La editorial Irreverentes acaba de lanzar una propuesta que se antoja de lo más acertado. No porque un servidor participe en la edición del libro, que también, sino porque brinda al lector castellano unos artículos que por mucho que estén al alcance en la red no lo están en español, lo que dificulta el acceso a un número amplio del público. Esto de la amplitud del público no es que sea un critero sustancial a la hora de valorar el acierto o la calidad de una obra, pero sí lo es, y mucho hoy día, a la hora de la simple y pura evaluación monetaria; si el público no es mayoritario, la obra no puede financiarse. Así de simple y así de triste. Ayer aún podíamos hacer ediciones rentables de obras minoritarias, hoy eso es una utopía, como tantas que se han venido abajo o que han arrasado con el paso largo y pesado de la crisis-excusa-estafa que nos imponen. Por más que lo intentemos, dentro del sistema o modelo o lo que fuere, esto es lo que hay y cualquier intento de acabar con él debe contar con sus instrumentos. Una edición de un libro, como un arma, solo es un instrumento más para acabar con el modelo suicida de sociedad que viene siendo impuesta y que nos obliga a comulgar con ruedas de cañón y panes de hogaza amarga.