. Los niveles de tolerancia, que
como sociedad tenemos, ante el elevadísimo número de parados no son ajenos a la
pérdida de conciencia como trabajadores o productores que estamos teniendo en
los últimos años, para convertirnos en meros agentes de consumo de bienes,
muchos de ellos innecesarios, que alimentan la rueda de los beneficios
empresariales, aumentando la brecha salarial y de ingresos entre trabajadores y
empresarios. Esta desplazamiento de la
mayoría de la sociedad de ser considerados como trabajadores a ser consumidores
nos conduce a la paradoja de que las empresas prefieren hacer ofertas y
descuentos de sus productos, para que se consuma más, mientras niegan subidas
salariales a sus empleados, o en aras de la competitividad despiden a buena
parte de la plantilla, para mejorar sus ratios de rentabilidad. Alguien tiene
que pagar la bajada de ingresos que suponen las ofertas, descuentos, y
reducciones de precios hasta niveles insostenibles.
Esta reflexión sólo es una parte de
las causas que están llevando a la sociedad española a convertirse en una
sociedad de desocupados y trabajadores precarizados, como mano de obra barata.
Pero lo cierto es que enfoquemos el problema del desempleo por donde lo
enfoquemos, siempre llegaremos al mismo punto, a la esencia que está en el
propio ADN del capitalismo, sino se le regula y controla: el beneficio, lícito
cuando se consigue honestamente, e ilícito y amoral cuando se alcanza a costa
de la explotación de los trabajadores y el empobrecimiento de la sociedad. No
estamos, pues, ante nada nuevo que no hayan visto o leído en libros o películas
que nos contaban cómo era la sociedad de finales del siglo XIX y primera mitad
del XX. Una sociedad de grandes
injusticias y miseria para gran parte de la población y de feroces luchas
sindicales y laborales, controlada por el gran capital con el único objetivo de
engordar sus fortunas. Estamos ante una regresión al pasado en derechos
sociales, laborales y ciudadanos, y no por conocida menos dramática.
Pero si la salida de esta grave
situación de desempleo, salarios bajos y pérdida de derechos laborales, tiene
que platearse de manera global en todo el estado español y la Unión Europea,
hay un nivel muy próximo a la ciudadanía que debería estar proyectando
soluciones efectivas para paliar el problema laboral que tenemos. Este nivel es
el municipal, que debería convertir a los ayuntamientos en verdaderos agentes laborales,
capaces de dinamizar los sectores económicos que son auténticos yacimientos de
empleo y de intermediar entre la oferta y la demanda, con políticas activas que
conecten las necesidades de trabajadores que tienen las empresas con una gran
bolsa de trabajo que debería tener gestión municipal. Los ayuntamientos deben
ser la piedra angular del empleo en el municipio mediante la promoción de
actividades socioeconómicas que generen empleo público o privado, porque ellos
son los que tienen un mayor conocimiento de la geografía humana y económica que
ocupan. Para ello no es necesario hacer grandes leyes, ni repensar modelos
territoriales, ni siquiera aumentar sus competencias (que no estaría mal) en el
ámbito sociolaboral. Simplemente hay que tener voluntad de liderazgo en el
municipio y asumir el papel de institución más cercana a los ciudadanos, de la
que depende una gran parte de nuestra
calidad de vida.
Castellón es una ciudad azotada por
el paro y los bajos salarios, que ve cómo languidece día a día su actividad socioeconómica,
por culpa de un altísimo desempleo y temor al futuro que sufren sus habitantes.
El modelo de crecimiento de estos últimos años basado en la especulación del
suelo, el monocultivo industrial de la cerámica, y la propaganda de grandes
infraestructuras y fastos, ha fracasado estrepitosamente, provocando
destrucción de empleo y empobrecimiento
de la población. Este es el modelo de la derecha gobernante desde hace dos
décadas, que ha sostenido una economía con pies de barro y ahora es incapaz,
desde su posición de gobierno en el ayuntamiento, de cambiar y poner freno a la
sangría del paro en el municipio. Quizá porque no sepa, quizá porque no quiera,
o ambas cosas. ¿Pero cuál es el modelo de la izquierda en la oposición?
Realmente las propuestas de la
izquierda local para poner fin al paro en el municipio son un enigma. No porque
no vayan soltando, de vez en cuando, alguna idea desestructurada y solitaria.
Lo que necesitamos es saber cuál es su Plan, más allá de firmar acuerdos
locales de empleo que no sirvan para nada, o esperar a que sus respectivos
Partidos saquen la varita mágica que solucione el paro en todo el país. Tienen que explicarle a la ciudadanía, al
detalle, punto por punto, cómo piensan afrontar el problema del paro en el
municipio; qué medidas van a adoptar si llegan al gobierno del ayuntamiento;
qué política económica piensa aplicar, y cómo va a afectar al empleo. Esto no
es baladí, los próximos comicios municipales van a estar condicionados por el
desencanto ciudadano a la política, y sobre todo hacia la izquierda, por la
sencilla razón de que no conocen sus propuestas reales y efectivas para acabar
con el problema que más les preocupa, que es el paro y la incertidumbre
económica. Y si la izquierda no ha elaborado propuestas, ni planes globales
para la creación de empleo en el ámbito municipal, la derecha volverá a
triunfar y seguirá aplicando su programa de desigualdad entre clases y más
paro.
El Ayuntamiento de Castellón tiene
instrumentos para atajar el problema del desempleo, para mejorar las condiciones laborales y
hacer que se cumpla la legislación en las empresas que están dentro del ámbito
municipal. Pero para ello hace falta una voluntad política que la derecha no
tiene. Se necesita saber, pues, si la izquierda local tiene esa voluntad y qué
ideas nuevas va a poner en marcha, para afrontar el problema más grave que tiene la ciudad. Porque una
sociedad sin política económica que no tenga como objetivo prioritario el
bienestar de sus ciudadanos, es una sociedad fracasada e injusta.