Considerad la forma
de esta justicia que nos gobierna: es un verdadero testimonio de la
imbecilidad humana, de tanta como es su contradicción y su error.
[...]
Suelen
estar hechas [las
leyes] por
necios, más a menudo por gentes que, por odio a la ecuanimidad,
carecen de equidad; en todo caso, siempre por hombres, autores vanos
e irresolutos.
Michel
de Montaigne, De
la experiencia,
Ensayos.
No hay día, en este
bendito país, que no nos desayunemos con una nueva desazón o con un
nuevo atentado contra los derechos más fundamentales del ciudadano
medio. No hay día que una ley u otra, un acuerdo u otro, no suponga
una pérdida y un deterioro en los avances sociales de buena parte de
la humanidad. Los enfermos dependientes se quedan sin ayudas, son
abandonados a su suerte; y los enfermos crónicos tienen, desde hace
unos meses, que pagarse sus medicamentos; si son funcionarios,
encima, tienen que hacer frente a estos pagos con una bajada del
sueldo, la desaparición de la paga extra de Navidad, y con el temor
a caer postrados en la cama. En ese caso, y al igual que a todos,
sean o no funcionarios, hasta se les penalizará, económicamente,
por supuesto, por estar de baja y no ir al trabajo. Y por si todo
ello no fuera suficiente castigo, resulta que las farmacias llevan
meses sin cobrar las medicinas que dispensan. Por turnos, los
farmacéuticos han decidido ir a la huelga. Y algunos medicamentos
comienzan a ser difíciles de conseguir. Y la Justicia, que jamás
fue ciega, impone precios prohibitivos por echarse a andar. Estamos
mejor que queremos. Pero no termina aquí el bienestar de esta
avanzadísima sociedad del siglo XXI. Hay más. Mucho más.
La voracidad de los
bancos, el hacer el capital lo que quiere y desea, ha llevado a tales
abusos que, por desahucios, ya llevamos varios suicidios de personas
que se iban a quedar sin sus casas. ¿Cómo es posible que un piso
cueste tanto dinero? Ahora parece ser que gobierno y oposición van a
intentar cambiar la ley para evitar este tipo de tropelías. Veremos
hasta dónde son capaces de llegar, o hasta dónde los dejan avanzar
los verdaderos dueños del negocio. No pretendemos, por supuesto, que
el banco sea el garante y promotor de una vivienda para cada
ciudadano. Un banco, al fin y al cabo, es un negocio; y los negocios,
se quiera o no, están hechos para ganar dinero, no para otra cosa.
Generan puestos de trabajo, sí, de acuerdo; pero porque no lo pueden
evitar, aunque las máquinas ya les han ayudado mucho en tan delicada
tarea. Al fin y al cabo, reducir empleos es aumentar las ganancias.
Tanto como reducir las ventajas de los empleados. Y no estamos en
contra de las máquinas, ni mucho menos, sino en contra de que sólo
sirva para el bienestar de unos pocos.
No
obstante, deben andarse con cuidado, como ya advertía Augusto:
decía,
en efecto, que los que buscaban un mínimo de provecho arriesgando
mucho eran semejantes a los que pescaban con un anzuelo de oro, cuya
perdida, si se rompía, ninguna pesca la podía compensar.1Y
si sigue así la cosa tal vez perdamos todos, los del anzuelo de oro,
los de plomo, y los peces.
Desde
que comenzó esta famosa crisis, provocada por la especulación, el
cambio de moneda, equiparación entre países dispares, ricos y
pobres, etc., se está intentando hacernos creer que la crisis se ha
generado porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades;
durante años y años, se nos dice, hemos gastado alegremente. Y al
actuar de esta forma hemos conseguido que el sistema sanitario, un
lujo que no nos podemos permitir, ya no se pueda sostener debido al
enorme gasto que genera. Algo similar sucede con la educación
universitaria, y algunas cosas más, que hay que privatizar aunque se
hayan levantado con dinero público. El negocio para algunos,
comprando edificios a mitad de costo, va a ser más que redondo.
Glosando
a Joyce, por eso de que hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades, también pertenece esta frase a las grandes palabras
que tan desgraciados nos hacen. Pues, al fin y al cabo ¿quién ha
vivido por encima de sus posibilidades? Si una persona va a un banco
y pide una hipoteca para comprar un piso, ¿cómo es posible que
valgan tantos millones?, le exigen la nómina, avales, y todo tipo de
garantías. Y al más mínimo impago, se terminó el vivir por encima
de la barrera marcada por el sueldo. Por si ello no fuera poco, está
luego Hacienda, la Implacable Hacienda, que reclama su diezmo, y ante
la que no valen, como si se tratara de un viejo señor feudal,
excusas ni dilaciones. Es posible, pese a todo, que haya habido, y
los haya, quienes han vivido por encima de sus nóminas e ingresos
burlando a bancos y a Hacienda, cosa que, desde luego, no está al
alcance del
común de los mortales. ¿Quién ha vivido, pues, por encima de sus
posibilidades? Cuando se hace esta pregunta tan sencilla, se recurre,
enseguida, a la segunda frase feliz, que todavía nos hace más
desgraciados: los estados, las autonomías que han hecho autopistas,
aeropuertos, obras faraónicas, dispendios y despilfarros de todo
tipo. Y surge la contrarréplica: jamás una democracia puede ser
denominada como tal en tanto las cuentas no sean claras y
transparentes. Y tenemos estados autonómicos, reinos de taifas, y
gobierno central, califato, que son tan transparentes como un agujero
negro. Tanta negrura y falta de luz hace sospechoso a cualquier
gobierno, sea del color que sea, que terminan por ser todos
monocromos. Y al final hacen cierto aquel viejo refrán: De
molinero cambiarás...
¿Y
qué hacía la oposición en tanto se producían estos gastos y
dispendios monstruosos? ¿No se enteraba? ¿Y si se denunciaban
derroches y mal uso del dinero público, tenía algún efecto su
denuncia? Parece que no. Está todo, gobierno, oposición, justicia,
medios de comunicación, tribunales, jueces y demás, tan politizado
que no nos queda sino acogernos a los templos de los dioses
misericordiosos. Pero se ve que estos, por cansancio y aburrimiento,
hace tiempo que han arrojado los coturnos y los rayos al baúl de los
recuerdos. Requiescant
in pace.
Dejando
a los dioses y a la oposición tranquilos, y centrándonos en el
poder: ¿nadie controlaba este tipo de gastos? ¿No hay asesores
económicos en los gobiernos? ¿No hay ministros de hacienda,
consejeros, consellers
y como se llamen en los otros idiomas sean románicos o no? ¿No hay
contables honestos y no corruptos? ¿Cuál era su misión? ¿Dar el
visto bueno a todo lo que se le ocurría al capo por muy descabellado
que fuera? Visto lo visto parece que así era. De lo que se deduce
que los economistas en un partido político no sirven para nada. Tal
vez, con un poco de honestidad, deberían dimitir todos, incluido el
capo que los nombró. Lo que ellos han hecho, y consentido, no se
llama vivir por encima de las posibilidades. Se llama engañar y
estafar al público con su propio dinero. Con tamaños despropósitos
se buscaban los votos, por supuesto, y la benevolencia del pueblo. Lo
mismo que hacían los emperadores romanos cuando ofrecían luchas de
gladiadores y de fieras. Nada nuevo bajo el sol.
Dicen que el agujero
negro todo lo engulle, hasta la misma luz, la cual no devuelve. Por
eso es negro. Sería interesante saber qué sucedería si esos
dichosos agujeros negros devolvieran los rayos del sol. Como sería
muy interesante observar qué sucedería si, en lugar de quitar la
paga extra a los funcionarios, la ayuda a los enfermos dependientes,
o hacer que los enfermos crónicos paguen sus medicinas, o a la gente
que está en el paro, y no por gusto, la priven de su casa, sería
muy interesante, digo, que en lugar de esto, durante un año no
hubiera autonomías, caso de España, no hubiera ONU, OTAN,
Parlamento europeo y hasta gobierno, con su presidente y sus
ministros si me apuran. Sirven para muy poco. A veces para nada. Creo
que de esta forma se ahorraría el suficiente dinero como para salir
de la crisis, y evitar algún que otro suicidio. Pues sabido es que
los agujeros negros, en su voracidad, se han llenado tan bien sus
masas sólidas o gaseosas que, sin duda, podrían pasar un año sin
recibir uno de sus muchos emolumentos. No creo que ninguno de ellos
se vaya al campo a cultivar repollos o habas. Ni todavía mucho menos
que se abra las venas o salte desde un rascacielos. Los pobres lo
hacen desde un quinto o sexto piso. Y gracias.
A
veces con tanto recorte y privación de derechos adquiridos parece
que estamos siendo las víctimas de Calígula, de aquel aborrecible
emperador que pedía alguna desgracia durante su mandato, pues
Augusto había tenido la trágica pérdida de Varo y de sus legiones,
y Tiberio el hundimiento del anfiteatro de Fidenas, mientras que en
el suyo no pasaba nada2.
Nada que no fueran sus excesos y asesinatos. Calígula podía haber
montado la crisis que tenemos ahora, y de esta forma se hubiera
podido equiparar con sus antecesores en desgracias. A punto estuvo de
lograrlo, pues obligaba a unos y a otros a hacer testamento a su
favor, y a suicidarse inmediatamente después. Con medida tan
ingeniosa llenó sus arcas y se ahorró unas cuantas ejecuciones3.
La diferencia entre aquellos tiempos, tan bárbaros, y estos tan
cultos reside en que Calígula cargaba la mano contra la nobleza,
mientras que los actuales césares lo hacen contra los proletarios.
Es conveniente recuperar esta vieja acepción porque si seguimos así
dentro de poco tendremos que pagar al estado con nuestra prole. De
ahí que se persiga a los solteros y a otro tipo de personas. En el
fondo todo es, hasta la independencia, un triste problema económico.
Esa falta de liquidez
también ha dejado a muchos emigrantes sin asistencia sanitaria. Y no
deja de ser curioso que aquellos que ponen el grito en el cielo en
contra del aborto y de los matrimonios homosexuales, no lo hagan
cuando la gente se ve abocada a vivir en la calle por haberse quedado
en el paro, o sin médico por no tener trabajo. Llama la atención
que se proteste por el derecho al aborto, y que no se diga nada
cuando los emigrantes se quedan sin derecho a la prestación
sanitaria, y algunos de ellos en estado grave. Como llama la atención
que todavía haya gente que quiera dedicarse a la política y se
atreva a meterse en algún que otro partido político. ¿Para qué?
¿Para qué?
Hace algunos días me
preguntaba, en un pequeño artículo, qué impulsa a una persona a
dedicarse a la política. No me supe responder entonces, o no me
quedé del todo satisfecho con la respuesta. Hasta que un día,
paseando por el campo, me vino a las mientes un viejo tetrástrofo
monorrimo criticando el famoso Cisma de Occidente, cuando la Iglesia
quedó divida en dos papados, el de Roma y el de Aviñón:
Tampoco hemos visto
nunca a ningún político en la cola del paro. Por eso va a ser muy
difícil que nos concedan la gracia de estar un año sin su clara y
prescindible presencia. O que se queden si quieren pero que estén,
todos, un año sin cobrar y sin robar, por supuesto. Luego que
modifiquen las leyes, o que las apliquen, y metan en la cárcel a
todos aquellos, sean de su partido o del contrario, que se han
llevado entre las manos, con triquiñuelas más o menos legales, lo
que no era ni es suyo. Y que lo reintegren. Es pedir peras al olmo,
ya lo sé.
Al
parecer no tenemos más remedio que pagar y pagar por todo. A eso lo
han bautizado ahora con el nombre de austeridad. Y la austeridad ha
llegado a tal grado que hasta la cultura es prohibitiva. Los libros
están caros. Pero qué hacer. Llovía. La carne es débil. No había
teatro, las películas de la cartelera no tenían ningún aliciente.
Y allí estaba él, el inefable Plutarco, a un precio, ahora, un
tanto elevado. Sí, para pensárselo. ¿Qué hacer? ¿Dónde apretar
para que salga algo? Si respirar costara dinero, estaría un par de
minutos sin hacerlo, y podría ahorrar. Pero respirar es gratis. Es
un error... Cogí el libro, pagué y me fui cariacontecido. Las
lechugas y los ajos todavía están al alcance de mi bolsillo. Y las
zanahorias. Porque poco después sonreí; el sol, pese a estar
lloviendo a mares, llegó al fondo de mi alma, y creí en Dios: en el
teatro de Bescanó (Gerona), para no pagar el 21% de iva por las
entradas, venden zanahorias, y con estas regalan la entrada para el
espectáculo. Me ha parecido una idea genial, propia del Calila
e Dimna o
de nuestra cara picaresca. ¿Lo va a aplicar alguna editorial a fin
de abaratar los libros y la cultura? Esperemos que sí, y que no nos
planteen el dilema de leer
o comer, he aquí la cuestión. Aunque
sigo pensando que lo mejor sería que los políticos se fueran a sus
casas durante un año ¡Qué
afortunada la República, si lograra echar lejos de sí esta hez de
la ciudad!5.
O que nos dejaran marcharnos a algunos, dándonos la jubilación o
una especie de premio. En contra de lo que piensan algunos voceras
del poder, que desean más y más horas de trabajo, de austeridad, deeste
ocio mío resultará mayor beneficio para la república que de la
actividad de muchos.6
Al fin al cabo qué hubiera sido de Occidente sin muchos de aquellos
frailes que pasaron su vida en el scriptorium
copiando
libros y más libros. Y, sin embargo, nadie se acuerda de ellos. Es
lo de menos. Lo importante es que salvaron muchísimos libros. Y
gracias a esa labor de copistas, y a algunas cosas más, somos lo que
somos. No lo olvidemos. Aunque tengamos que comer zanahorias para
ello, como los burros. Ha sido la buena noticia de la semana. Gracias
a quien se le ocurrió semejante idea. Esperemos ahora que no nos
suban el precio de las zanahorias, que todo pudiera ser.
1Suetonio,
Vidas de los doce Césares, libro
II, 25
2Suetonio,
Vidas de los doce Césares, libro
IV, 31. Para el desastre de Fidenas, véase también Tácito,
Anales, IV, 62-63.
Habla de 50.000 personas muertas o aplastadas.
3Suetonio,
Vidas de los doce césares, IV,
38 y ss.
4Pero
López de Ayala, Rimado de palacio, copla
197