La influencia de la
ortodoxia en el gabinete presidencial.
Cuando falta poco más de un mes para la toma de posesión del
nuevo Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, como es natural se
acrecienta la rumorología, los fervores, pero sobre todo los intereses de grupo
que infieren los pronósticos en cuanto a la conformación del nuevo gabinete.
Adicionalmente un factor de suma relevancia es el proyecto
de reestructuración del mismo, del que se desprende la posibilidad de una
trascendental modificación de funciones gubernamentales.
Considerando la forma de hacer política del priismo desde el
poder y que Peña Nieto se orientara a recuperar el peso específico de la
presidencia a través de diversos controles, el tema no es menor.
Como lo hemos comentado en diversas ocasiones Peña Nieto,
fue educado en las formas de antaño del priismo tradicional y es fiel creyente
de ellas, por tanto, la reestructura y la designación de los titulares del
gabinete va a obedecer a esa teoría ideológica política.
En ella un argumento fundamental es recuperar el poder del
centralismo, no solo para mantener los controles, sino para limitar la
independencia de la que gozaron los gobernadores en los doce años del panismo
en la presidencia.
No se trata solamente de una cuestión meramente
administrativa, lo es sobre todo política y doctrinal, esta tiene que ver con
la primera gran decisión que un presidente toma inmediatamente después de
rendir la protesta de rigor, la designación de quien será su sucesor.
En la ortodoxia priista los candidatos presidenciales salían
del gabinete, esto cambio por la alternancia no por una permuta de preceptos,
fue una coyuntura circunstancial.
Al retomar el esquema del poder presidencialista absoluto en
materia política, los secretarios del gabinete volverán a ser cardenales y los
gobernadores obispos y la única oportunidad que tendrán estos de entrar al
juego sucesorio será ingresando al gabinete.
Por ello el diseño funcional del gobierno federal, además de
la operatividad cotidiana, infiere un esquema mediante el cual algunas
posiciones tengan un mayor peso específico en cuestión de proyección política.
De antemano podemos suponer quienes son los favoritos, no
solo por cercanía y amistad personal, en el armado de la lista también cuentan
la capacidad, la institucionalidad y por supuesto la fidelidad, tanto a la
persona como al sistema.
Porque si bien es cierto que los gabinetes se conforman en
la medida de los equilibrios de grupos, Peña Nieto ha dejado ver que va a
impulsar proyectos, sus propios proyectos políticos, que sean una combinación
de los llamados viejo y nuevo PRI.
No es una cuestión que atienda exclusivamente el aspecto
generacional, estamos hablando de formación, de actitudes políticas y
personales, de una forma de pensamiento.
En el priismo no todo lo anterior es malo, ni todo lo nuevo
es bueno, precisamente por ello, para el presidente en su calidad de jefe
absoluto de su partido, lo esencial será implantar el estilo que exigirá a sus
colaboradores en el desarrollo de su administración.
El estricto conocimiento y cumplimiento de las formas, es
fundamental en el sistema político priista, probablemente muchos no lo
entiendan porque una gran cantidad de políticos actuales, estaban cursando la
preparatoria o la carrera cuando se dio la alternancia.
Sin embargo en ese esquema todo pasa por la observancia y
obediencia de estos preceptos, el punto de referencia desde los cuales se
catalogan habilidades.
Esa será una forma de calificación y juicio, un sexenio es
muy largo como para dar por descontado que los afectos se sostendrán si no hay
de por medio resultados o que en su defecto en el transcurso, haya quienes
logren ponerse en posición de ser tomados en cuenta.
Tomando en cuenta estas reflexiones, a efecto de
ejemplificar la situación, hablaremos de dos casos significativos, que pueden
servir como muestra palpable de la coyuntura a la que nos referimos, el de la
ex gobernadora de Yucatán Ivonne Ortega Pacheco y el senador Emilio Gamboa
Patrón.
En el primer caso, la política yucateca ha logrado
establecer una relación personal cercana al nuevo mandatario, que trasciende de
lo político y bien podría considerarse de fuerte amistad, que sin duda la
coloca como una candidata natural para ser parte del gabinete.
Sin embargo los resultados del final de su gestión como
gobernadora de Yucatán no fueron precisamente los más favorables para sus
aspiraciones, lo que a pesar de esa relación puede limitar el tamaño del
encargo, sus errores no le garantizan nada por descontando.
Sobre todo porque cuando el entonces candidato presidencial
visito esa entidad en el marco de su campaña, sostuvo una reunión privada con
los más importantes empresarios locales, quienes solicitaron que la gobernadora
no estuviera presente.
En esa ocasión los más renombrados hombres de negocios
yucatecos, le reclamaron a Peña Nieto dos cosas, la nula atención que el
gobierno federal le da a Yucatán y el comportamiento de Ivonne Ortega, el cual
reprobaron.
Incluso al actual Gobernador Rolando Zapata, en ese momento
también candidato, quien sí acudió al encuentro, aun reconociéndole que su
perfil era diferente, lo señalaron como cómplice de los desaciertos de Ortega
Pacheco.
Este episodio y las referencias que acompañaron el final del
gobierno de Ivonne Ortega, por supuesto son factores que cuentan y mucho, de
tal suerte que eso implica costos.
Ella aspira a ser Secretaría de Desarrollo Social, pero con
estos antecedentes, con todo y el afecto que media entre ellos, lo más lógico
es que Peña Nieto no se quiera arriesgar a nombrarla en esa cartera, porque uno
de sus objetivos es precisamente que su equipo de colaboradores, reciba las
menores criticas posibles.
Desarrollo Social es una de las joyas de la corona, una de
las posiciones que suponen ser parte del primer círculo, antesala de posiciones
mayores y un espacio que se considera como el lugar ideal para construir una
candidatura.
Es por eso que el destino laboral de Ortega Pacheco parece
orientarse a la Secretaria de Turismo, aun y cuando no reúne el perfil para esa
posición, pero que es de menor relevancia en el aspecto político.
El otro caso es el de Emilio Gamboa Patrón, que si bien
logro ser designado coordinador de la bancada priista en el Senado de la
República, dicho nombramiento no se debió ni a la confianza y mucho menos a un
proyecto de futuro.
La ascensión de Gamboa Patrón obedeció a los acuerdos
relativos a los equilibrios que sustentaron la campaña política, a la
protección que Manlio Fabio Beltrones le brindo.
Gamboa Patrón sabe que su perfil no coincide con los parámetros
de Peña Nieto y que una vez que este tenga todo el poder, muy probablemente lo
quiera relevar del liderazgo camaral.
No se trata de un asunto en este ejemplo, ni de habilidades
o resultados en el desempeño de la encomienda, simplemente lo es afinidad y por
supuesto de imagen.
Por ello no es casual que
haya trascendido que el Senador Gamboa ande muy nervioso en el previo a
la toma de posesión y que en simultáneo este tratando de entablar alianzas con
los verdaderamente cercanos a Peña para no ser relegado.
Incluso que en prevención de esta eventualidad este desde
ahora cabildeando con sus compañeros senadores para contar con su respaldo y
evitar con ello ser removido, aunque sabe que eso no será suficiente para
cambiar la voluntad presidencial.
Independientemente de la probabilidad, lo que es un hecho es
que Gamboa esta por supuesto muy preocupado por un riesgo que es más que real,
que se circunscribe como decíamos, en los objetivos del estilo y la forma que
habrá de imperar.