Cada vez que en España se estrena una película ambientada en la Guerra Civil diversos colectivos -especialmente los conservadores o los relativos a la extrema derecha- tiemblan. Mientras que otros pueblos, como el americano, respetan su historia, aquí parece que cada vez que un director ofrece, con toda la legitimidad del mundo, su visión sobre uno de los hechos históricos más relevantes del último siglo en nuestro país, se toma cuanto menos como una ofensiva. ¿Por qué? Como prefiero no pensar que el motivo principal son ciertas reminiscencias del franquismo, pasemos a analizar La voz dormida (Benito Zambrano, 2011), la adaptación de la novela homónima de Dulce Chacón, que viene a sumarse a la larga lista de películas ambientadas en los convulsos años de la posguerra española. La obra enfoca su atención en esas valientes mujeres que sufrieron la represión y la barbarie franquista. Se sitúa así, por tanto, en la misma división en la que ya jugaron títulos de temática similar como Las 13 Rosas (Emilio Martínez Lázaro, 2007) o Libertarias (Vicente Aranda, 1996). Con guión del propio director, en colaboración de Ignacio del Moral -la autora del libro original no pudo colaborar debido a su fallecimiento en 2003-, La voz dormida es una película que, por su permanente y firme compromiso con la realidad, despertará tantos odios como admiraciones: mientras algunos la acusarán de remover un pasado que (aseguran) ya cicatrizó, otros -entre los que me incluyo-, verán en ella una oportunidad perfecta para conocer más a fondo un suceso capital de nuestra historia reciente, desde una óptica imparcial.