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La dejación de la derecha gobernante hacia la ciudad y sus habitantes, que nunca ha asumido el papel de poner en valor todo lo bueno que Castellón tiene, cambiar lo malo, y defender ante organismos e instituciones de mayor rango político y económico sus intereses, es ya una seña de identidad de las últimas décadas. Lo que ha conducido a un servilismo rancio y vergonzoso a los intereses del Partido Popular en sus niveles autonómico y nacional, y a un victimismo vergonzante, que ha impedido solventar problemas endémicos urbanos y periurbanos, si esto suponía quebrar la línea de enfrentamiento con el gobierno central cuando estaba formado por los socialistas. Así se ha pasado de la máxima exigencia de infraestructuras, no sin poner palos en la rueda de la carreta, a la suavización de las reivindicaciones, cuando no al olvido, con la llegada al poder del Estado de Mariano Rajoy. Estamos pues ante una situación de falta de gobierno que ha producido una esclerosis en el desarrollo de la ciudad. Recordemos el AVE, que ha pasado de máxima urgencia (el PP local no estuvo en la inauguración de la nueva línea del talgo por que les parecía poco) a mínimas prisas; o el impedimento constante a la circunvalación de la N-340, llegando a utilizar incluso el ermitorio de la Magdalena como escusa para que no se realizaran las obras, como un par de ejemplos sonados.
No mejor ha sido el papel de la oposición en estos años, incapaz de presentar propuestas de cambio y muy lejos de poder liderar esos cambios. Da la sensación de que estuvieran conformados en seguir siendo oposición. La izquierda de Castellón no es capaz de elaborar un relato de lo que está sucediendo, lo que ha provocado la ausencia de un discurso elaborado con sentido de ciudad, que proponga soluciones a los problemas, no de una forma deslavazada, sino integradas en un todo que ofrezca alternativas creíbles de cambio para la ciudadanía y de mejora de sus vidas. No se puede alcanzar el gobierno municipal dando palos de ciego o saltando de mata en mata, a pesar de que los dirigentes municipales de izquierda trabajen mucho, que lo hacen. Pero hay que trabajar con un sentido político que no reside, exclusivamente, en ganar las elecciones, sino más bien para cambiar el rumbo errático actual en una única dirección orientada a que el bienestar de la ciudadanía sea real para todos. Se hace una crítica diaria del Tram con un cierto tufo populista, ahora que las obras tienen enfadados a comerciantes y transeúntes del centro, pero no conocemos cuál es la alternativa de movilidad de la oposición, para que se pueda circular por el perímetro urbano con rapidez, comodidad, coste razonable y sostenibilidad, además de cómo se piensa construir ciudad a través de la movilidad. Esto es lo que importa al ciudadano, y no la crítica fácil de “me gusta más el tranvía que el Tram”. No se puede empezar la casa por el tejado; primero hay que saber por qué y para qué y luego el cómo y el con qué. La movilidad es un factor esencial para integrar los barrios periféricos entre sí y con el centro urbano, de tal manera que un vecino de cualquiera de estos barrios se sienta parte integrante de la ciudad, y no tan alejado de ella como si viviera en la Conchinchina. Esto nos debería llevar a enlazarlo con el PGOU, actualmente paralizado, y explicar cómo se piensa entroncar la movilidad en la futura planificación de la ciudad para los años venideros. El crecimiento urbano y el desarrollo de infraestructuras y nuevas arquitecturas, deben estar íntimamente ligadas con la ciudad que se quiere, y de nada serviría si no se integran en un sistema de movilidad que atienda a esa planificación. Por dónde tiene que crecer la ciudad, cómo ha de hacerlo, en función de qué, con qué medios, cómo se piensan integrar las diferentes áreas urbanas, qué nuevos edificios públicos hacen falta para cubrir servicios sociales, educativos, culturales, de ocio y negocio. Qué uso se piensa dar a las infraestructuras actuales mal y/o poco utilizadas; cómo se propone financiar el proyecto de cambio; qué papel va a jugar la sostenibilidad y las energías alternativas; cómo se piensan desarrollar las nuevas tecnologías para que lleguen a toda la población y sean democráticas. Son preguntas que están esperando una respuesta. Castellón no solamente es la capital de la provincia, tiene que ejercer como tal, y para ello es necesario que lidere la planificación futura de su área metropolitana, de tal forma que ésta se convierta en polo de desarrollo económico y social abierto al resto de la provincia. La izquierda, fracasado el modelo perimetropolitano de la derecha, debe mostrar sus cartas sobre cómo entiende debe ser este modelo de desarrollo, que necesariamente tendría que pasar por un sistema integrado de comunicaciones que facilite la movilidad real o virtual entre las diferentes localidades del área metropolitana, que pueda provocar sinergias de desarrollo integrado en un proyecto compartido de crecimiento económico sostenible, de integración ciudadana, y eficacia en los servicios. Un área metropolitana bien planificada desde la izquierda genera ahorro, riqueza, y bienestar ciudadano. Todo lo contrario a lo que está sucediendo ahora, con las distintas localidades, todas ellas en torno a los veinte mil habitantes o más, viviendo de espalda unas de otras.Todo esto deberíamos ir conociéndolo ya, para que la ciudadanía sepa con antelación y pueda asimilar, sin la urgencia de unas elecciones a la vista, que otra ciudad es posible, porque la planificación urbana no es inocua a las ideas, y dependiendo de la orientación política que se le dé se dirigirá hacia los intereses de la mayoría o de la minoría, y eso sí tiene mucho que ver con nuestra calidad de vida.