Desentendernos de los muertos es una defensa inconsciente que
desplegamos por el temor a ese trance indefectible
y sorpresivo que es la muerte. Sin embargo, si se asume que ese paso llegará y
podremos cruzar en un instante dimensiones astrales hacia un nuevo desafío de
vida, quizá diferente en las formas, pero similar en la esencia, no deberíamos
temer.
En el paso terrenal cotidiano,
nos abrumamos para ser consistentes con nuestra historia y nuestros decires.
Pensamos en el legado que podremos dejar y la ansiedad frente al olvido suele
aparecer en el horizonte. Dicen que los muertos viven en el recuerdo que dejan
en quienes les conocieron. Cada cual es una historia, una pompa de jabón que aparece
y desaparece en el universo. Que ese cordón espiritual nos liga a los seres
queridos, a nuestros progenitores, a nuestros amigos y a las familias de donde
provenimos. Tal vez eso sea real, porque he sentido que ellos se comunican, ya
sea para darnos protección o para buscar la solución de temas pendientes. Por eso, camino conversando con mis padres en
momentos de presión, intuyo que estoy en
sus preocupaciones aunque ellos tengan las propias en su nuevo espacio y
tiempo.
Sentirse nutrido y protegido por
el amor de una abuela cariñosa te da ocasión también para agradecerle y pedirle
perdón por las veces que fuimos insolentes con ella. Repasar tu historia en un
instante es una de las situaciones que, se dice, se produce en el momento final, si es que tienes
el tiempo concedido para una despedida. El bien morir es hacerlo rodeado de
amor, disfrutando el aroma de los jardines que cultivaste y retirando las
espinas que hirieron tu caminar. Aspirar a ese bien morir es sentido de
levedad, de finitud. Lograr ese bien morir es una gracia que se debe pedir,
para vivir en la luz del amor y del bien hasta que llegue la hora de despedida.
La oración es la conversación
espiritual que permite la conexión con otras dimensiones y mediante ella las
personas hilvanan sus diálogos. Desprovistas de materia las personas son sentimientos,
almas que reflejan lo que han acumulado en su vida, en su libre albedrío, en
términos de errores o aciertos, en el aprendizaje y evolución espiritual. Por
eso necesitan conversar desde una
dimensión que ya ha superado las veleidades de la materia y orar en nuestra
realidad humana es una forma de acercarnos a la meditación que nos conecte con
esos planos astrales. Lo cual es transversal en las distintas culturas y
religiones del planeta.