Morir es no estar nunca más con los amigos

 

 

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Gabriel García Márquez

Prólogo de Doce cuentos peregrinos

 

Estaba sentado en un vagón de tercera clase en el tren rumbo a Marsella, contemplando por la ventanilla al invierno convertido en tormenta. Hacía más de cuatro meses que había llegado a Ginebra desde Martinica para curarse de un dolor escurridizo y volvía con una nueva docena de ellos.

El Presidente había escogido un sector solitario del tren evitando las miradas de los curiosos que presenciaron el tragicómico accidente en el andén al momento del arranque: casi se cae en los rieles al intentar alcanzar el bastón que le intentó acercar su amigo de Ginebra al despedirlo.

Al abrirse la puerta del estrecho cuarto, el Presidente pensó que se trataba del personal de servicio que le prometió un vaso de agua para tomarse la pastilla del mediodía. La persona que entró sí traía el agua pero no era personal del tren, era Gabriel, un periodista colombiano que se enteró de la presencia del Presidente y no pudo evitar la oportunidad de entrevistarlo.

-Buen viaje colega – dijo el periodista entregándole el agua.

-¿Colega?- respondió el Presidente con un gesto de extrañeza en su rostro-. ¿Acaso usted ha sido presidente?

-Colegas del exilio- dijo el periodista mientras se sentaba en el asiento contiguo -.Pedí al joven del comedor que nos trajera unos cafés para conversar a gusto… si me lo permite.

Uno de los efectos de la miseria es el de hacer que los seres que caen en ella no se den cuenta del deterioro físico que ocurre en ellos. El Presidente lucía ridículo con un viejo abrigo y una larga bufanda de colores; disminuido físicamente por la convalecencia luego de la operación. El periodista había sido enviado como corresponsal a Europa, pero como el gobierno de su país cerró el diario para el cual trabajaba, se vio sin dinero. Ambos se sintieron cómodos al conversar, pues ninguno juzgaba al otro.

-Así que cometió un error al presidir su país – concluyó el periodista luego de escuchar atentamente la historia del entrevistado.

-No, en realidad el error estuvo en querer perpetuarse en el poder – afirmó con sinceridad el Presidente-. Ahora me siento mejor preparado para conducir a mi patria; mi hijo y sus camaradas me hicieron un favor al derrocarme.

Los cafés llegaron en el momento justo para reanimar la entrevista que se había dirigido a un callejón sin salida.

-El exilio es peor que la muerte-dijo el Presidente reanimado por el café intuyendo la próxima pregunta de Gabriel: Morir es no estar nunca más con los amigos.

@Joaquin_Pereira

UNETE



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