Paradigma de las películas que abordan el eterno conflicto de la guerra de sexos, Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989), es uno de los más finos y hábiles retratos que se hicieron de las relaciones de parejas en la década de los ochenta, tomando como referente a las comedias de Woody Allen de esos años. Con el paso del tiempo, lo más recordado de la película es la escena del restaurante -quizá donde Meg Ryan, sin quererlo, dio el pistoletazo de salida en su carrera por alzarse con el título de Novia de América, poco antes de que Julia Roberts pegara un carpetazo con la incombustible Pretty Woman (Garry Marshall, 1990)-, aunque un servidor prefiere quedarse con unos diálogos, frenéticos y acelerados, que son la auténtica base del film. El guión, en efecto, uno de los más inteligentes dentro del género de la comedia romántica -viéndose recompensado con una Nominación al Oscar-, nos narra los conflictos que surgen en una pareja desde el instante de conocerse hasta el día de la boda, que es donde la ficción decide bajar el telón. Así, resultan imprescindibles los momentos en los que Harry (Billy Cristal) y Sally (Ryan) debaten acerca sobre si es posible mantener una amistad con alguien del sexo contrario unos instantes después de conocerse, o esa otra escena donde hablan acerca de sus fantasías sexuales.