero” no es válido. Existe una “hipoteca social”
sobre los bienes personales, recordando la sabia expresión de Juan Pablo II.
Soy mero administrador de ellos y lo mismo me debe llevar a su uso responsable.
Benedicto XVI habla de una “austeridad responsable y solidaria”: austeridad sin
solidaridad cae en avaricia, y solidaridad sin compartir es una mentira.
Hablamos de “austeridad
responsable y solidaria”, entendiéndola como un estilo de vida caracterizado
por la moderación y la sencillez, por el consumo responsable, que nos lleve a
discernir y recortar las necesidades
artificiales que nos hemos ido creando en la vida cotidiana, para poder
compartir generosamente con los demás. Podemos vivir con mucho menos de lo que
normalmente usamos. El exceso de bienes finalmente nos ahoga, aparta de Dios y
de los hombres.
La “austeridad responsable” no es
un fin en sí misma. Pretende ejercitar
la justicia y la caridad porque, como decía san Basilio, “el pan que tú
retienes es el del hambriento. Los vestidos que guardas en tus arcas son del
desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que va descalzo. En resumen:
estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer”.
Hoy más
que nunca son necesarios los ciudadanos cristianos,
los guardianes y vigías, que, como dice el Papa, “vean, comprendan y actúen”,
porque el “mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de
que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo
de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad, y en muchos casos también en la
fe”.